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Voluntariado en familia: «Para apuntarse solo se necesita tratar a estos niños con cariño»

La ONG Nadiesolo ofrece un programa para padres e hijos que quieran compartir un rato de ocio con niños con discapacidad

Adolescentes que hacen voluntariado: por qué se los rifan en las empresas 

La pequeña Carla, de 4 años, recibiendo su regalo de manos de la familia voluntaria formada por Jéssica, su marido Michael y los hijos de ambos ABC
Carlota Fominaya

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Sesenta y ocho niños con discapacidad intelectual recibieron recientemente sus regalos de Reyes Magos anticipados de manos de las familias participantes del programa más entrañable de la Fundación Nadiesolo, especializada en acompañamiento a personas en soledad.

Esta tercera edición de la Cabalgata de la Ilusión estaba compuesta por voluntarios padres e hijos que, durante todo el año lectivo, dedican sus fines de semana al acompañamiento de menores con discapacidad intelectual.

Con ellos comparten su ocio, al tiempo que ofrecen apoyo y un respiro a las familias cuidadoras, en muchos casos monoparentales, como es el caso de Jéssica, madre de Carla, una niña de 4 años con síndrome de Down.

La propuesta de esta entidad va dirigida a acompañar a menores hasta los 12 años que, como Carla, tienen discapacidad. Los niños a los que se visita, explica Violeta Jaraquemada, de Nadiesolo, «son alumnos de centros de Educación Especial y Ocupacionales públicos y concertados que son seleccionados por los profesionales de los colegios donde acuden como las personas que más lo necesitan».

Violeta Jaraquemada, de Nadiesolo

«Los beneficiarios son menores con pocas ocasiones de ocio»

Una madre usuaria se abraza con una voluntaria de Nadiesolo abc

La esencia del programa, apunta Jaraquemada, «es ofrecer a estos pequeños un tiempo de ocio porque fuera de sus centros educativos son menores que tienen pocas oportunidades de tener amigos como los demás, cuando poder jugar, tener amistades, es un derecho de toda la infancia».

Los participantes, tanto los padres cómo sus hijos, explica María A. G, coordinadora de voluntariado familiar en el colegio Tajamar-Los Tilos, «comparten con estos pequeños salidas de adaptación al entorno, juegos al aire libre, visitas a museos, espectáculos, paseos, ludotecas, fiestas… y, al mismo tiempo, tienen la oportunidad de educar a sus hijos en la solidaridad y en valores a través del voluntariado».

Eugenia y José Antonio, familia voluntaria

«Para apuntarse solo se necesita tratar a estos niños con cariño»

María Fernanda, recibiendo los regalos de manos de los hijos de Eugenia y Jsé Antonio ABC

Esta es la principal motivación de muchos de los usuarios que se acercan a este tipo de actividades, convencidos de sus bondades para todos, padres e hijos y niños usuarios. «Salimos todos ganando pero las familias participantes infinitamente más», asegura Eugenia, madre de cuatro hijos. «La experiencia es increíble porque realmente te das cuenta de que recibes muchísimo más de lo que das. Parece una frase hecha, pero es una realidad».

Se trata, reflexiona esta mujer, «de un plan familiar en el que, a la vez, transmites determinados valores que muchas veces no sabemos cómo inculcar. Normalmente queremos que 'sean', que 'hagan'... con esto te ven a ti, que una mañana de sábado dejas tu vida y tus planes para compartirlos con alguien que lo necesita».

Gabriela, de 12 años, Eugenia, de 10 y los mellizos Álvaro y Maleni, de 8, los cuatro hijos de Eugenia, «lo disfrutan muchísimo y suelen preguntar cuándo les toca. Es una manera de ponerles delante de una realidad a la que no están acostumbrados y en la que aprenden que hay niños que no tienen tanta suerte como ellos o que tienen unas limitaciones que hace que tengan una vida más difícil».

En este sentido, hay un aspecto que ella quiere destacar, y es que no se necesita mucho para participar. «Creo que siempre pensamos que para hacer voluntariado hay que disponer de mucho dinero para irte a otro país, o tener unas condiciones especiales cuando realmente con este programa solo necesitas de dos semanas al trimestre y, sobre todo, de muchas ganas y cariño. Que nadie deje de apuntarse porque crea que no lo puede hacer. Cualquiera puede participar y hacerlo fenomenal porque solo se necesita tratar a estos niños con el mayor cariño del mundo», concluye.

Jéssica y Michael, familia voluntaria

«Ayudas a los cuidadores, porque les estás dando un respiro»

Jéssica y Michael, con sus hijos, los pajes, un Rey Mago y la pequeña Carla, en el suelo con sus regalos ABC

De hecho, reconoce Jessica, madre voluntaria y profesora de educación especial, «nosotros nos damos cuenta de que en nuestro entorno lo ven como algo complicado cuando es algo súper fácil de hacer». Esta actividad, explica, «te ocupa tan solo cinco sábados a lo largo del curso escolar. Son ratos en los que ayudas también a los cuidadores de estos niños porque les estás dando un respiro».

Cristina y Pedro, familia voluntaria

«Mis hijos se llevan una complicidad para el futuro»

Cristina, con su marido Pedro, sus cuatro hijos y el pequeño David, el niño usuario ABC

El aprendizaje de los cuatro hijos de Cristina, de edades comprendidas entre los 12 y los 7 años, es similiar. «Conocer a niños en situación de vulnerabilidad y ver lo agradecidos que están de compartir un rato les hace reflexionar y salir de sí mismos».

«Creo que además van creando una complicidad y un lenguaje familiar que espero que trasladen después a su descendencia», concluye.

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