ALBERTO SOLER
«El mensaje que transmite la sociedad es: 'Ten hijos, pero que no se note'»
El psicólogo es el coautor, junto con Concepción Roger, del manual más completo para acompañarte en el embarazo y la primera infancia
Pesado, simpático, listo o tonto... El terrible daño que haces a tu hijo al ponerle etiquetas
Si nuestras abuelas, sus abuelas, las abuelas de las abuelas y todas las que las precedieron criaron a sus hijos generación tras generación sin libros ni guías sobre crianza, ¿por qué va a ser necesario leerlos ahora? ¿Qué nos pasa a las generaciones actuales?
Entre otros motivos, apunta el psicólogo Alberto Soler, coautor, junto con Concepción Roger, de 'La gran guía de la crianza' (Paidós), «nos pasa que tenemos que educar a nuestros hijos aislados, sin demasiada experiencia, y sin el apoyo del grupo, la tribu».
Si bien es cierto, reconoce, «que no hay una forma única de ser buenos padres y madres, pues cada familia parte de una realidad distinta, sí que hay lagunas estrategias inadecuadas que es mejor no aplicar». Hablamos con él de cuáles son y de por qué es necesario leer su última obra.
¿Qué destacaría usted de una obra tan extensa como esta, que cubre desde el embarazo hasta la primera infancia? ¿Qué es lo que más les ha costado escribir?
Nosotros cuando empezamos a escribir la guía teníamos en mente escribir el libro que a nosotros nos habría gustado tener cuando nuestros nenes eran pequeñitos, porque la realidad es que surgen un montón de dudas. Cuando estás pasando noches en vela, no sabes cómo gestionar ciertas situaciones. Recibes consejos de todos, de todos los sitios. Todo el mundo opina. Todo el mundo te dice. Pero, ¿qué es lo que hago en esta situación concreta? Y para nosotros el reto ha sido poder ofrecer información veraz y contrastada, que ayude a las familias, pero sin juzgar ninguna forma de crianza ni de hacer las cosas y pudiendo ayudar a esas familias en el día a día.
Digamos que ante las diversas situaciones que se pueden presentar, ofrecen siempre varios puntos de vista.
Claro, partimos de la base de que hay muchas formas diferentes de criar y muchas formas de llevar el día a día en una familia y por contra, de lo que muchas veces se nos hace ver. No hay una forma que sea la correcta, pero sí que hay algunos errores que tenemos que tener muy identificados porque hay bastante consenso de que ese no es el camino.
Por ejemplo, el estilo educativo autoritario. En esto hay bastante consenso, no solamente a nivel educativo o pedagógico, sino a nivel científico de que es la peor forma de criar a una criatura. El 'ordeno y mando', el castigo, la amenaza, el chantaje… tenemos evidencias a nivel de metaanálisis, de que esa forma de criar es la peor para la salud mental de las criaturas a corto, medio y largo plazo.
Pero más allá de no ser autoritarios, ¿cuál es la mejor forma de hacerlo?
Bueno, hay muchas formas diferentes. Lo importante es que se acople y que encaje con la realidad de cada familia. Y otra cosa que nos llamaba la atención es que el libro, que es inmenso y súper extenso, llega en un momento en el que hay un montón de bibliografía que consultar. Y si miramos atrás, si nos comparamos con nuestras madres, abuelas, las abuelas de nuestras abuelas, estas no tenían guías de ningún tipo. Y claro, nuestras abuelas y nuestras madres, tampoco tenían tantos libros como tenemos hoy en día.
Tampoco tenían tantas dificultades.
Al final tenían otro tipo de dificultades. La cuestión es que sí, que conforme va pasando el tiempo, vamos perdiendo ese componente social de la crianza,de tribu. Cada vez más las familias, y muy especialmente las madres, crían desde el aislamiento y muchas de las dificultades a las que se enfrentan, y muy especialmente a nivel de salud mental, se derivan del hecho de estar educando y criando solas. Pasa el permiso de maternidad, pasa el permiso de paternidad del padre y al final la madre, al cabo de pocas semanas o pocos meses, se ve sola en casa, muchas veces en una ciudad o en una localidad diferente a la que está toda su familia, con una criatura en brazos que no puede soltar, que no le permite hacer nada, porque si está haciendo la comida no está aguantando la criatura, que no es capaz de hacer una necesidad para poder salir a la calle, o que tiene que trabajar y llegar tarde, claro.
Ese aislamiento, al final acaba repercutiendo muy negativamente en su salud emocional, pero también los cuidados que le da su criatura.
Entonces, claro, nuestras abuelas no tenían este tipo de libros, pero tampoco los necesitaba porque tenían a sus hermanas,a sus primas, a sus tías y hablaban femenino, porque esto lo hacían las mujeres. No lo hacían los hombres. Bueno, y porque sigue siendo una tarea mayoritariamente feminizada a la que, poco a poco, algunos hombres nos vamos incorporando, pero sigue siendo una tarea muy feminizada y muy poco reconocida.
Una solución sería que antes de que llegue el bebé se hable con la pareja y se pongan ciertos temas sobre la mesa. Cosas tan básicas como: ¿Cómo vamos a dormir? ¿Quién va a cocinar?
Lo que sucede es que muchas veces, antes de que llegue la criatura, hablamos de temas que pueden ser importantes, como el nombre, pero esto que va a tener importancia al final tampoco tan relevante. O del color de la habitación, que puede ser importante, pero tampoco es tan relevante. Hablamos de cosas menores tipo: ¿cogemos este carrito o este otro?
Pero hay temazos, que luego van a ocupar una parte muy importante en el día a día y que habría sido interesante tratar antes de tener a una nena o un nene llorando delante. Por ejemplo, ¿cuál es el papel que va a ocupar la familia en el día a día? ¿Dónde están los límites entre lo que es la familia que estamos creando y nuestra familia de origen? ¿Va a venir tu madre a vivir a casa dos o tres meses para ayudarnos con la criatura? ¿Va a venir la mía? ¿Quién nos va a ayudar? ¿Cómo lo vamos a hacer? Eso es necesario hablarlo porque luego vienen las sorpresas. Conciliación, familia, trabajo. ¿Cómo lo vamos a organizar? ¿Qué horario vamos a hacer? ¿Quién va a coger una excedencia? ¿No la va a coger? ¿Qué voy a hacer con mi trabajo? ¿Cojo un permiso? ¿Qué horario escolarización va a tener la criatura? ¿Va a ir a la escuela infantil? ¿No va a ir? ¿Cuándo va a ir? ¿A qué escuela infantil queremos que vaya? ¿Vamos a intentar la lactancia? ¿O no le vamos a dar el pecho? ¿O si queremos y encontramos dificultades, vamos a ir a un taller? ¿Qué vamos a hacer? Busquemos asesoramiento. ¿Dónde va a dormir la criatura? ¿Quién se va a despertar y quién no? Probablemente uno tenga mejor sueño que otro, de hecho. Leamos, preparémonos.
Son temas que yo veo muchas veces en la consulta y que se tratan cuando aparece la situación o cuando ya está enquistada. Y eso es lo que genera el conflicto. Siempre lo recomiendo a las parejas antes de que nazca la criatura. Hablemos de estos temas porque es importante sentarse con la pareja y hablar una serie de cosas antes de que sea demasiado tarde, se enquisten y sean un problema que suponga tener que buscar ayuda profesional. De hecho es probable que si lo hablas antes llegues a un acuerdo, y es muy necesario.
Muchas veces lo que veo que sucede es que estos temas se aplazan o no se consideran importantes. Y cuando vamos a abordarlos, quizá es demasiado tarde, y uno de los dos miembros de la pareja ya se ha sentido desplazado o no se ha sentido tenido en cuenta. No es recomendable dejarlo para el último momento.
En realidad, hay una serie de cosas de esa lista que sí o sí debería ser imprescindible charlar antes: Lactancia (si le vamos a dar pecho o no), el colecho (que es donde duerme la criatura), los límites con la familia (qué papel va a ocupar cada miembro de la esta), escolarización y conciliación laboral.
Esos cinco temas hay que tratarlos antes de que nazca la criatura y no ver la marca del carrito, el color del cuarto y lo que te vas a llevar al hospital es menos importante y es en lo que en lo en lo que se queda.
Esos cinco temas en todo curso de preparación al parto se tendrían que abordar. Pero como no se abordan, pues los abordamos en casa después de cenar ya muy cansados.
Como también hablas del embarazo, de la concepción pero no de cuando el embarazo no llega. Y esto le pasa cada vez a más mujeres, porque quizás están yendo o deciden ser madres o cuando pueden o más tarde de lo que a lo mejor sería lo ideal y muchas veces se encuentran con la sorpresa de que no llega definitivamente. Eso necesita ayuda psicológica.
¿Es recomendable tener ayuda profesional para poder superar eso en pareja?
No todas las parejas necesitan ayuda psicológica, pero sí que es verdad que es una etapa del proyecto vital, muy complicada de gestionar por diferentes motivos. Y que sí que es verdad que cada vez más parejas tienen dificultad a la hora de poder tener hijos. No hay un único factor que sea el que lo explica. Es un cúmulo de muchos factores diferentes. Y quizá una de las mayores dificultades a las que se enfrenta una pareja en ese momento es la incomprensión y la falta de apoyo por parte del entorno. Mensajes de bien intencionados pero de psicología popular de: «Relajate y verás como llega»; «No te preocupes, hay gente que no tiene hijos y no pasa nada». Esto hace mucho daño a la pareja, que no tienen ninguna fundamentación, ninguna base y que realmente no contribuyen a dar apoyo en ese momento.
¿El estrés de hoy en día?
Al estrés se le otorgan una serie de superpoderes que realmente no tiene. Es decir, hay relación entre el estrés y la infertilidad, pues es muy débil y a nivel popular se le otorga una omnipotencia, que parece que cada madre que no se queda embarazada es porque se obsesiona. «No te obsesiones y te quedarás embarazada». Eso no le puedes decir a una madre que lleva tres abortos, que no consigue quedarse embarazada. Decirle que no piense en ese tema es cruel.
En el libro hay una parte importante dedicada a la tristeza postparto. Y es algo que puede llegar a convertirse en depresión, y que es muchísimo más habitual de lo que realmente se habla.
Hay un porcentaje de cuarenta de madres que tienen esa especie de ''blues maternal' y que al final lo solventan casi solas. Cada vez se habla más de esto, pero es un tema que hasta hace algunos años no se trataba mucho porque también se idealiza mucho el momento en el que llega la criatura y la pareja sale del hospital, los primeros días con el bebé… Es algo que es muy bonito y que es muy interesante y es una época bonita para la pareja.
Pero que a la vez es muy dura.
Porque hay mucha desorientación, mucho no saber qué hacer, mucho cansancio, mucho miedo… Entonces, en función de las expectativas, en función de otros factores previos de la pareja, eso puede convertirse en una tristeza posparto. Y como emoción, pues es normal, está presente y es algo temporal o pasajero o se puede complicar y convertirse en una depresión posparto. Y es algo mucho menos habitual, pero sí que es algo que requiere atención clínica, Pero lo que sí que está claro es que cuanto más apoyo, más soporto y más empatía recibo una pareja y en especial la madre, menor tasa hay de tristeza postparto o de depresión posparto.
Al final el secreto parece estar, en efecto, en la tribu, en que te apoyen, en que alguien te eche un cable y la madre se deje ayudar.
Creo que hay más problemas en no ayudar que problemas para dejarse ayudar. Es decir, vivimos en una sociedad muy individualista, muy egocéntrica, en la que a las madres les exigimos mucho, pero les ofrecemos poco a nivel individual, pero también también a nivel social y a nivel institucional. Los apoyos a nivel político y a nivel social que damos a las familias cuando están esperando una criatura, cuando tienen un nene o una nena pequeña, son anecdóticos. Pero las exigencias que como sociedad depositamos en esas madres son tremendas. La madre tiene que poder con todo, tiene que ser la esposa, la madre y la trabajadora perfecta. Y como siempre decimos que el mensaje que como sociedad se transmite es: «ten hijos, pero que no se note». Tienes que estar a tope, que no lo noten tus amistades, ni tu familia, no les vayas a cargar con una responsabilidad que ellos no han pedido. Ni en tu trabajo, por supuesto no bajes tu rendimiento. Que no lo note tu pareja, que pobrecito, que puede sentirse desplazado por un bebé de tres meses. Es decir, ten hijos, pero que no se note es un mensaje muy hipócrita, muy individualista, mentiroso. Cuando el mensaje debería ser: «Ten hijos y aquí tienes mi apoyo como persona y como sociedad». Hasta que no lleguemos a ese punto seguiremos viendo muchas depresiones posparto, mucha tristeza posparto, mucho aislamiento y mucha dificultad.
Ha mencionado que la pareja, en muchos casos se convierte en el gran olvidado.
Sí. Y la pareja tiene un papel importante, incluso en la de la lactancia. Hablamos de la pareja masculina, que es lo más habitua. Los hombres todavía no nos acostumbramos a que haya ámbitos de la vida en los que no seamos los protagonistas. Nos cuesta mucho no ser los protagonistas y ceder el protagonismo. Pero tenemos un papel importante en el posparto, en la lactancia en sí tenemos un papel importante. ¿Somos protagonistas?
No, no lo debemos ser. Pero el papel es esencial. La lactancia no podemos ser los los protagonistas. No debemos ser los protagonistas, pero debemos ofrecer un apoyo a la madre que está dando el pecho. El otro día leí sobre la depresión posparto en el padre.
Siempre digo que la depresión postparto en el padre es muy dura porque los puntos de la cesárea son muy duros de llevar. La falta de apoyo social en los padres es tremendismo. Las grietas en el pezón con la lactancia son muy duras. Los padres lo tenemos muy complicado y claro, es normal que tengamos depresión posparto, porque queremos tener esta depresión posparto. No, por favor.
Pero bueno, es verdad que también tienen que buscar vuestro lugar en esa nueva vida familiar.
Sí, y aceptar que pasamos de ser dos a ser tres y que no podemos ser los protagonistas y que hay alguien que requiere más cuidados y más atención por parte de nuestra pareja que nosotros. Es que la vida ha cambiado, pero ese ego débil, desplazado de Oh, Dios mío, no me hace caso mi pareja porque ahora hay un bebé en casa. Denota una falta de madurez muy importante, por supuesto. Y claro, hay alguien que requiere mucha más atención y muchos más cuidados que tú, señor Hecho y derecho.
Entramos en el capítulo de los cuidados de cero a tres, cuando el bebé ya está con nosotros en casa y os tenéis también mucho en una parte que yo creo que es muy importante del apego, no de cómo fomentar el apego y que éste sea seguro.
Pero es verdad también que como tú bien has dicho, pues la madre final, que está súper cargada con todo, que tal y que encima tiene que volver al trabajo. Por mucho que se haya ampliado la baja, sigue siendo una personita indefensa y que no tienes más remedio que dejarla muchas veces en la escuela no infantil, sí. ¿Cómo se hace ese apego viendo todas estas variables que se pueden dar? Lo primero es un mensaje de descubrir, es decir, y cuando una madre, la pareja, pero especialmente la madre, tiene que volver al trabajo y tiene que dejar a su criatura en la escuela infantil, sea con cuatro, con seis, doce o veinticuatro meses en el momento en el que considere.
Siempre se hace como el último recurso y siempre se hace desde la culpa, porque a nadie le gusta dejar a su criatura al cuidado de una tercera persona con la que no tiene ningún tipo de vinculación. Hasta este momento se hace como un parche a los problemas de conciliación que tenemos como sociedad. Pero los cuidados y la atención que se dan desde las escuelas infantiles a nuestras criaturas son del primer nivel, muy buenas. Falta apoyo institucional. Faltan ayudas a las familias. Hace falta disminuir las ratios. Sí, pero el trabajo que en el día a día hacen las educadoras infantiles es tremendo.
Eso tenemos que reconocerlo, pero hablamos del apego, que angustia mucho a las madres. ¿El cómo va a afectar esto a nuestro vínculo de apego? ¿Qué tengo que hacer para que mi criatura tenga un apego seguro?
Lo primero que tenemos que tener claro es que siete de cada diez criaturas tienen un vínculo de apego seguro con sus madres sin hacer nada especial por ello. Es decir, que lo habitual es que hay un apego seguro. A no ser que haga la cosa muy mal, el apego seguro lo tenemos garantizado. Y esto no siempre es estable durante toda la vida.
Se está comunicando como que el apego seguro lo tienes que trabajar.
Es una alquimia que tenemos. Es decir, es algo muy básico. Observa a tu criatura, observa cuáles son sus necesidades y trata de satisfacerlas de la manera más diligente y más rápida posible. Y ya está. Y sí, he dicho diligente y rápido, porque cuando son muy pequeñitos no podemos demorar la atención. Es decir, si tiene hambre tiene que comer ya. Si tiene sueño tiene que dormir ya. Si quiere jugar, pues que juegue ya. Ya tendremos un momento más adelante para la tolerancia a la frustración. Hay que aprender también un poco a interpretar esas señales que hay, Sí, pero eso las parejas lo consiguen identificar bastante rápido.
Es decir, hay veces que la criatura llora y no sabes por qué… Pero haces el típico check de: «Tiene pipi, tiene caca, tiene sueño, tiene hambre… ¿qué es lo que le pasa?». Con que estemos pendientes de esa criatura y satisfaga sus necesidades, ya tenemos ahí ese vínculo establecido. No es tan difícil.
Hay otra parte en el libro bastante extensa dedicada al sueño. ¿Por qué se tuerce en muchas casas?
-A ver, se tuerce porque los niños pequeños no duermen como las personas adultas, Pero hay gente que dice: «No, no, mi bebé toda la noche». Y tú miras así como: «claro, a ver». Excepciones las hay. Pero lo normal es que el sueño de nenas y nenes pequeños sea fragmentado y que tengan varias siestas durante el día y muchos despertares durante la noche. ¿Cuál es el problema? Que ese sueño es incompatible con las necesidades de descanso para sus padres y su mundo laboral. Pero la fisiología del sueño de las niñas y de los niños pequeños es que hasta los cinco o seis años los despertares son habituales y que una niña o un niño de dos a tres años se despierte tres o cuatro veces por la noche. Eso es total y absolutamente normal. Que nos llame por la noche es total y absolutamente normal que quiera dormir con nosotros es total y absolutamente normal y no hay nada malo en ello. El problema es que eso muchas veces no es compatible con el ritmo de trabajo que llevamos los adultos. Pero el sueño de las niñas y de los niños es diferente al de los adultos. Entonces, si ajustamos expectativas, si entendemos que el cómo es el sueño normal de los menores, luego vendrán menos sustos, menos frustraciones y menos técnicas exóticas para enseñarles a dormir, que realmente no es enseñarles a nada porque dormir saben, desde el momento en que nacen, sino forzarlos a que tengan una conducta de sueño según las expectativas de su familia. Y ahí es donde nos podemos meter en líos. Y viene lo de cerrar la puerta, darle el muñequito, cronómetro, contar x minutos llorando y vienen cosas que no tienen absolutamente ningún sentido y que sí, que afectan al desarrollo emocional de la criatura.
De acuerdo. Llegamos a los dos años y ya ahí ya cuando creíamos que estaba todo controlado, llegan los «terrible two», y tenemos que también volver a reajustar, ¿cómo lo contemplamos?
Lo explico siempre de la misma manera. Es como cuando tenemos un bebé de seis meses, ¿se hace pipí o se hace caca encima? No pensamos que nos está manipulando. Pensamos que es inmaduro, que por eso no controla esfínteres y se hace pipi y se hace caca encima. No pensamos que es un tirano, un manipulador, que cada vez que queremos ver algo en la televisión hace algo para hacernos la vida imposible. Nos levantamos y le cambiamos y entendemos que forma parte de su desarrollo.
Pero luego esa criatura cumple dos o tres años, está en el supermercado, nos pide un huevo de chocolate y le decimos que no. Y de repente se echa al suelo a berrear. Pero ahí sí que lo interpretamos como que nos está desafiando, nos quiere tomar el pelo y nos está manipulando ese cerebro. Y realmente no es así. Es otra manifestación más de la inmadurez de su desarrollo. No puede tolerar la frustración, todavía no tiene herramientas y no tiene el desarrollo cerebral necesario para tolerar la frustración en esos momentos, para aplazar las recompensas. Y tenemos que tratar esas rabietas de los dos, tres, cuatro años con el mismo cariño y con la misma resignación que cambiamos el pañal tantas veces al día, cuando tienen pocos meses de edad. Porque es una señal más de su inmadurez. Simplemente.
¿Cuándo deberíamos empezar, digamos, con las normas y las consecuencias? ¿Cuál es la diferencia entre los límites y los castigos?
Tenemos, por un lado, las consecuencias naturales, que son las que se derivan de la conducta que nosotros llevamos a cabo. Le encanta a los bebés pequeñitos, dan golpes y la consecuencia es que hay un sonido muy interesante. A nosotros nos explota la cabeza, pero ellos no paran de hacerlo. Ya van viendo que de sus acciones se derivan una serie de consecuencias. No las podemos evitar, pero hay consecuencias que sí que tenemos que evitar, como la consecuencia de que se acerque a una altura desde la cual se puede precipitar. La consecuencia es que se desregulan y como no queremos hacerlo, pondremos un límite. Ese límite puede ser una barrera. Ese límite puede ser cogerle. Iremos adaptando los límites y las normas que nosotros pongamos en casa al desarrollo de la criatura. Pero aquí es importante que no nos volvamos locos. Es decir, no podemos educar sin límites y sin normas. Es imposible hacerlo, porque simplemente el conseguir que nuestra criatura esté viva implica poner formas y poner límites. Pero tampoco le vamos a traumatizar por poner normas y por poner límites.
Tenemos que tener en cuenta cuáles son los límites básicos. Vale, esos son los innegociables, los que están relacionados con seguridad, con salud y con respeto, tanto propios como de otras personas. Eso es lo básico y a lo que no podemos renunciar ni negociar. Pero luego, claro, no podemos negociar que no te abroche en la silla del coche. Esto es innegociable. Es decir: «te vas a abrochar sí o sí». ¿Y si tienes que estar llorando tres salidas de la autovía hasta qué te calmes? Pues pues vas a estar llorando porque más vale un niño que llora, que un niño que se muere. Entonces ponemos el límite y punto. No nos gusta que los niños lloren, pero nos gusta menos que los niños mueran. Entonces pues bueno, pues más vale que llore, a que se muera.
Pero no nos tenemos que volver locos poniendo límites innecesarios o límites absurdos para que aprendan que la vida es muy dura y que tienen que tolerar la frustración, porque con los límites que pone la vida en el día a día es más que suficiente.
Es decir, pues a mí me gustaría ir más cómodo en el coche. Pues mira, lo siento. La vida es así de dura. O, «a me gustaría tomar chocolate todos los días» Pues mira por tus padres, que son unos incomprensibles, pues te están racionando. Pues mira, la vida es así de dura, pero no es necesario que nosotros hagamos nada muy especial, porque esas frustraciones ya forman parte del día a día. Pero no, no podemos educar sin límites y sin normas. Es imposible.
Seguro que a los lectores les resulta muy útil el capítulo de cómo dejar de repetir las cosas mil veces. Pues por favor, ¿puede compartir la receta?
A ver, al final todos hacemos lo mismo. Soy el primero que repito las cosas. Lo primero es que tenemos que normalizar que las cosas las repetimos y las repetimos nosotros con nuestros hijos, pero con nosotros también se repiten las cosas, te vas a un aeropuerto y cuántas veces nos tienen que recordar que no se fumen las instalaciones o que por favor, nos pongamos el cinturón de seguridad cuando estamos en el vuelo. A los adultos también se nos repiten las cosas, pero con las niñas y con los niños pequeños parece que tengan que aceptarlo todo a la primera. Y eso no siempre es así.
Siempre se lo explico a las familias en la consulta que podemos conseguir que hagan caso. A la primera les pegamos, les humillamos, les sometemos con miedo y vamos a conseguir que a la primera nos hagan caso. Yo nunca se lo recomendaría a nadie, pero sí, esa es la vía para que a la primera obedezcan. ¿Van a ser niños bien educados, maduros? No, van a ser niños atemorizados a los que les habremos destrozado la vida. Por tanto, sí es posible que hagan caso a la primera, pero no queremos que hagan caso a la primera. Queremos que sean felices.
¿Entonces, qué es lo que tenemos que hacer para dejar de repetir mil veces las cosas?
Pues aceptar cuáles son las consecuencias de no repetir las cosas mil veces, es decir, con un buen clima, sin faltas de respeto, sin gritos, sin chantajes. Pero cuando ya hemos dicho dos o tres veces que la cena está lista. Nosotros vamos a cenar y cuando quiera se incorporará a la cena. Y cuando lo hayamos dicho varias veces: «cariño, recoge la habitación antes de cenar». Si va a venir a cenar, le decimos: «Cariño, has recogido la habitación? Bueno, pues recógela. Y luego vienes a cenar porque después de A viene B, pero lo hacemos sin gritar. Lo hacemos sin enfadarnos. Lo hacemos sin humillar, sin chantajear… simplemente como una secuencia lógica de acontecimientos.
El problema es que a nosotros, a los adultos, nos cuesta aceptar que luego ellos se enfaden cuando nosotros no repitamos las cosas. Pero no podemos educar sin aceptar que nuestro papel es poner límites y que su papel es protestar y quejarse cuando nosotros ponemos esos límites y tan natural es que nosotros supongamos como que ellos se quejen ante esos límites. Es el ingrato reparto de roles de la paternidad.
En este punto, ¿puede ser un truco lo de la tabla de las rutinas?
Sí, útil. Sí, eso a veces funciona muy bien, cuando lo pones bien visible en algún lado cuando son muy pequeñitos y no saben cuál es la secuencia natural de las conductas. Por ejemplo, por la mañana me despierto, me pongo la ropa, me lavo la cara, bajó a desayunar, hago esto, esto y lo otro, y luego cojo la mochila y me voy al cole. Cuando son pequeñitos y todavía no acaban de integrar.
¿Cuáles son los pasos que nos llevan a un determinado lugar?
Pues ponerlos de una manera que sea visible en casa, incluso con algún elemento manipulativo que ellos vayan cambiando conforme lo van haciendo, ayuda a que ellos lo puedan integrar. Estrategias como esas tablas de rutinas no dejan de ser herramientas para conseguir la autonomía, Es decir, desde el momento en que nosotros empezamos a utilizarlo, el objetivo es que dejemos de utilizarlo porque ellos lo hayan integrado y van a haber nenas y nenes que les beneficie y van a haber otros que no les hagan ninguna falta. Cada familia es un mundo.
Uno de los últimos capítulos y ya por terminar, es el de la corresponsabilidad.
Creo que es tan importante o más que todo lo que hemos hablado, claro, para que las cosas salgan bien y todavía no creo que no está bien distribuido. En la inmensa mayoría de los casos, estadísticamente hablando, la crianza de los hijos o tener hijos es un proyecto que se decide en pareja. Por supuesto, hay madres que deciden tener a sus hijos sin una pareja. Es respetable, pero en la inmensa mayoría de los casos es un proyecto conjunto de pareja y entendiendo que es un proyecto conjunto a nivel de pareja, pues así debería ser el día a día cuando la criatura está con nosotros.
La realidad es que a día de hoy, en el año 2023, a punto de llegar al 2024, sigue siendo la madre la que se encarga de la inmensa mayoría de las tareas domésticas y las tareas relacionadas con los cuidados.
Y eso no es simplemente algo anecdótico, porque es algo que luego tiene implicaciones importantes a nivel laboral. Para las mujeres, esa desigualdad a nivel familiar tiene repercusiones. A nivel laboral, ellas tienen de media unos salarios más bajos, mientras que los hombres llegan a menos puestos de responsabilidad, y consiguen consolidar menos sus proyectos laborales cuando alguien tiene que dar un paso atrás a nivel laboral para cuidar a los hijos.
Entonces, tenemos que entender que si decidimos de manera conjunta embarcarnos en el proyecto de la crianza y de ampliar la familia, pues el día a día debería ir de la mano y debería reflejar que es un proyecto conjunto. Sin ninguna duda vamos avanzando. Es decir, tenemos las mejores tasas de corresponsabilidad que teníamos hace diez años, por ejemplo, y ni qué decir de hace veinte o treinta años. Pero pese a que haya un avance, es claramente insuficiente. No es suficiente en absoluto. Vamos a la buena dirección. Sí, no hemos llegado a la meta para nada. Ni siquiera hemos llegado a la primera meta volante, pero al menos vamos en la buena dirección.
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Lo estamos consiguiendo en las cosas tangibles. Es decir, cada vez hay más hombres que ponen lavadoras, que ponen el lavaplatos, que friegan el suelo y recogen a los niños de la extraescolar. Pero el gran desafío que tenemos ahora es la carga mental. Son todas esas tareas invisibles que a día de hoy siguen recayendo de manera de manera mayoritaria en las madres. ¿Quién está y quién participa en los grupos de WhatsApp de los coles? ¿Quién hace el Bizum a la madre de fulanito?¿Quien se encarga de llevar a la criatura al cumpleaños? ¿Quién se encarga de elegir el regalo? ¿Quién sabe las tallas de la ropa? ¿Quién decide el cambio de armarios? ¿Cuándo ponemos el edredón, Cuándo lo quitamos? Si lavamos las cortinas, si no lo hacemos. Si el jueves toca fútbol y hay que tener la equipación limpia, pero el martes toca gimnasia y hay que tener el mayor preparado. Todo eso forma parte de la cabeza de la madre y hasta que la madre no se quite toda esa carga mental de la cabeza, el día a día no puede ser más igualitario porque sigue siendo un privilegio masculino la paz mental en casa. Y eso no tiene que seguir siendo así.
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