'Virus de Matusalén', las enfermedades enterradas que pueden despertar y ser una amenaza
Los científicos alertan sobre microorganismos que con el aumento de las temperaturas y de la actividad naviera se están liberando
La otra 'guerra fría' de Putin ya se libra en el Ártico
Pithovirus sibericum que se aisló en 2014 de una muestra de permafrost de 30.000 años de antigüedad
Los científicos han advertido que la humanidad se enfrenta a una nueva y extraña amenaza. El aumento de las temperaturas, que están provocando el derretimiento del permafrost, y un incremento de la actividad naviera en zonas de Siberia podrían liberar en el Ártico microbios atrapados en el permafrost durante más de 30.000 años. Una alerta que ha confirmado el genetista Jean-Michel Claverie de la Universidad de Aix-Marsella. Y que ha respaldado la viróloga Marion Koopmans del Centro Médico Erasmus de Rotterdam. La cual ha incidido en que existe un riesgo real de que un virus pueda desencadenar un brote de enfermedad, por ejemplo mediante una forma antigua de polio. «Tenemos que asumir que algo así podría suceder», señala a The Observer.
«Vivimos en un mundo de microorganismos. Lo conocido es muy muy poco. Por lo tanto, de las perforaciones o de los estudios que del permafrost pueden salir muchísimas cosas«
José Luis Copa Patiño
Profesor de microbiología en la Universidad de Alcalá
En detalle, han explicado que el problema más cercano en el tiempo es la desaparición del hielo marino del Ártico. Lo que se traduce en un aumento del transporte marítimo en Siberia y en la planificación de grandes operaciones mineras que buscan extraer petróleo y minerales perforando enormes agujeros en las profundidades del permafrost.
Derretimiento del hielo
En concreto, el Instituto de Investigaciones Geológicas de EE.UU. afirma que en la zona ártica existen unas reservas de 20.000- 46.000 millones de petróleo y de 36-83 billones de m3 de gas. Una enorme riqueza que se completa con yacimientos de manganeso, plomo, oro y diamantes, junto a otros recursos que podrían explotarse. «Esas operaciones liberarán grandes cantidades de patógenos que aún prosperan allí. Los mineros entrarán y respirarán los virus. Los efectos podrían ser calamitosos», indicó el científico francés.
Cuestiones militares y energéticas en torno al Ártico
El grupo de Claverie, en 2014, ya consiguió aislar virus en Siberia que aún podían infectar organismos unicelulares. Una muestra incluso tenía 48.500 años. Y posteriores estudios identificaron siete sitios diferentes en Siberia en los que podían encontrarse lo que llaman virus zombie o virus Matusalén que aún podían atacar a células cultivadas. «Pero podrían existir otros que podrían infectar al ser humano. Hemos identificado rastros genómicos de poxvirus y herpesvirus, que son patógenos humanos bien conocidos, por ejemplo», ha indicado el genetista a la publicación británica.
José Luis Copa Patiño, profesor de microbiología en la Universidad de Alcalá, nos recuerda que en realidad vivimos en un mundo de microorganismos. En cuanto a las bacterias solo conocemos aproximadamente del 1% al 3% de ellas, el resto nunca las hemos estudiado, principalmente porque no crecen en los medios de cultivo. Y en el caso de los virus, el porcentaje estudiado sería incluso menor. «Lo conocido es muy muy poco. Por lo tanto, de las perforaciones o de los estudios que del permafrost pueden salir muchísimas cosas«, afirma.
Un punto a favor es que podrían encontrarse virus capaces de realizar la fagoterapia, es decir que fueran capaces de destruir a las bacterias resistentes a los antibióticos, y que son actualmente una gran preocupación. No obstante, cabe reseñar que en 2011 los científicos consiguieron extraer ADN de bacterias, de hace 30.000, que estaban enterradas en el hielo, y que eran resistentes a los antibióticos.
Patiño también nos señala que otro factor a tener en cuenta es la temperatura del suelo. Cuando esos microorganismos se liberen moléculas como el metano o el CO2 lo harán con ellos, lo que a su vez aumentaría aún más la temperatura de la región.
Además, en la turba que hay en el permafrost está almacenado el 40% de los depósitos de carbono del planeta. Su derretimiento sería como quemar varias veces todos los bosques del mundo. Y un estudio del profesor Paul Glover, de la Universidad de Leeds, indica que la desaparición del permafrost en el Ártico liberaría el gas radón, un gas radiactivo que provoca una de cada diez muertes de cáncer de pulmón.
Las cosas están cambiando
Oriol Grau, investigador postdoctoral Marie Curie de la Universidad de Amberes (Bélgica) aclaró a ABC que el permafrost es el suelo que está permanentemente congelado. Sobre él hay una parte superficial, denominada activa, que durante la estación cálida se puede derretir, pero por debajo, el permafrost quedaba siempre intacto. Esta capa helada «se encuentra en zonas árticas y subárticas o de mucha altitud», afirma. Y cubre una quinta parte del hemisferio norte.
Y Miguel Ángel de Pablo, geólogo y profesor de ciencias ambientales de la Universidad de Alcalá, nos explicó anteriormente que el espesor del permafrost puede llegar a centenares de metros y la capa activa tiene entre unos pocos centímetros y un par de metros. «Pero ahora estamos viendo colapsos del terreno». En suma, el permafrost está cambiando y está afectando a su entorno.
Los árboles se inclinan precariamente en Duvanny Yar, al suroeste de la ciudad de Chersky, República de Sakha (Yakutia), y se ofrece una vista lateral del deshielo del permafrost que tiene lugar bajo tierra
Claverie dijo que el punto crucial del permafrost es que es frío, oscuro y carece de oxígeno, lo cual es perfecto para preservar material biológico, es más se podría poner un yogur en permafrost y aún podría ser comestible 50.000 años después.
Pueden volver
Y no es un temor gratuito, en 1918, en cadáveres enterrados en fosas comunes de Alaska se descubrieron fragmentos de ARN del virus de la gripe española. Y los científicos creen que la viruela y la peste bubónica también pueden estar enterradas en Siberia.
Asimismo, en un estudio de 2011 Boris Revich y Marina Podolnaya afirmaban que por el derretimiento del permafrost, infecciones mortales de los siglos XVIII y XIX pueden volver. Y señalaban que las zonas cerca de los cementerios, donde fueron enterradas las víctimas de estas enfermedades, pueden ser los focos. Este estado de alerta no solo se extiende a las zonas con hielo, dado que en 2017, científicos de la NASA ya encontraron microbios de 10.000 y 50.000 años de antigüedad en cristales en una mina mexicana.
Patiño también destaca que los virus que pueden aflorar de la deforestación de selvas. Virus que ha estado dentro de determinados animales en lo profundo de la selva y que pueden entrar en contacto con el ser humano. «Vivimos en un mundo muy globalizado y cualquier cosa nos afecta a todos», afirma el profesor de microbiología.
Planificar
Frente a estas preocupaciones los científicos han comenzado a desplegar una red de vigilancia del Ártico para la detección de casos de personas infectadas por microorganismos antiguos. Que a su vez servirían para contener la expansión del brote. Para ello se han centrado en las regiones del sur.
Por el contrario, Claverie señala que se ha desatendido la posibilidad de que un brote pudiera surgir en el extremo norte y viajar al sur. «Creo que eso es un descuido. Hay virus ahí arriba que tienen el potencial de infectar a los humanos y provocar un nuevo brote de enfermedad».
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De Pablo recuerda que hace ya unos años, una niña y su padre enfermaron de ántrax por tocar los restos de un reno cuando este surgió al descongelarse la capa de permafrost en el que estaba. Y también se infectaron más de 2.000 renos. Eso pone de manifiesto, para el experto, que podría haber bacterias o virus para los que los ecosistemas actuales y nuestros sistemas no estén adaptados. De ahí la advertencia constante de los científicos por un problema latente y verdadero. Y sobre todo, inciden en el precio de no estar preparados.
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