«Formar una familia aporta mayor plenitud vital que tener un buen trabajo»
Brad Wilcox, director del proyecto Nacional de Matrimonio de la Universidad de Virginia (EE.UU.), explica en esta entrevista las razones por las que las parejas tienen menor compromiso y por qué en nuestra sociedad se considera la unión matrimonial como un sistema arcaico
El matrimonio desaparecerá en 2062
![Brad Wilcox visitó la Universidad de Navarra invitado por el Instituto Cultura y Sociedad (ICS)](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/familia/2023/08/22/brad-wilcox-1-RlMzdDFnyKItesQr33pRxAO-1200x840@abc.jpg)
Brad Wilcox, director del Proyecto Nacional de Matrimonios de la Universidad de Virginia, es una eminencia mundial en el campo de la investigación sobre la familia. Recientemente visitó la Universidad de Navarra invitado por el Instituto de Cultura y Sociedad (CIS) para ... impartir una charla en la que se centró en cómo ha aumentado el número de adultos jóvenes que evitan el matrimonio y la paternidad.
En esta entrevista con ABC explica, además, qué está sucediendo con el matrimonio, la vida familiar y qué podemos hacer para revivirlas en la España del siglo XXI.
Los jóvenes reciben en el mundo educativo muchos conocimientos de matemáticas, lengua, ciencias... con el propósito de que estén formados profesionalmente y puedan sentirse realizados en el futuro. Sin embargo, usted en alguna ocasión ha mencionado que echa de menos que no se les forme en nociones para lograr una vida feliz. ¿Qué asuntos serían importantes que conocieran en este aspecto?
Nuestra sociedad no está estructurada para dar a los adultos jóvenes el tipo de habilidades y el conocimiento para avanzar con confianza en las relaciones, el matrimonio y la vida familiar. Lo que veo entre los adultos jóvenes de hoy es que están recibiendo mucha capacitación orientada a un futuro esfuerzo profesional, y eso es maravilloso. Obviamente. Pero lo que no percibo es un esfuerzo real para entrenarles para prosperar como esposos y esposas, como padres y madres. Y eso se relaciona con muchas cosas, desde tener un presupuesto familiar hasta cocinar una buena comida para sus hijos o comprender la importancia de gestionar un conflicto con la pareja de una manera constructiva. Hay conflictos en todas las relaciones. Existen ciertas habilidades en términos de cómo plantear un problema con el cónyuge y no estamos entrenando a nuestros jóvenes para adquirirlas, como tampoco para que realicen el tipo de tareas domésticas que antes se enseñaban en la escuela o en el hogar.
Debido a que los niños ya no crecen como antes en familias con hermanos menores o primos, ya no son testigos directos de cómo cuidar a un bebé o a un niño pequeño. Hace 50 o 60 años vivían conjuntamente y aprendían a hacerlo. ¿Debe ser la familia, la escuela o la universidad quien les dote de estos conocimientos o deben hacerlo otras instituciones?
Creo que los padres debemos ser más exigentes con los hijos a la hora de pedirles hacer más por el cuidado del hogar y ayudarles a hacerlo. También es responsabilidad de los padres hacer que sus hijos realicen las tareas domésticas en el hogar. Y, sorprendentemente, como investigador he detectado que para las parejas casadas que tienen hijos, hacer actividades divertidas con ellos proporciona buenos resultados para la pareja, pero hacer juntos las tareas del hogar tiene aún mejores resultados. Así que hay algo valioso en realizar un trabajo productivo como familia: es realmente significativo tanto para los padres como para los niños. Y les da, creo, una sensación de éxito logrado en el hogar y el trabajo, les facilita el tipo de transición como jóvenes para formar sus propias familias, sabiendo que pueden cocinar una comida, lavar la ropa o arreglar el fregadero.
Obviamente, parte de la formación se puede hacer en las escuelas. Por ejemplo, sería bueno enseñar a hacer el presupuesto del hogar e incluso repasar algunos de conceptos básicos de habilidades relacionales.
Y también hay otras cuestiones como fontanería, mantenimiento de tecnología básica, banca para jóvenes... Creo que las escuelas de Secundaria podrían hacer más para brindar esta capacitación básica para la vida diaria de una familia.
A veces, los niños otorgan más prestigio a la escuela que a lo que le dicen sus padres. Y también es bueno para ellos aprender que hay cierto tipo de prestigio en saber decorar la casa y en preparar una comida especial. Por ejemplo, una de mis hijas está aprendiendo en la escuela a cocinar platos exóticos de los que no tenemos idea en la familia y eso es significativo para ella.
¿A partir de qué cursos se debería empezar?
Creo que muchas de estas habilidades se pueden adquirir desde muy temprano. A los cinco o seis años muchas veces dudamos en darles responsabilidades. Pero si vemos qué ocurre alrededor del mundo, observamos que a los niños de muchos países en desarrollo a menudo se les asignan grandes responsabilidades en el hogar desde muy temprano. Podemos aprender de ellos. Creo que se puede dar a los niños un cierto nivel de responsabilidad bastante temprano, a los cinco o seis años. Y, obviamente, a medida que crecen, darles responsabilidades más avanzadas. Pero es importante no sobrecargarlos, sino aumentar las responsabilidades domésticas a medida que crecen y se vuelven más maduros.
Algunas tareas importantes en la casa cubren cosas como preparar una comida para la familia. No hay razón por la que un adolescente no pueda preparar la cena una vez a la semana para los demás. Esa es una buena responsabilidad. Les da una sensación de logro, de que están haciendo una contribución.
¿Por qué es necesario formales para ser buenos esposos?
En casa, los padres pueden ser un modelo para sus hijos, hablándose con respeto incluso cuando están en desacuerdo, mostrándose afecto… En las escuelas no se hace mucho a este respecto y, en términos de algunas habilidades que vemos en la investigación sobre las relaciones, también es útil que se enseñen de manera más formal, principalmente a los adolescentes. En EE.UU. hay varios planes de estudio en marcha. Hay un grupo que se llama PREP, por ejemplo, que hace todo un plan de estudios sobre cómo expresar afecto, cómo desarrollar el sentido del compromiso, cómo abordar conflictos de forma constructiva…
¿En qué nos hemos equivocado durante generaciones para que sea necesario formarse ahora para vivir en pareja?
Creo que uno de los grandes errores que hemos cometido es que lo que hemos comunicado con lo que decimos y hacemos es que en lo que respecta a formarse, lo que realmente importa es el trabajo, la futura carrera profesional, no el matrimonio ni la familia. En Estados Unidos hemos visto un tremendo cambio, cómo los jóvenes han pasado de priorizar el matrimonio y la familia a valorar la carrera y la satisfacción laboral. Ahora piensan que esto es la fuente principal del significado de sus vidas y de su felicidad.
Mi investigación indica que tener un buen trabajo y una buena educación te hace más feliz, tener ingresos por encima del promedio te hace más feliz. Pero no hay duda de que estar casado y disfrutar de un buen matrimonio es un mejor predictor de sentido vital que las metas más orientadas al trabajo.
Todo nuestro sistema, tanto en España como en Estados Unidos, está orientado a lograr que las personas se concentren en el trabajo en su edad adulta, y no en el matrimonio, no en tener hijos. Se están perdiendo algunas de las habilidades concretas que les permitirían alcanzar esos objetivos con más éxito.
Las redes sociales, los vídeos, la música... transmiten a menudo una perspectiva muy superficial y a corto plazo sobre las relaciones y la corporalidad humana que no conduce a buenos matrimonios a largo plazo o a la felicidad en familia. La cultura nos dice constantemente que haga lo que deseo en el momento. Ese es el mensaje que recibimos en muchas de nuestras canciones y muchas de nuestras redes sociales, y es muy destructivo para las buenas relaciones y la buena vida familiar.
Abrazar el sufrimiento y el sacrificio es importante tanto para el trabajo como para la familia. Si puedes sacrificar tus deseos por el bien de tu esposa o de tus hijos, si puedes tomar decisiones del día a día que están más orientadas al bien del otro, puedes encontrar dificultades en un momento concreto, pero el valor a largo plazo reporta más felicidad para todos.
¿Qué hay que saber para ser un buen 'jefe' de familia?
En términos de liderazgo en el hogar, fundamentalmente se trata de enseñar con el ejemplo. Tenemos como referencia la vieja idea del ejército, donde los generales más respetados lideran desde el frente. No se limitan a quedarse sentados y observar cómo las tropas se dirigen al frente, sino que se dirigen a él y predican con el ejemplo.
Los hijos, particularmente los adolescentes, no escuchan lo que dices, sino que se fijan en qué haces. Y esto es un desafío para todos nosotros como padres, tratar de predicar con el ejemplo. Si queremos enfatizar la importancia de leer en lugar de pasar mucho tiempo delante del teléfono inteligente, la importancia de aprender, la virtud de la caridad, la importancia de la fe… tenemos que hacer cosas como dedicar la tarde del sábado a la lectura, visitar ancianos en residencias, ir a la iglesia…
También debemos apostar por relacionarnos en persona y menos a través de la tecnología. Es un gran reto, pero algo necesario. Hay que tratar de hacer cosas más activas con la familia: caminar, andar en bicicleta, fútbol, tenis, etc.,
También es importante elegir el tipo de familias con las que pasamos tiempo. Hay que encontrar otras familias que compartan nuestros valores, tanto los padres como los hijos. Por ejemplo, yo soy un académico y tengo cierto perfil, pero uno de mis amigos –padre de familia- fue jugador de fútbol universitario. Tengo una hija que es jugadora de fútbol y ella puede ver cosas en él que yo no tengo: cierto atletismo, por ejemplo, y cierta orientación hacia los deportes, lo cual es genial, porque estos son dones, intereses y talentos diferentes. Él es un padre de familia con cinco hijos y mi hija ve que su familia es diferente a la nuestra, pero en un sentido bueno.
Exponer a nuestros hijos a otras familias que comparten sus valores también supone mostrar que eliges cosas profundas para tus hijos en tus amistades, tu red social, tus actividades… Y que eliges de manera deliberada, en vez de dejarte llevar por la corriente.
En España hay una tendencia menor a casarse. ¿Qué efectos tiene eso para las parejas?
Lo que hemos visto en España es que, desde aproximadamente 1980, la tasa de nupcialidad se ha reducido en más de un 40%. En todo el mundo, ya sea cristiano, musulmán, hindú, confuciano, el matrimonio es una institución que ayuda a las civilizaciones a organizar sus relaciones entre adultos y niños. Creo que mucha gente piensa que el matrimonio es solo algo cristiano o católico. No, en absoluto. El matrimonio es una institución transcultural que ayuda a las sociedades a organizar la vida familiar.
En España y en muchos otros lugares, la cohabitación se ha convertido ahora en una especie de alternativa al matrimonio. Pero el desafío es que no tiene el mismo nivel de compromiso y de estatus cultural. Y un ejemplo de esto son los términos de entrada. Cuando una pareja se casa, a menudo hay una ceremonia con amigos, familia… Los votos religiosos se intercambian en público ante sus familiares y amigos, ante los demás. Este es un compromiso ritualizado.
La cohabitación a menudo simplemente sucede, las personas se dejan llevar hacia ella. Dos personas salen juntas y un fin de semana ella lleva sus pertenencias a su apartamento. Y posteriormente, dos semanas más tarde, traslada algunas cosas más. Y luego, un mes después, se lleva todo. No hay ningún tipo de compromiso claro que se haya establecido con anticipación. Entonces, lo que vemos es que las parejas simplemente se dejan llevar hacia la relación en lugar de decidir estar juntos, lo que provoca una gran incertidumbre: ¿esta persona está realmente comprometida conmigo de por vida? ¿Esta va a ser una relación duradera? Si una persona consigue trabajo en otra ciudad, ¿nos mudaremos juntos? Esta incertidumbre y esta ambigüedad sobre el compromiso son a menudo un poco corrosivas.
Así, tendemos a ver en la investigación que los matrimonios tienen más estabilidad y un mayor sentido de compromiso. Y eso es importante porque es más probable que las personas florezcan, confíen y experimenten una verdadera intimidad cuando tienen la sensación de que la otra persona está conmigo y para mí en el futuro. Esa sensación de compromiso puede faltar en la cohabitación.
Hay un gran proyecto de investigación internacional que utiliza el aprendizaje automático en muchos conjuntos de datos para analizar la calidad marital. Y el predictor número uno de la calidad del matrimonio es la sensación de que la pareja está verdaderamente comprometida y es simétrica.
¿Existen diferencias en los efectos que produce en los niños tener unos padres casados frente a otros cuyos padres optan por otro tipo de relación de convivencia?
Lo que vemos es que, en general, las parejas que se casan antes de tener hijos tienen más probabilidades de permanecer juntas. Debido a este compromiso conjunto que el matrimonio tiende a generar, es más probable que los niños experimenten una vida familiar estable cuando sus padres se casan antes de tener hijos. Y vemos esto en toda Europa. En general, encontramos más estabilidad en las familias que se forman a través del matrimonio que en la cohabitación.
¿Por qué hay un menor deseo de compromiso?
El atractivo de la cohabitación se debe en parte a que la gente busca una propuesta más flexible y que les dé más libertad para entrar y salir de la relación si las cosas no van bien. Y el problema, por supuesto, es que lo que puede parecer atractivo para los adultos no será tan atractivo para los niños que nacen de esa unión porque a los niños les gusta la estabilidad y la seguridad. Pueden sentir si mamá y papá están juntos de manera sólida o no.
¿Qué les diría a los que piensan que el matrimonio es un estilo de vida arcaico?
Hemos visto una transición en las últimas décadas de un modelo de cultura familiar a un modelo de cultura más individualista. Creo que una sociedad organizada en torno a este segundo modelo tiene muchos efectos indirectos. Parece que tal vez es hora de corregir el rumbo. No vas a volver a la España de 1950, obviamente. Pero tal vez es hora de reconocer que hay algún beneficio en hacer sacrificios y casarse, tener una familia y hacerlo en tus veinte, en lugar de en tus treinta y tantos.
¿Qué nos depara una sociedad con tendencia al individualismo?
Creo que cuando las personas no tienen cónyuge ni hijos es más probable que sean presas de la ansiedad, la depresión y el suicidio. En Estados Unidos hemos visto un gran aumento de lo que se llaman 'muertes por desesperación', relacionadas con personas que abusan de las drogas y el alcohol y/o se suicidan. De manera abrumadora, el perfil es frecuente entre los estadounidenses que no tienen un título universitario y que nunca se han casado o divorciado, especialmente los hombres.
Cuando los hombres de clase trabajadora viven sin esposa, sin niños en el hogar, es menos probable que sus vidas estén marcadas por un ritmo, una rutina, un sentido de estar viviendo para la familia, de trabajar para la familia, de que su vida tiene una cierta dirección y propósito. Así es más probable que las personas sucumban a la adicción (drogas, alcohol…) y otros tipos de problemas.
¿Por qué se produce un menor deseo a formar una familia? ¿Cuáles son los principales obstáculos?
Creo que hay varias barreras que se interponen en el camino. Desde una perspectiva cultural, hemos visto un cambio del modelo familiar al individualista, que se centra en la idea de que mi vida es para mí, para hacer lo que deseo, para cumplir mis sueños en términos de trabajo y diversión. Tenemos que recalibrarnos culturalmente para reconocer que somos animales sociales, como sostiene Aristóteles. Tenemos más posibilidades de encontrar la plenitud cuando establecemos familias y amistades sólidas.
Eso significa que debemos dar pasos hacia un modelo cultural que tenga una visión más familiar. En la parte económica, creo que se trata de reconocer la importancia de que exista una clase media sana en cualquier país -Estados Unidos, España- y facilitar que la gente entre en ella. Eso implica eliminar las barreras regulatorias y ocupacionales que podrían dificultar que las personas de la clase baja asciendan a la clase media, así como pensar en otras formas de organizar la economía para distribuir la prosperidad de manera amplia.
Otro aspecto es que existe una relación muy estrecha entre el coste de la vivienda y la confianza de las personas para tener hijos. Hemos aprendido en qué medida la densidad en el desarrollo urbano no propicia que la gente tenga hijos. Una realidad que vemos en los Estados Unidos es que en los lugares con muchas casas unifamiliares se tiende a tener más niños.
Tal vez sea necesario que haya algunos cambios regulatorios en la ley y la política españolas para construir más viviendas unifamiliares, en lugar de pisos, y hacer que sean más asequibles. Y luego, en términos de política y educación, tratar de reducir la cantidad de años que las personas dedican a la educación para que puedan hacer una transición más rápida al trabajo, al matrimonio y a la paternidad. Si esperas hasta los 30 para casarte es más difícil tener niños.
¿Es cierta la relación de que a mayores ingresos económicos más tendencia hay al matrimonio y que cuando la pareja tiene menos ingresos deciden no casarse?
En EE.UU. vemos el surgimiento de un modelo estratificado sobre el matrimonio. Nuestras élites que han adoptado el modelo cultural de igualdad entre hombres y mujeres, pero en la práctica, en sus hogares esperan que sea el marido quien tenga un buen trabajo y un buen salario. Es cierto que esos hombres hoy participan más en el hogar, y eso es bueno, pero tienen la expectativa de que el padre sea quien trae principalmente los ingresos al hogar y que la mujer se concentre en el cuidado de los niños.
Así que vemos una gran diferencia en cuanto a las clases sociales en EE. UU. y, probablemente, también en España. Los hombres con mayores ingresos tienen más probabilidades de casarse y permanecer casados. Y los hombres que tienen una posición menos segura en el mercado laboral tienden a casarse menos, en primer lugar y, en segundo, a experimentar más inestabilidad en el matrimonio e incluso el divorcio, en parte porque sus recursos económicos son menores.
¿En qué consiste el Proyecto Nacional de Matrimonio de la Universidad de Virginia? ¿Cuándo se creó y a qué conclusiones está llegando?
El Proyecto Nacional de Matrimonio se formó en 2009 en la Universidad de Virginia, aunque procedía de la Universidad de Rutgers. Está diseñado básicamente para hacer dos cosas. Una es realizar un seguimiento de la salud del matrimonio y la vida familiar en los Estados Unidos. Y en segundo lugar, identificar políticas públicas que puedan ayudar a fortalecer y estabilizar el matrimonio y la vida familiar con una mirada en su beneficio para los niños, principalmente.
También diría que lo que realmente hemos llegado a ver recientemente es que con la disminución dramática del número de matrimonios en EE. UU. y España -y también en otros lugares- nuestra preocupación ya no se enfoca solo los niños. Hoy en día hay muchos adultos jóvenes que nunca se casarán: en Estados Unidos, al menos una cuarta parte. Esta cifra nunca había sido tan alta en la historia. Y me temo que muchas de esas personas vivirán vidas marcadas por una profunda sensación de aislamiento, soledad y precariedad económica, especialmente en la mediana edad y en la vejez.
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En ese sentido, no solo nos interesa difundir el valor del matrimonio para los niños, sino también para los adultos. Eso es lo que sostengo en mi nuevo libro, «Get Married», editado con Harper Collins. Propongo que una vida familiar estable y satisfactoria no solo es deseable, sino sostenible y ofrece inspiración y un verdadero camino que puede beneficiar a todas las personas, no solo a las élites.
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