entrevista
«Quemaron el Buen Suceso y otras iglesias de Sevilla en 1931 pero no se atrevieron con el convento de las Hermanas de la Cruz»
La periodista sevillana Gloria Gamito publica «Santa Ángela y la sabiduría de la Cruz», una biografía de la santa sevillana estructurada en torno a sus prendas y que recoge lo que dijeron los revolucionarios republicanos cuando pasaron por su convento el 11 de mayo de 1931 tras quemar varias capillas e imágenes: «A éstas ni tocarlas que nos han quitado mucha hambre»
«Las hermanitas de la Cruz se mantuvieron fieles a sus reglas y se negaron a modernizar sus hábitos porque ellas son verdad»
«Como periodista me he hartado de ver ratas y alcantarillas en los barrios de Sevilla pero he conocido a personas maravillosas»
![La periodista y escritora sevillana Gloria Gamito](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/10/13/gloria-gamito-entrevista2-Ro8m8yWiQZ8onpMWaefjGRJ-1200x840@diario_abc.jpg)
La periodista sevillana Gloria Gamito presentará el próximo 11 de noviembre en la Cámara de Comercio de Sevilla, sede de la Universitas Senioribus de la Universidad CEU Fernando III, el libro «Santa Ángela y la sabiduría de la cruz» (editorial CCS), una biografía de Ángela ... de la Cruz que acercará a sus devotos -y a los que no lo son- la figura de esta «monja revolucionaria», como la autora la califica, que logró llegar a los altares de la Iglesia en 2003 gracias a su entrega y dedicación a los pobres, reconocida por todos, creyentes y no creyentes. La fundadora de la compañía de la Cruz, junto al cofundador Padre Torres, es admirada y venerada en Sevilla desde antes de su muerte en 1932.
-¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?
Nunca se me habría ocurrido a mí por iniciativa propia, a pesar de la devoción que le tengo y de la cantidad de artículos periodísticos que he escrito sobre ella en ABC. El libro me lo encargó Sor Reyes de María de la Cruz, Madre General de las Hermanas de la Cruz. Y para escribirlo he recopilado mucha información de lo que se ha escrito sobre ella, como la proporcionada por un folleto que publicó la Academia de Buenas Letras en 1946 con motivo del centenario de su nacimiento, y la biografía que le hizo Javierre, al que admiro y quiero mucho. Y me documenté también con el libro «Bosquejo biográfico de Sor Ángela de la Cruz», que escribió la Hermana María del Salvador, que fue novicia con Sor Ángela. Conocí a esa religiosa en los preparativos de la Beatificación, que pudo disfrutar antes de su muerte, cuando yo tenía 27 años. Y recuerdo que antes en 1981 escribí un artículo para ABC, con Nicolás Salas de director, titulado «Sevilla los quiere santos». Hablé del cardenal Spínola, el padre Tarín, Madre Dolores Márquez Romero de Onoro, Miguel Mañara y por supuesto de Sor Ángela de la Cruz. En 1982 todo se precipitó porque el cardenal Bueno Monreal fue a Roma a pedirle a Juan Pablo II la Beatificación de Sor Ángela. En Roma el prelado sufrió una trombosis y se nombró a un nuevo arzobispo de Sevilla, Monseñor Amigo. Para el día de la Beatificación redacté una biografía de Sor Ángela en fotos para el periódico. Y desde entonces no he dejado de escribir de ella en ABC, incluso después de mi jubilación.
-¿Qué le atrajo más de la figura de Ángela de la Cruz?
-Es una figura muy atractiva, una mujer muy moderna para su época, yo diría que una monja revolucionaria porque aunó vida contemplativa con vida activa. Mis padres eran muy devotos de ella y ayudaban en lo que podían a las Hermanas de la Cruz y mi madre fue a verla cuando murió en 1932. Yo siempre he rezado a Sor Ángela. Y poder escribir sobre ella y las Hermanas en ABC fue un privilegio para mí. Pasaron casi 71 años desde su muerte a su canonización en 2003. Mucho tiempo pero los devotos seguían rezándole porque tenían la certeza de que era santa.
-¿Por qué se tardó tanto tiempo?
-El proceso de Sor Ángela tardó mucho tiempo porque entonces no había internet y mandar un papel a Roma era una odisea, cosa que ahora no ocurre. Es directo. Hasta su beatificación en 1982 pasaron 50 años y desde ella a la Canonización en 2003 21 años. Los tiempos de Dios no son los de los hombres.
-¿Cómo fueron los milagros que se le reconocieron?
-Fueron dos, uno para la Beatificación y otro para la Canonización. El primero tuvo como beneficiaria a Concepción Núñez, viuda de Gaviño, farmacéutico de la calle O'Donnell. Cuando tenía 28 años, sufrió un neumonía muy grave porque solo tenía un pulmón y los médicos la desahuciaron. Una amiga de la familia dio a su madre una reliquia de Sor Ángela y fue al convento por hojitas de la novena. Y se curó tras una novena que hizo su familia a Sor Ángela de la Cruz. Esto fue en 1938. El segundo milagro ocurrió en 1987 con un niño de 13 años de Alcázar de San Juan, Teodoro Molina, que sufrió una embolia en la arteria del ojo. Los médicos le dijeron que no tenía solución. La cantante Antoñita Moreno tenía un programa en Radio Internacional y dijo allí que Sor Ángela necesitaba un milagro para que la canonizasen y entonces la abuela del niño escribió a las Hermanas de la Cruz contando su caso. El niño se colgó la reliquia del cuello, rezó a Sor Ángela y poco después se curó. De camino al hospital Ramón y Cajal, para una revisión, le dijo el niño a su madre que veía bien con el ojo. Allí confirmaron que la embolia había desaparecido milagrosamente.
-Su libro se divide en capítulos que aluden cada uno a una prenda de Sor Ángela.
-Sí, esa es otra novedad del libro. Se articula el texto con las prendas del hábito. Cada prenda tiene un significado del que ella misma escribió y he querido estructurarlo así. Aquí se contradice eso de que el hábito no hace al monje. La prenda 10 era un manto pero en Italia o Argentina, donde ellas tienen casa, se le prohibió llevar ese manto y se suprimió.
-¿Me puede adelantar el significado de alguna de esas prendas para ella?
-Alpargatas: el desprecio del mundo y la humillación.
-¿Cómo fue la vida de Santa Ángela de la Cruz?
-Fue una vida muy dura, de cruz. Pero ella fue muy revolucionaria. Quiso ser monja de clausura, carmelita descalza en el convento del barrio de Santa Cruz y no la admitieron como lega. Luego intentó ser monja de vida activa, y entró en las Hijas de la Caridad, pero tampoco pudo ser. Dios tenía otros planes para ella.
-¿Por qué la califica de revolucionaria?
-Porque ella en su carisma lo unió todo: vida contemplativa y vida activa y especial dedicación a los pobres. Las monjas contemplativas de los conventos de clausura son el corazón de la Iglesia y ella quiso que sus monjas fueran contemplativas y de vida activa a la vez, teniendo siempre a los pobres como su tarea más importante. Las Hermanas van a cuidarlos a sus casas, les llevan comida o avíos para guisarla, les lavan, les limpian la casa, les cambian la ropa. Hablan con los vecinos para que también ayuden. Desde 1875, fecha de su fundación, han hecho una gran labor. Siempre han estado en primera línea en todas las epidemias de Sevilla y en todas las catástrofes naturales, como las riadas. El año que viene la Compañía de la Cruz cumple 150 años.
-¿Dar de comer al hambriento es lo que más destacaría de su labor ?
-Quizá, sí. Su objetivo eran los pobres y los enfermos. Por eso, el día que la enterraron, un obrero le llevó un ramo de flores y dijo: «No van a encontrar en toda Sevilla mejores claveles que estos para Sor Ángela. Hoy me voy a quedar sin comer por haberlos comprado, pero ella me ha dado de comer muchos días a mí y a mis hijos». Y las Hermanas de la Cruz han seguido fielmente sus pasos.
-El padre Torres, que va a ser beatificado el mes próximo, fue una figura muy importante en la vida de Santa Ángela. ¿Qué contaría de él?
-Fue el cofundador de la Compañía de la Cruz. Un teólogo de mucho prestigio, que participó en el Concilio Vaticano I, profesor del Seminario, que la defendió siempre cuando a veces la gente criticaba el excesivo rigor de la Regla que había ideado. Pero supo ver el tesoro que atesoraba su alma y la secundó en todas sus iniciativas. Así estuvo de acuerdo con Sor Ángela cuando decidieron acoger a niñas huérfanas, tras la petición de un padre que murió de tuberculosis y quería que cuidaran las religiosas a su hija, que se quedaba solita porque su madre también había muerto. También en 1875 las Hermanas enseñaban a leer y escribir a las obreras.
-Ella también era una obrera.
-Era una obrera con un origen fue muy humilde que con 16 años apenas sabía leer y escribir, aunque más tarde llegara a escribir más de ocho mil cartas místicas. Sus padres eran muy pobres pero muy religiosos y le transmitieron a sus hijos esa religiosidad y se decía que de chica iba dándole besos a todas las vírgenes de Sevilla. El padre era el cocinero de los frailes trinitarios y la madre y su hermana mayor le lavaba la ropa a los frailes. Cuando tenía 11 años, sus padres la metieron en un taller de calzado que servía a las damas de la alta sociedad y a los canónigos. Se llamaba taller Maldonado y estaba en la calle del Huevo (hoy Feijoó), cerca del bar El Rinconcillo. Su maestra, Antonia Maldonado, dijo que sor Ángela sería una gran oficial y, de hecho, podría haber prosperado en el taller. Pero ella quiso ser pobre con los pobres.
-¿Cómo fundó las Hermanas de la Cruz?
-Lo hizo con la ayuda del padre Torres en 1875 cuando ella tenía 29 años. Se conocieron años antes en un confesionario. Ella quería ser monja de clausura pero era lega, sin estudios, y solo podía ser monja de coro. Cuando se lo dijeron, se desilusionó mucho, pero el padre Torres, que confesaba por aquel entonces a todas las monjas de clausura de Sevilla, la encauzó por la caridad. La ingresaron en las Hijas de la Caridad y allí la acogieron muy bien, pero por problemas de salud tuvo que salir. Luego fundó su compañía.
-¿Cómo era la vida de las hermanitas de la Cruz?
-Es muy dura. Sólo pueden comer de vigilia, el potaje de garbanzos, chicharos y verdura. Duermen una noche sí y otra no, porque cuando regresan de las velas a los enfermos, en vez de descansar se incorporan a sus tareas como si acabaran de levantar. Duermen sobre una tabla, vestidas. Y cuando son mayores y se ponen enfermas piden que les levanten las tarimas porque están acostumbradas a dormir así.
-¿Qué pasó con su convento en Sevilla en 1931 cuando se proclamó la II República?
-Como en otras ciudades hubo muchos altercados. En Sevilla el 11 de mayo los revolucionarios fueron a la iglesia de los carmelitas del Buen Suceso y le prendieron fuego. Ardió la Virgen del Carmen y luego se dirigieron a la calle Alcázares. Allí algunos quisieron hacer los mismo con la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz. Pero fueron muchos compañeros de estos revolucionarios los que lo impidieron: «A ésas no se les toca, que nos han quitado mucha hambre», les dijeron. Y pasaron de largo. Respetaron a ella y a su obra y esa misma noche las hermanas cruzaron libremente por las calles de Sevilla para asistir a los enfermos y los pobres, su tarea diaria. A ellas no les afectó directamente esa quema de iglesias de la II República en Sevilla, pero en Málaga quemaron el Palacio Arzobispal y había siete hermanas de la Cruz allí por las que Sor Ángela estaba muy preocupada. Al final, pudieron venir a Sevilla sanas y salvas. A las Hermanas les dijo un día en ese ambiente revolucionario y anticlerical que «a la larga o a la corta nos quitarán los hábitos pero si eso llega nosotras nos quedaremos en casa viviendo como viuditas y seguiremos con nuestra misión que son los enfermos para arrancar a esos pobrecitos «un Señor pequé» antes de morir«.
-Sor Ángela murió pocos meses después de la proclamación de la II República.
-Sí, ella murió en 1932. Estuvo los últimos nueve meses de su vida sin poder hablar porque en junio de 1931 le dio una trombosis. Pero el 25 de mayo, en su última carta circular no tuvo ni una sola palabra para los pecados ajenos. Al revés, reaccionó como lo hacen los santos, porque ella lo era. Murió un miércoles 2 de marzo, y el sábado día 5 de marzo, día de su entierro, el entonces alcalde de Sevilla, que ya había ayudado a que se enterrase en sagrado, convocó una sesión municipal extraordinaria. En ella el Ayuntamiento republicano acordó por unanimidad que constase en acta el sentimiento de la Corporación por la muerte de la insigne religiosa y se rotulase con su nombre la calle Alcázares donde estaba el convento de las Hermandad de la Cruz en reconocimiento a su labor.
-¿Nadie se opuso?
-Nadie. Beca Mateo, uno de los concejales de la minoría independiente católica, pidió que constase en acta «el sentimiento de la ciudad por la muerte de tan ingente valor del cristianismo y que la calle Alcázares se rotulase con el nombre de Sor Ángela de la Cruz». Todos se adhirieron con en entusiasmo a la petición, y hasta un concejal socialista pidió la palabra para rectificar a Beca Mateo y decir que «Sor Ángela de la Cruz no era un valor ingente del cristianismo sino un valor de la humanidad». De ahí la unanimidad del acuerdo.
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