FAMILIA REAL l DON JUAN CARLOS
Don Juan Carlos, Rey de todos II
Muerte del Conde de Barcelona
El 1 de abril de 1993, el Rey vive uno de los momentos más dolorosos con la muerte, tras una larga enfermedad, del Conde de Barcelona. Don Juan de Borbón, que encarnó durante 36 años la continuidad de la Dinastía histórica como Jefe de la Casa Real española, recibió los honores fúnebres que corresponden a los Reyes de España y fue enterrado en el Panteón de Reyes de El Escorial como Juan III. Miles de personas se acercaron al Palacio Real para despedir al Conde de Barcelona y acompañar a Don Juan Carlos y Doña Sofía, que profundamente emocionados no pudieron contener las lágrimas.
Aquel día los papeles se invirtieron, pues lo habitual era, y es, que sean los Reyes quienes lleven palabras de consuelo a los españoles que sufren desgracias. Como ocurrió, por ejemplo, en agosto de 1996, cuando Don Juan Carlos y Doña Sofía interrumpieron sus vacaciones en Palma de Mallorca para trasladarse a toda prisa junto a las familias de las 87 personas que habían perdido la vida en la riada de Biescas. O en diciembre de 2002, cuando el Rey se trasladó a Galicia para llevar su apoyo y solidaridad a los afectados por la catástrofe del «Prestige». O, más recientemente, tras los atentados del 11-M, cuando Don Juan Carlos, acompañado por toda la Familia Real, se volcó en cariño y afecto con las familias de las víctimas y los heridos.
En los treinta años de Reinado, el Rey sólo ha transmitido dos mensajes extraordinarios a la Nación. El primero fue el 23 de febrero de 1981 y el segundo el 11 de marzo de 2004. Sin embargo, en otros momentos de tensión, como los que sucedieron a la guerra de Irak, Don Juan Carlos se pronunció en la primera ocasión que tuvo: «He seguido con gran preocupación el desarrollo de esta crisis, de la que estoy siendo permanentemente informado, escuchando las distintas opiniones que suscita. La Corona mantendrá su papel integrador, al servicio de los valores democráticos y del interés general. Respaldará en todo momento a las distintas instituciones del Estado» y «respetará el pluralismo social y los debates que corresponde desarrollar a las fuerzas políticas, conforme a nuestra Constitución».
Llamamientos a la unidad
En los últimos tiempos, que las declaraciones y propuestas de algunos políticos hacen pensar que se han acentuado las tendencias centrífugas en España, son constantes los llamamientos del Rey a la unidad y a la prudencia. «En nuestra Nación y en nuestro Estado hay sitio para todos», afirmó durante la apertura de la VIII legislatura. «Una vez más apelo a la prudencia y a la responsabilidad, a los hábitos del diálogo sincero, del consenso y la moderación, para preservar y fortalecer juntos los pilares esenciales de nuestra convivencia».
En los mismos términos se pronunció en su último discurso de Navidad, cuando insistió en que la Corona «siempre alentará y preservará la unión solidaria de las diversas tierras de España».
En los últimos dos meses, el Rey ha instado en tres ocasiones a preservar la unidad de España y son constantes sus referencias a la Constitución de 1978, fruto del más amplio consenso alcanzado jamás por los españoles. Aunque España está viviendo el periodo de prosperidad y convivencia democrática más largo de su historia, esta experiencia de éxito necesita del permanente efecto integrador de la Corona.

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Oficio admirable
Benigno Pendás
Las buenas gentes machadianas laboran, pasan y sueñan... También sienten. Don Juan Carlos les inspira respeto y afecto: encarna la idea romana de «auctoritas», mezcla de gravedad y mesura, de firmeza y perseverancia, de cercanía y calor humano. Maneja como nadie la distancia corta, la frase oportuna, el consuelo cordial.
El Rey está siempre y acude con generosidad cuando es requerido. Escribe cada día una página nueva en el arquetipo de la Monarquía parlamentaria, milagro constitucional que consiste en adaptar una institución milenaria a la sociedad democrática de masas.
Entiende la política como saber prudencial, que no conoce geometrías ni dogmas: espejo de la vida, requiere una mezcla sutil de principios y estrategias. Otro milagro mayor: en plena cena de Nochebuena, logra que se mantenga el silencio en muchos hogares españoles. Es fuente de orgullo cuando se compara con gobernantes extranjeros. Transmite solidez en el ejercicio de su responsabilidad familiar. Oficio admirable, ser el Rey de todos los españoles.
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