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«No por ir a la escuela infantil van a espabilar antes»

El curso 2022-2023 ha batido récord de escolarización en la etapa de 0 a 3 años, con un 45,6% de matriculados

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«Cada vez que me acuerdo me entran ganas de llorar de nuevo. La primera vez que dejé a mi hija en la guarde para irme a trabajar fue uno de mis peores días como madre. Durante mucho tiempo estuve pensando en lo absurdo de un sistema que obliga a dejar a un ser tan desvalido con otras personas cuando sólo me quería a mí», rememora Pilar G., madre de Julia, una niña que hoy tiene ocho años y que entró en la escuela infantil con cinco meses. «Hoy no lo volvería hacer, pero en aquel momento me sentía fatal por haber estado tanto tiempo sin trabajar».

El caso de Pilar es sólo un ejemplo de una escena que se repite cada vez con más frecuencia en nuestro país. Con la natalidad en caída libre, el porcentaje de bebés menores de un año escolarizados se ha multiplicado por cinco en los últimos 20 años. Así, según datos del Ministerio de Educación, mientras que en el curso 2003-2004 apenas un 2,9% de los retoños asistieron a una escuela infantil, este año lo han hecho el 14,7%.

«Puedo hacer dos lecturas de esos datos», señala Corina Cuenca, maestra de educación infantil en una escuela rural y conocida en redes sociales como Cori de @entrepetits. «La que yo me quiero creer es que cada vez se tiene más conciencia del desarrollo de los niños y niñas en edades tan tempranas y que las familias acuden a las escuelas infantiles para que les sirvamos como figuras de apoyo para el desarrollo de sus peques», señala ilusionada, aunque remacha: «Mi otra lectura, y la más realista, tal vez, es que estos datos son debidos a que tenemos que ir a trabajar y sólo tenemos 16 semanas de permiso. Evidentemente la solución es fácil, alargar estos permisos, igual que se ha hecho en otros países europeos, otra cosa es que se quiera hacer».

Maternidad vs paternidad

En esta misma línea se posiciona Selba García-Clark, copresidenta y responsable de la comisión de acciones de la Asociación PETRA Maternidades Feministas. «Somos el país de Europa donde antes comienzan las criaturas a ir a las guarderías porque las familias se ven obligadas a ello, ya que no hay alternativas para decidir libremente», explica. Por eso, esta entidad defiende ampliar el permiso de maternidad durante el primer año de vida del bebé (52 semanas), que sea transferible para que los progenitores se organicen según sus necesidades familiares y, además, que sea universal. «En países europeos como Dinamarca o Alemania, hasta que los bebés no tienen casi el año no van a las escuelas», recuerda.

Y es que «lo más importante es proteger la diada madre-bebé durante al menos un año», recuerda la responsable. Por eso, las actuales 16 semanas de permiso por nacimiento y cuidado del menor, tanto para la madre como el padre, «no tienen en cuenta quién pare y quién pasa por el puerperio, por eso creemos que los permisos no pueden ser igualitarios», subraya. De hecho, a juzgar por los datos, «la equiparación de los mismos no ha evitado este incremento brutal de escolarización temprana» ni tampoco «que sigan siendo las mujeres las que se sigan cogiendo las excedencias». De hecho, en España se registraron durante el primer semestre del año un total de 24.942 excedencias, de las que el 84,5% fueron solicitadas por ellas.

Tal es el debate en torno a este tema que un reciente vídeo de Corina en Instagram se convirtió en el más visto de su canal por poner en cuestión si era adecuado que un bebé de cuatro meses entrara en una escuela infantil. «Para mí no, y aunque esté tirando piedras sobre mi propio tejado, los cuatro meses no es una edad en la que los menores deban ser escolarizados. Habría que esperar hasta el año o el año y algo, aunque haya personas que dirán que hasta los tres». De hecho, cada vez son más los profesionales que, teniendo en cuenta la evidencia científica, son contrarios a llevar a los bebés a la escuela.

La etapa de cero a tres años es una etapa de cuidados, no de educación formal, recuerda la Asociación PETRA Maternidades Feministas. El objetivo es satisfacer las necesidades vitales de las criaturas, un proceso que el adulto debe acompañar. «Estas necesidades no se educan, se favorecen. No podemos olvidar que el proceso de desarrollo de un bebé en los primeros años de su vida es complejo y con varias etapas que están estrechamente relacionadas con el vínculo materno (exterogestación, lactancia, protección del vínculo primario, protección de su salud física y emocional y pasar la mayoría de su tiempo con sus principales figuras de apego). Para cubrir las necesidades de la primera infancia no es imprescindible que haya espacios fuera de la familia», asegura García-Clark.

«La equiparación de los mismos no ha evitado este incremento brutal de escolarización temprana»

Selba García-Clark

Asociación PETRA Maternidades Feministas

Por ello, recuerda que externalizar el cuidado de los más pequeños responde a una necesidad adulta. «No se piensa en la infancia, sino en las necesidades de los adultos, que tienen que volver a su vida laboral cuanto antes», recuerda la experta. «Lo que hacemos -prosigue- es meterles en los horarios laborales de madres y padres y esto es no invertir en la salud de quienes serán adultos el día de mañana».

Etapa clave de desarrollo

No obstante, pese a admitir que en la mayoría de los casos el mejor lugar para los retoños es su casa, Cuenca reconoce que con bebés «se hacen muchas más cosas de lo que la gente se piensa» pues «es una etapa súper importante a nivel sensorial y, aparte de cubrir todas sus necesidades -que son muchas-, nos dedicamos a establecer un vínculo emocional con ellos para que, poco a poco, sean capaces de descubrir lo que les rodea a partir de los sentidos».

Un trabajo que continúa a lo largo de los dos años siguientes de educación temprana. A tenor de los datos, cada vez más familias confían también en las escuelas infantiles como alternativa para el cuidado de su prole. Así, mientras que hace 20 años sólo estaban escolarizados el 11,9% de los bebés de un año, y el 24,4% de los de dos, hoy esos porcentajes se disparan al 49,6% y el 71,3%, respectivamente.

Muchos de los argumentos que esgrimen esas familias pasan por asegurar que los pequeños que acuden a las escuelas «espabilan», «socializan» o «aprenden a compartir». Sin embargo, nada más lejos de la realidad.

«Creo que todas estas frases vienen de la ignorancia de la sociedad en lo que a respetar los ritmos y las necesidades de los pequeños se refiere», asegura la maestra. «Los seres humanos somos sociales por naturaleza y no van a aprender a socializar o compartir cuando a nosotros nos plazca. Son procesos que van a hacer cuando estén preparados. Pero no por ir a la escuela van a espabilar antes, ni van a socializar antes, ni van a compartir antes».

En este sentido, la profesora es tajante: «Se les puede llevar a la escuela por muchos motivos, pero no para socializar, porque en esa edad, con quien deben estar es con sus figuras de referencia, que son sus familias, y para todo lo demás, ya habrá tiempo».

«Lo que impera en nuestra sociedad es que cuanto antes vayan al cole, mejor, cuando no es así», añade García-Clark. «Las familias que libremente decidan externalizar el cuidado de los bebés deberían poder hacerlo en espacios con condiciones dignas de trabajo y con ratios adecuados, pues es una etapa fundamental en el desarrollo del bebé», recuerda.

«A esas edades, con quien deben estar es con sus figuras de referencia»

Corina Cuenca

Maestra de Educación Infantil

Para la experta, es también imprescindible garantizar una verdadera adaptación escolar que respete las necesidades de la infancia en todo momento. «A día de hoy, los niños se resignan en el periodo de adaptación: entran llorando porque no quieren separarse de su familia», recuerda. «Lo ideal sería -continua- que los progenitores contasen con un permiso parental en septiembre para acompañar a sus hijos y que las escuelas permitieran la presencia de los adultos en las aulas hasta que la criatura se sienta bien».

A pesar de todo, la profesora reivindica la importante labor que desarrollan con el cuidado de los más pequeños y asegura que es necesario «visibilizar la importancia de la etapa 0-3, que es mucho más compleja y valiosa de lo que a la sociedad normalmente le suele parecer. Y aunque es cierto que los peques estarían mejor en su casa, no implica que en la escuela no estén bien. En ella acaban formando su otra pequeña familia y nosotras, como educadoras, les acompañamos en todos sus procesos. Y eso es muy bonito».

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