Isabel, hermana de María Jiménez: «Era única. No habrá otra como ella»

Es la primera Navidad sin María Jiménez y su ausencia es más que evidente. «Lo llenaba todo, era una presencia muy potente», dice su hermana Isabel, su auténtica confidente y conocedora de todas sus penas y alegrías. Con Isabel hablamos de María Jiménez.

—Una Navidad sin María Jiménez en casa tiene que ser una Navidad más triste. ¿Cómo recuerda tantos años celebrando su lado?

—Durante muchos años hemos celebrado todos juntos la Navidad en la casa de Chiclana hasta que nuestros hijos se hicieron mayores y todo era más complicado. Fue cuando María decidió comprarse una casa en Sevilla y entonces venían a mi casa, con su hijo y su mujer, y así festejábamos la Nochebuena y mi cumpleaños ya que nací esa noche. Recuerdo que mi hermana siempre decía que a mi madre le tenían que haber dado un premio por mi nacimiento por lo bonita que era. Siempre me lo repetía. Unos años la fiesta era en casa, otros en la suya, a veces en Chiclana, pero en los últimos tiempos y por el frío optamos por comer el día 25. A veces el día 31 yo me iba con mi marido a Chiclana para estar con ella. Siempre nos veíamos de una u otra manera pero esta vez ya no ha podido ser. El niño (Alejandro) ha comido en Toledo y yo en Sevilla con mis hijos acordándome mucho de ella.

—¿Y qué es lo que más añora?

—Sus llamadas. El día 24 me llamaba para decirme que era un año más vieja y le iba a coger la delantera. No veas cómo nos reíamos. Cuando se le olvidaba la llamaba yo y le decía que no me había felicitado y me respondía «¿pero hija este año también cumples?». Nos mondábamos de risa en casa recordándola. Era muy espontánea y no veas las cosas que decía. La última vez que comió en casa dijo que no volvía porque no la dejábamos beber. Era genial y te aseguro que la echo muchísimo de menos.

—¿Nunca perdió ese humor?

—Jamás. Te diré que nunca estaba triste. Llevaba por dentro sus penas pero no fue de esas personas que se lamentan. Jamás la he visto llorar. Nunca hablábamos de tristezas. De vez en cuando hablaba del marido y cuando empezaba a calentarse le decía que se callara y pasara del tema.

—Era una mujer que llenaba mucho.

—Muchísimo. Hacía mucho ruido, no paraba y era una presencia muy fuerte. A mi marido todo el día le decía cómo tenía que cocinar y no paraba quieta. Le gustaba protestar por todo y luego lo pasaba genial. Era así.

—¿Qué recuerdo más especial le queda?

—La pena más grande que recuerdo fue la Navidad de hace dos años tomando las uvas a las ocho de la tarde metidas en el hospital. Estuvimos solas y se empeñó en que comprar una botella de champagne. Le traje un refresco y así brindamos. En ese momento creí que se nos iba y lo tengo grabado en el alma.

—¿Qué lleva de ella?

—Mi hermana me regaló dos brillantes. Uno hace años que llevo de anillo y después con el tiempo me dio otro. Tengo collares de coral y muchas cosas pero me hace especial ilusión su nombre grabado en oro que llevaba con una cadenita en el cuello pero que la pobre no podía ponerse porque se hinchó y no le cabía. Me dijo que me lo quedara y estos días la llevo. Siempre fui su niña bonita y me mimó mucho. Nos hemos peleado mil veces pero estaba cuando me necesitaba. Tengo la conciencia muy tranquila en ese sentido porque la he apoyado en todo.

—¿Cómo es hoy su relación con su sobrino Alejandro?

—Nos vemos poco porque vive en Toledo pero solemos hablar. Este fin de semana, nos hemos visto fuera y dentro del plató y ayer desayunamos juntos. Con mi sobrino me he peleado veinte veces pero como pasa en tantas familias y más en la nuestra que todos somos de carácter fuerte, pero sabe que me tiene. Me dijo que iba a ir a la televisión y lo primero que le dije es que se pusiera guapo y que cuidara a su madre. Mi sobrino ha vivido una parte de la vida de mi hermana, pero yo he vivido todo y hay que saber entender muchas cosas.

—¿María le ha dejado a su hijo la vida solucionada?

—No sé bien lo que disponía María pero sí que todo ha sido para Alejandro. Creo que si él es capaz de administrarse puede vivir bien. Mi hermana tenía la casa de Chiclana y una finca ya que el resto lo había vendido antes.

—¿Cómo recibe el cariño de la gente hacia su hermana?

—Me sorprendió muchísimo su despedida. Recuerdo que cuando dijo que el día que muriera quería ir en un coche de caballos yo le contestaba que sí a todo y le decía de cachondeo que no se preocupara que iríamos detrás del coche de fiesta con toda la gente divertida de Triana pero te aseguro que nunca imaginé lo que se organizó. Cada vez que salgo a la calle la gente no para de hablarme de ella y no veas con qué cariño la recuerdan. Estoy emocionada y sorprendida. Mi hermana era única, no va a nacer otra como ella.

—¿Qué le hacía feliz a María?

—Que su hijo y yo estuviéramos a su lado. María sabía que teníamos nuestras discusiones y por eso cada vez que venía de Toledo le decía que me llamara para tenernos a su lado. Estaré a su lado siempre y cuando me haga caso y escuche mis consejos.

—¿Te pidió María que cuidaras de su hijo?

—Ella sabía que nunca iba a apartarlo. Piensa que le he criado como un hijo y estaba tranquila porque sabía que no le iba a dejar solo.