entrevista
Ana, médica de familia de Dos Hermanas: «No seré brillante pero Dios me dio el don de saber escuchar a mis pacientes»
Muchos dicen en la localidad sevillana que «no hay mejor medicina que un rato de charla con la doctora Ana López» y ella sólo tiene palabras de agradecimiento para sus pacientes: «Rezo por ellos todas las noches»
«La gente ha perdido el sentido común y va a los centros de salud como si fueran cajeros automáticos»
«Veo en mi consulta a cada vez más gente enganchada a los tranquilizantes»
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En la localidad sevillana de Dos Hermanas se dice que «no hay mejor medicina que una charla con la doctora Ana López» y nos proponemos comprobarlo. Esta médica de familia de 64 años -de los que casi cuarenta lleva atendiendo a pacientes- es nieta de ... un albañil e hija de una costurera y de un pequeño empresario agrícola. «A veces, siendo adolescentes, mi padre nos llevaba a mis hermanos y a mí a recoger aceitunas porque hacía falta el dinero en casa. Mi abuelo paterno fue de los primeros que fue a la recogida de la aceituna en Argentina», cuenta a ABC. Ana, que realiza su labor en el centro de salud Santa Ana, fue la primera persona de su familia que pisó la universidad. «Mi padre era muy tradicional pero cuando le dije en 1977 que quería estudiar Medicina no hizo otra cosa que apoyarme». Miles y miles de nazarenos a los que esta doctora ha tratado -y sigue tratando- se lo agradecen.
-¿Siempre quiso ser médica?
-Sí, desde niña. Nunca pensé en ser otra cosa. Años después de licenciarme en Medicina descubrí que mi padre había sido un estudiante muy brillante pero que mi abuelo lo sacó del colegio con 14 años para ponerlo a trabajar en la aceituna. No había más remedio, era otra época. Y también descubrí que su sueño no cumplido era ser médico. Y ahora dos sobrinos, hijos de mi hermana, están estudiando Medicina.
-¿Qué es lo más importante que aprendió de su padre?
-El concepto del honor. Y el respeto a la palabra dada. Él murió con 88 años y estuvo 74 años trabajando en el negocio de la aceituna y nunca firmó un contrato. Todo era verbal y se cerraba con un apretón de manos. Y todo se cumplía a rajatabla, no hacía falta hablar ni decir más. El decía que el trabajo era sagrado, era lo más importante, mucho más que el título o el dinero que uno tuviera. «Somos lo que somos», decía. Y también recuerdo que me decía: «Yo no soy tu amigo, yo soy tu padre y las normas en esta casa las pongo yo».
-Supongo que eso no la traumatizó mucho....
-Para nada. Mis amigos decían que mi padre era muy duro, pero no era verdad. Era justo. Y no era inflexible. Y con sus normas y valores nos hizo muy fuertes a mis hermanos y a mí.
-Los padres de ahora suelen ser más colegas de sus hijos y poner menos normas. O ninguna...
-Sí. Y creo que es un gran error. Se sobreprotege demasiado a los hijos, supongo que con buena intención, y muchos jóvenes de ahora no valoran el esfuerzo ni el sacrificio. La vida es muy dura, tiene momentos muy buenos y otros muy malos, y hay que enseñar a los hijos a aceptarlos.
-Me comentan varios amigos y compañeros que viven en Dos Hermanas que se dice allí que «no hay mejor medicina que un rato de charla con la doctora Ana López». ¿Lo había escuchado?
-Lo había escuchado alguna vez. Sobre todo, de mis sobrinos (ríe). Quizá no sea una médica brillante pero tengo el don de saber escuchar. Y eso ayuda mucho en mi trabajo. También tengo que decir que mis pacientes forman parte de mi vida y que les estoy muy agradecida porque me dejen estar en sus vidas. Lo digo de verdad, no por falsa modestia. Dios me dio ese don de saber escuchar y me dio la oportunidad de estudiar lo que quería. Y eso ha sido una gran ventaja.
-Ese don que le ha dado Dios escasea bastante en este momento en España.
-En mi centro de salud trabajamos cuatro personas que pensamos lo mismo y somos un poco como los bichos raros del grupo. A nosotros nos da igual terminar la consulta a las cuatro de la tarde si sabemos que podemos ayudar mejor a los pacientes.
-O sea, que se toma el tiempo que necesita con cada uno.
-Sí, no estoy mirando el reloj en la consulta. Y gracias a eso, y al tiempo que llevo en este trabajo, cuando entra un paciente por la puerta, sé si su madre está o no enferma o que algo le pasa a su nieto. Todo eso forma parte de la medicina. Si sé que no tiene hijos, pero sí un perro, le pregunto por él. A veces caminar es la mejor receta para ciertos padecimientos y en ese caso el paseo diario con el perro es una buena terapia. Me han llegado a preguntar si le podía recetar un clamoxyl al perro, incluso si les podían dar las pastillas que ellos tomaban para el hipotiroidismo.
-¿En serio?
-Sí, mi paciente tomaba eutirox y quería darle lo mismo a su perro, que también tenía hipotiroidismo y estaba muy cansado. Pero le expliqué que no es exactamente lo mismo en un perro que en una persona y que no podían compartir el tratamiento. Pero me preocupaba mucho del perro porque era su herramienta para salir de la casa y caminar. Era su bastón.La gran enfermedad actual es la del alma. la de no encontrar un sentido a la vida.
-¿La soledad?
-Sí, de la soledad. Cuando me viene un paciente con una artrosis de rodilla, voy a tratar de aliviar su dolor, aunque no pueda curarlo. Pero sobre todo, quiero que el paciente salga de mi consulta sabiendo que yo sé que le duele la rodilla, y que él no está solo con su dolor. Y que no está solo con su rodilla, que con su rodilla estamos los dos. Yo rezo todas las noches por mis pacientes.
-¿Y qué pide?
-Que los proteja.
-¿Y que les ayude a curarlos?
-Le pido todas las noches que me dé sabiduría para poder curarlos. O aliviar su dolor. Pero no se puede imaginar la cantidad de gente que hay con depresiones por no saber enfrentarse a la vida, o por no saber aceptar que en la vida las cosas no salen siempre como uno quiere. No saber enfrentarse a la frustración. Y no podemos estar mirando al de al lado por si tiene un Mercedes y yo tengo un seiscientos.
-¿No somos felices con lo que tenemos?
-No hemos aprendido a serlo. Y tampoco hemos aprendido a aceptar el paso de los años. A mí no me gustan las arrugas que me han salido en la barbilla, las que se llaman de marioneta. Pero no me siento frustrada por eso porque las he vivido. Tampoco me gusta ver las arrugas de mis brazos pero eso no me puede paralizar ni encerrarme en un pozo.
-¿Hay que acostumbrarse a convivir con el dolor?
-Por supuesto, que tratamos de aliviarlo, pero el dolor forma parte de la vida, igual que la muerte.
-Me dijo un compañero de trabajo hace ya muchos años que si ya has cumplido los 40 años, un día te levantas y no te duele nada, «es que estás muerto»...
-Sí, algún dolor tenemos que tener. Y algún sufrimiento. Porque eso es vivir. A mi consulta me llegan muchas personas que me dicen que se encuentran muy cansadas. Y es que el cansancio es algo natural, sobre todo si tienes 60 años y quieres hacer las mismas cosas que cuando tenías 20 ó 30. Si tienes 64 años como yo, no limpies toda la cocina y los cuartos de baño en un día, deja la mitad para el día siguiente. Esas cosas se lo digo a la gente en mi consulta.
-¿Y cómo reaccionan a esos «consejos» alguien que a lo mejor buscas una pastilla milagrosa en su consulta?
-Tengo un grupo de pacientes del que estoy especialmente orgullosa a los que les animo a hacer pilates o encajes de bolillos para mejorar su estado físico y anímico. Y suelen reaccionar muy bien y mejorar.
-¿Han ido a su consulta alguna vez personas que no tenían ningún problema de salud?
-Muchas veces.
-¿Y cómo gestiona eso con la sobrecarga asistencial que sufren todos los centros de salud?
-Pues muy fácil. No salgo a desayunar y me quedo hablando con ese paciente. O bien, le digo que espere a que termine mi turno para que podamos charlar. Otra forma sería darles mi teléfono para hablar con ellos fuera de la consulta.
-¿Le da su teléfono personal muchos pacientes?
-Creo que la mitad lo tienen.
-Supongo que la llamarán mucho, cada vez que necesiten hablar o no se encuentren bien.
-Hay días que esas llamadas no me cogen bien porque estoy en casa con mi familia o haciendo algo que no se puede interrumpir, pero no soy capaz de no coger el teléfono. Siempre estoy para mis pacientes.
-Por eso dicen que usted es la mejor medicina de Dos Hermanas...
-Bueno, eso es una exageración que me hace sentirme contenta y feliz.
-¿A veces sienta mejor una charla, ya sea con usted, con un amigo o un vecino, que una pastilla?
-En muchos casos, sí. Creo que hemos perdido el sentido de la medida y buscamos en la pastilla algo que lo solucione todo. Pero la pastilla no soluciona nada. Si tienes artrosis en la rodilla, lo que te puede ayudar realmente es moverte, igual que si tengo un problema con la memoria lo que debes hacer es trabajarla
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