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Daniel Guzmán y Carla Simón, el regreso de los hijos pródigos al Festival de Málaga

Los dos directores, premiados por sus óperas primas en el certamen, vuelven a la Sección Oficial con ‘Canallas’ y ‘Alcarràs’

Daniel Guzmán en el Festival de Málaga, donde ha presentado 'Canallas' EP
Lucía M. Cabanelas

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Llegaron y vencieron, casi como Julio César pero lejos de Roma, en Málaga. Lo hicieron mirando a sí mismos, hacia sus propias vidas, a través de una cámara. Con la perspectiva que solo da el tiempo y la profundidad para entenderlo de quien ya ha vivido y madurado, Daniel Guzmán y Carla Simón se enfrentaron a su pasado, a su catarsis, y rozaron el cielo. Aunque en años diferentes, triunfaron en el Festival de Málaga con sus primeras películas como directores, moviéndose en ese espacio intangible que surge entre la realidad y la ficción, entre lo natural y lo interpretado. Cine a corazón abierto.

Ahora, estos inesperados compañeros de generación vuelven al lugar del crimen o, más bien, del éxito, con sus segundas cintas. Han pasado siete años desde que la ópera prima del cineasta madrileño, ‘A cambio de nada’, lograra la Biznaga de Oro , el premio al mejor director, el de la crítica y el de mejor actor de reparto; cinco desde la victoria de ‘Verano 1993’ . Pero el tiempo, sobre todo para dos directores que necesitan el aire tanto como volver sobre sus pasos, parece no ser nada. Guzmán y Simón coinciden en la 25 edición del Festival de Málaga, en la Sección Oficial, ella fuera de competición y él a concurso, con sus segundas películas. También en sus referentes al neorrealismo italiano, aunque cada uno lo interprete a su manera.

El director se ha tomado su tiempo antes de repetir detrás de la cámara. Hasta que encontró en un amigo de su infancia, Joaquín González, y en su «picaresca», el ‘leitmotiv’ de ‘Canallas’ , una comedia con la que sale de su «zona de confort» y que se pudo ver este sábado en el malagueño cine Albéniz. «Estaba en deuda con ellos por lo que viví con ‘A cambio de nada’, fue un impulso a mi cine», cuenta el director sobre su presencia en el certamen. Si su otra película era más trágica, aquí vira a la comedia más puramente berlanguiana. «Después de estos siete años de llorar muchísimo, de pasarlo realmente mal, quiero disfrutar con mi familia, con mis colegas, y decir: ‘Hemos hecho una película diferente, libre, auténtica, y si nos va guay, genial; y si nos va mal, por lo menos no hemos hecho la película que nos marcan los demás», cuenta a ABC.

Simón, que acaba de hacer historia al convertirse en la primera mujer española en ganar el Oso de Oro en la Berlinale , también ha presentado este sábado por primera vez en España su alabada segunda película, ‘Alcarràs’, un canto a la tierra y a la familia, a la dignidad absoluta ante la desaparición de una forma de vida, la del cultivo de melocotón, que conoce de cerca. «Hacer agricultura en familia, que es el oficio más viejo de la Humanidad, es algo que si no cuidamos va a desaparecer porque hay otros modelos de producción más masiva que funcionan mejor y son más rentables. Es una pena porque estos modelos no cuidan mucho la tierra. Cuando tienes un trocito de tierra y la tiene que heredar tu hijo, tu nieto, tu bisnieto, la cuidas; de otra manera, no», asegura la cineasta, que iba a competir por la Biznaga pero no lo hará tras su éxito en el festival alemán.

Realidad y ficción

La vuelta de los hijos pródigos sigue también otro patrón, mucho más evidente que el género, en el que se desmarcan. Cuentan la verdad a través de la ficción y emplean para ello lo que parece una fórmula tan esforzada como mágica: la fusión de actores profesionales con otros no profesionales; la metamorfosis de anónimos en inesperados talentos frente a la cámara. Ya lo habían hecho en sus óperas primas y repiten también en ‘Alcarràs’, con una improvisada e irreal familia de agricultores que sorprendió a Shyamalan y al nominado al Oscar Hamaguchi; y en ‘Canallas’, donde se mezclan intérpretes de la talla de Luis Tosar con el propio González, un personaje sin par, y su familia, todos debutantes a los ojos del público.

«La película respira de una parte real, pero casi todo es una ficción. Adapto la vida a la ficción», afirma el cineasta madrileño. Para ello tuvo que «asumir riesgos», atajar baches. «Es un trabajo mucho más duro. Te multiplica por cinco los procesos. Si tienes que estar unos tres o cuatro meses montando, te tiras año y medio; si tienes que hacer siete semanas de rodaje, haces nueve; si tienes que hacer una posproducción de un mes para que salga medianamente bien, se hace de cuatro meses. Conseguir naturalidad es trabajo», reflexiona. Coincide con Guzmán el protagonista de la cinta, que se bloqueó varias veces durante el rodaje y se volvió «muy loco», pero que se reconoce en el bosquejo final que ‘Canallas’ hace de su vida. «Hay veces que me veo, en mi forma de andar en mis gestos… Soy un gilipollas y lo ha plasmado bien», presume.

Carla Simón en el Festival de Málaga Miguel Fernández/Agencias

Carla Simón tenía claro que para ‘Alcarràs’ necesitaba gente del pueblo leridano. «Quería mantener el catalán específico que se habla en la zona y un agricultor se mueve de otra forma», reconoce. También pretendía retratar lo que significa pertenecer a una gran familia, donde «las energías se pegan y las emociones juegan un efecto dominó», aunque para ello tuviera que crearla «de cero». « Esperaba encontrar un padre y un hijo que funcionaran pero no , fue un trabajo de creación», bromea desde Málaga. Le costó meses de encuentros furtivos y escalonados, de improvisaciones del reparto coral, de conocerse, en definitiva, para crear lo que no venía unido por la sangre. Sobre todo con los niños, de los que ya es experta directora. «Puede parecer que no es necesario, pero es importante que ellos se crean las relaciones. Había que crear esa intimidad, tienen que sentirlo de verdad. Al final, todos nos fuimos creyendo que éramos familia», explica.

Para la catalana, todo es familia pero también pérdida. De un ser querido, de una tierra. De una forma de vida y, por tanto, del aprendizaje de otra nueva. Su última película surgió, precisamente, tras la muerte de su abuelo. Quería retratar y honrar su legado. «Mis películas son duelos. En ‘Verano 1993’ es el primer verano en un sitio nuevo; en ‘Alcarràs’ es el último. Ambas son un adiós. Aceptar me cuesta, por eso es algo que entiendo tan bien».

Mucho les une, pero todavía más les separa. En ‘Canallas’ todo se complica, pasan muchas cosas todo el rato. ‘Alcarràs’, en cambio, es de esas historias en las que no necesita pasar nada para que suceda todo. Y, aún así, tienen ganado el aplauso en Málaga. Uno con risas, la otra más cerca del llanto.

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