«Una caricia, una mirada... el amor es la verdadera medicina para el cáncer de mi hijo»
Una madre explica cómo el cariño que reciben por parte de su entorno les ha servido como vitamina ante la enfermedad de su pequeño de 12 años
El entrenamiento físico que permite a los padres ser activos en la curación del cáncer de sus hijos

El 14 de febrero se conmemora el Día de San Valentín, también denominado como Día del Amor y al Amistad. Se trata sin duda de una fecha en la que se ensalza el valor del amor por encima de todo, puesto que, cada vez más, los expertos detallan su beneficiosa aportación para el bienestar de quien se siente querido. Y mucho más cuando se pasa por malos momentos a edades tempranas. Por ello, y aprovechando también que mañana 15 es el Día Internacional del cáncer infantil, desde la Fundación Juegaterapia han querido lanzar una campaña para ensalzar que «nuestro amor les hace más fuertes».
Así lo apunta Mario Alonso Puig al puntualizar que hay muchos estudios científicos que muestran cómo, cuando una persona se siente querida y acompañada, su organismo responde de una forma favorable. Por ejemplo, se reduce su dolor físico, dolencia que puede ser causada por la propia enfermedad, o por el tratamiento que recibe. «Además, se produce una activación del sistema nervioso parasimpático y fundamentalmente del nervio vago anterior, lo que facilita lo que se llama la coherencia cardiaca; un funcionamiento armónico del corazón, que es beneficioso para el cuerpo en su conjunto».
El amor, prosigue, «favorece el buen funcionamiento del sistema inmune, que es el que tiene que protegernos frente infecciones y tumores. Regula el sistema cardiovascular, el sistema endocrino y al metabolismo. La persona que se siente amada, que se siente acompañada, que no se siente sola haciendo frente a una enfermedad, está con más calma, con más serenidad, con más ilusión, con más confianza y con más esperanza. Por eso es tan importante que los niños que están haciendo frente al que probablemente será el mayor desafío de su vida, se sientan profundamente amados y absolutamente acompañados».
Rosa Isabel no puede estar más de acuerdo con las palabras de Mario Alonso Puig. El 8 de mayo de 2024, los médicos que estaban estudiando a su hijo por tener un bulto en la axila, la llamaron para comunicarle «no tenemos buenas noticias». Le informaron de que su hijo Víctor de 12 años padecía un linfoma naplásico de células grandes ALK positivo. Un cáncer.
«En ese momento caminé por el pasillo del hospital sintiendo la pesada mochila que me acababa de caer en mi espalda, pero con la mirada puesta en un futuro optimista. Nos instalaron en la quinta planta del Hospital Materno Infantil Princesa Leonor de Almería dedicada a oncología. Desde el primer minuto nos sentimos completamente arropados. Los médicos nos dijeron: »No estáis solos, estáis acompañados de muchas personas que os vamos a ayudar en cada momento«. Esas palabras de cariño, seguridad, de tranquilidad y cercanía nos dieron mucha serenidad para comenzar el tratamiento. Yo era consciente de que los doctores me habían entregado un dorsal de una maratón que yo no sabía cuántos kilómetros iba a correr, pero que iríamos de la mano y no me iban a soltar por el camino».
Esta madre destaca que esta sensación de complicidad y amor se respiraba por toda la planta del hospital, tanto por parte de los médicos, como de las enfermeras, celadores... «Todos tenían buenas palabras, sonrisas, detalles... Recuerdo a una enfermera que tuvo mi hijo durante el mes de agosto que apenas nos conocía y que en su turno de noche le tejió una tortuga de lana porque sabía que a mi hijo le gustaban mucho. Todo eran muestras de afecto y, de esta manera, nuestra lucha contra la enfermedad está siendo mucho más sencilla porque en el tratamiento te sientes como en una montaña rusa con días peores y mejores».
Recuerda incluso, que desde el primer día, tras conocer el diagnostico, al despertar de la sedación, al salir del quirófano, durante las curas tan dolorosas, recibiendo los ciclos de quimio… Víctor siempre ha mantenido la sonrisa, aunque hubiese momentos en los que le brillaban los ojitos… «Las palabras de los médicos y enfermeros, sus chascarrillos con mi hijo y el ambiente que creaban (por ejemplo, se inventaban que tenían un spray mágico para que no sintiera dolor, le montaron una especia de peluquería en la habitación para raparle la cabeza...) le han hecho que siempre mantenga su sonrisa y su fortaleza por seguir adelante. Es increíble, pero en una ocasión, Víctor me dijo: 'mamá, aquí lo difícil lo hacen fácil».

Pero el amor de Rosa Isabel hacia su hijo también cambió en cierta medida. «Te vuelves una mamá leona», puntualiza a ABC. «Se ha creado un lazo de unión entre nosotros que es indestructible. La fuerza del amor que sentimos y recibimos nos empuja a seguir adelante. Una caricia, una mirada... el amor es nuestra verdadera vitamina, la única medicina. Cuando vienen momentos duros nos agarramos de la mano, tenemos ese contacto físico que nos calma. Sabemos que la enfermedad es fea. Mi hijo dice que no es mala suerte lo que nos está pasando porque se da cuenta de que no somos los únicos que la sufrimos, hay muchos niños en el hospital. El cariño y el amor son pura vitamina», insiste esta madre.
Un gran equipo
Víctor tiene una hermana de 16 años y un hermano de 19. «A pesar de que mi marido, Víctor y yo sabíamos que padecía un cáncer, no quisimos decir nada a sus hermanos porque el mayor estaba con la Selectividad y mi hija preparándose para ir un año escolar a Reino Unido. Sin embargo, Víctor un día se lo dijo con toda naturalidad por teléfono: «es un cáncer muy raro, pero ya me están atendiendo bien para curarme».
Rosa Isabel recuerda también emocionada que una noche leyó un trabajo de su hija en el que decía que su hermano pequeño le había dado una gran lección de vida, el mayor testimonio de amor. «Y es que -explica- están unos pendientes de los otros. En una temporada que Víctor estuvo extremadamente delgado, cuando sentía náuseas se levantaba él solito de la mesa y decía 'ahora vuelvo' para no preocupar a sus hermanos».

Hoy, Víctor está en proceso de remisión y en casa, pero bajo tratamiento. Su madre se siente muy afortunada. «Gracias a todo su amor, al del equipo médico, enfermeras, celadores, personal de limpieza, profes, psicólogos… a todos los que nos han rodeado estos meses y lo siguen haciendo continuamos en esta maratón sin soltarlo de la mano desde el primer día con toda nuestra fuerza. Nuestra familia ha crecido, somos un gran equipo. Como dice la profe Mar del aula hospitalaria 'somos unos afortunados con unos lazos muy fuertes que nos unen para siempre'. Ojalá sepa repartir todo el amor y energía recibidos a otros que lo necesiten», concluye.
Precisamente, la sonrisa de Víctor que ha enamorado a todos, le ha servido también para ser elegido como uno de los protagonistas de la campaña de la Fundación Juegaterapia «Nuestro amor les hace más fuertes». Confiesa a ABC que él ha percibido más cariño aún que antes de tener la enfermedad y que se ha dado cuenta de que «ese cariño tan grande que ha recibido me ha dado mucha fuerza, energía y más ganas de sonreír». Sobre todo me ha llamado mucho la atención que también me lo transmitían personas que ni conocía. Me ha hecho sentirme más fuerte».
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Con tan solo doce años matiza que las muestras de cariño «son muy importantes porque, al final, nunca sabes cuando se va a acabar la historia y es mejor dar amor ahora para que no se desaprovechar el tiempo».
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