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¿Quiénes son las cholitas escaladoras? La inspiradora historia de estas mujeres bolivianas

Féminas 2023

Su testimonio, durante una ponencia en Asturias, conmovió a los asistentes. Allí recibieron el premio Guardianas de la Tradición por su trabajo

La ola posmilenial apuntala el talento gastronómico con nombre de mujer

Ana Lía Gonzáles, cholita escaladora, en el restaurante Gustu de La Paz (Bolivia) Giancarlo Aponte

Lucía Díaz Madurga

La Paz (Bolivia)

«La montaña te enseña mucho. A compartir, a tener respeto, a ser muy humilde, a perder el miedo y a confiar, en ti misma cuando estás sola y, en los demás, cuando vas acompañada», cuenta Ana Lía Gonzáles, cholita escaladora profesional de 33 años, sentada en una mesa del restaurante Gustu, en La Paz, de la cocinera Marsia Taha y considerado el mejor restaurante de Bolivia.

Vestida casi como cuando escala -a la manera tradicional de las mujeres aimaras y a falta de unos crampones, unas cuerdas, el casco y la piqueta-, con una amplia falda rosa llena de enaguas, una blusa cubierta por un mantón de lana, dos trenzas largas atadas entre sí y un sombrero bombín, explica cómo comenzó en la escalada. Lo hizo de la mano de sus padres, Dora Magueño, cocinera y escaladora, y Agustín Gonzáles, guía de alta montaña.

«Siempre he trabajado en la cocina hasta que mi marido me propuso cocinar en el campo base, a 3.500 metros de altitud sobre el nivel del mar, para los extranjeros que guiaba en sus expediciones», explica Magueño, de 57 años. «Quería saber qué era lo que sentían al llegar a la cima y al descender de ella. Conocer por qué se emocionaban, por qué algunos bajaban tristes y otros alegres. Por eso, un día decidí subir hasta los 5.000 metros y tocar cima», recuerda.

Así es como comienza la historia de unas cholitas escaladoras a las que les han seguido otras muchas, como su hija Lía Gonzáles, con la que ha recorrido las cuencas mineras de Asturias, en diferentes lugares de los valles centrales del Nalón y el Caudal que unen la cordillera Cantábrica con la meseta central asturiana.

«Hay muchas personas que piensan que no somos capaces de llegar hasta la cima, pero la montaña no discrimina»

Dora Magueño

Cholita escaladora

Allí han participado en la tercera edición de FéminAs y recibieron de manos de Graciela Blanco, viceconsejera de Turismo del Principado, y de Benjamín Lana, director general de Vocento Gastronomía, el premio Guardianas de la Tradición, que otorga este congreso, por su historia de superación y su lucha por la igualdad. Un galardón que ya han recogido en citas pasadas la Asociación de Picanteras de Arequipa (Perú) y las cocineras tradicionales de Oaxaca (México).

Conquistar el Huayna Potosí a 6.088 metros

La historia de la primera vez que este grupo de mujeres escaladoras 'cholas'-entre las que se encuentran esta madre y su hija- alcanzó la cima del Huayna Potosí, a 6.088 metros sobre el nivel del mar, en la Cordillera Real en los Andes, se plasma en el documental de Netflix 'Cholitas'. Un filme que ha podido constatar a nivel mundial el símbolo de empoderamiento y liberación en el que se han convertido estas mujeres, especialmente por el papel que este colectivo femenino ha jugado en la sociedad boliviana y en gran parte de Los Andes.

Discriminadas por aimaras, por indígenas y por ser mujeres, han logrado poner de relieve la importancia histórica y cultural de sus raíces escalando algunas de las montañas más altas del mundo y, en especial, el pico más alto de América con su traje tradicional. «Hay muchas personas que piensan que no somos capaces de llegar hasta la cima, pero la montaña no discrimina», advierte Magueño.

En ella dan consuelo a los extranjeros que tratan de coronar las cumbres bolivianas con el calor reconfortante de sopas -entre ellas el 'chairo paceño'- con vegetales deshidratados, legumbres y cereales que ellas mismas cultivan. En FéminAs han explicado cómo se hace esa «sopita» con zanahoria, papa, zapallo -calabaza-, nabo, chuño -un ingrediente milenario, elaborado con papa helada y seca que ya usaban los aimaras y los incas y que, además, se conserva mucho tiempo-, trigo, menta y chicharrones. Y, también, con el mate de coca, para paliar el temido mal de altura. «No nos gusta comer de sobre, en montaña tenemos que alimentarnos bien», destacaron en su ponencia madre e hija.

«Si tienes alguna preocupación o pena, la montaña te la quita. Escalar es una terapia para nosotras y, por supuesto, tenemos miedo, pero nuestro próximo sueño es ir al Everest», aseguró Lía Gonzáles en su ponencia en el congreso de Asturias.

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