De Lejos
¿Por qué se molesta el Kremlin en orquestar otras elecciones 'fake'?
Si Rusia hubiera sido una democracia, Putin habría abandonado el poder en 2008
Leonid Volkov, opositor ruso y aliado de Navalni, atacado con un martillo y gas lacrimógeno en Lituania
Una mujer se hace fotos junto a un Putin de cartón
Si Vladimir Putin depende muchísimo más de los votantes de Estados Unidos que de los de Rusia, ¿por qué se molesta en orquestar a partir del viernes tres días de elecciones 'fake'? En estos deprimentes tiempos de política comparada –autocracias cada vez más perfectas ... y coordinadas frente a democracias cada vez más imperfectas y divididas– no parece que el siniestro régimen de Moscú necesite celebrar unos comicios más coreografiados que una función del Bolshói.
El 'ruscismo' de Putin (la declinación rusa del fascismo) ha conseguido que todos los líderes opositores estén muertos, en la cárcel o en el exilio, además de instaurar un sistema de propaganda en el que decir la verdad o cuestionar al poder se ha convertido en una actividad de altísimo riesgo. Sin reparo alguno a la hora de provocar la muerte de cientos de miles de sus conciudadanos y de sus vecinos con tal de afirmarse y mantenerse en el poder, cuesta entender la necesidad de unas elecciones sin otra opción que el inevitable Putin.
Si Rusia hubiera sido una democracia, Putin habría abandonado el poder en 2008, cuando expiró su segundo y último mandato constitucional. Desde entonces, la lucecita del Kremlin que nunca se apaga ha descubierto que las dictaduras que convocan y amañan elecciones tienden a ser mucho más estables y efectivos que aquellos regímenes que no se molestan en realizar pantomimas de la rendición de cuentas a través del voto popular.
En el caso de Putin, como buen capo mafioso, todo es una cuestión de estatus, tanto dentro de su banda como ante el mundo. Putin ya es el autócrata ruso más longevo desde Stalin. Con opciones de superar los 29 años de su genocida predecesor, siempre que el cuerpo aguante. Su plan maestro no es otro que privar a la mayoría de los rusos de la capacidad para imaginar un futuro sin él. Para qué perder el tiempo con el estado de derecho, los derechos humanos o elecciones de verdad cuando se puede tener «Putinismo para siempre».