¿Por qué hay niños que se esfuerzan más que otros en los estudios?
Varios expertos en educación dan las claves para sacar de dudas a los padres preocupados por el nivel de aprendizaje de sus hijos
![Son diferentes los motivos, por eso los expertos dan varias recomendaciones a las familias](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/familia/2023/10/17/estudiante-R9BI3hVim3ELX6gt7aCPsvN-1200x840@abc.jpeg)
¿Por qué mi hijo no se esfuerza en los estudios? Los padres preocupados por que su prole tenga un hábito de estudio adecuado, avance en su aprendizaje y sea capaz de sacar buenas notas saben muy bien lo desesperante que resulta ver a un hijo perder el tiempo, sin que se siente en su mesa para hacer deberes... Son hogares en los que suelen reinar las discusiones por la tarde, que llegan a normalizarse, al mantener un constante pulso entre estudiar y no estudiar de unos y otros.
Según Jesús Jarque García, pedagogo, máster en Psicología y Gestión Familiar y orientador educativo en un colegio público de Infantil y Primaria en Castilla-La Mancha, hay niños que se esfuerzan más que otros, sencillamente porque «todos somos diferentes». Matiza, no obstante, que hay aspectos contextuales, debido a que hay alumnos que viven en un entorno donde el esfuerzo no se valora, no se potencia, no se educa desde casa, no hay medios suficientes para que germine o no se ha educado en esa cultura del esfuerzo y de aplazar la recompensa. Pero también hay aspectos personales e individuales: hay niños, jóvenes y adultos que, por su propio temperamento, tienen más dificultades para esforzarse, menos capacidad para aplazar la recompensa y menor tolerancia a la frustración.
Añade Jarque, autor de 'Consigue tu mejor versión. Para chicos y chicas como tú', que por su experiencia como orientador educativo en la etapa de Infantil y Primaria, «quiero aprovechar para resaltar la realidad de muchos niños y jóvenes que tienen algún tipo de necesidades especiales. Me refiero a chicos con TDAH, dislexia, TANV y otros cuadros. Mi experiencia es que son alumnos que tienen que hacer un gran esfuerzo (ellos y sus familias), un esfuerzo silencioso. Cada día estos estudiantes vuelven a clase con sus deberes hechos, pero a veces olvidamos desde los centros el esfuerzo que ha supuesto para ellos. Un esfuerzo que muchas veces no obtiene ninguna recompensa o incluso se valora de forma negativa».
Recalca, sin embargo, que son alumnos que han aprendido a esforzarse mucho, y que lo continúan haciendo a lo largo del tiempo, «y a veces esa constancia les lleva al éxito».
Para María Caballero, profesora de secundaria en un instituto de Córdoba, doctora en Neuroeducación y máster en Neuropsicología y educación por la Universidad Internacional de La Rioja, la respuesta al interrogante sobre por qué unos niños se esfuerzan más que otros en los estudios, «está en la misma condición humana, ya que de la misma manera que en el aprendizaje interactúan numerosos factores, también son numerosas las causas que puede haber en la base del esfuerzo que hacen los niños al estudiar».
Dos cambios trascendentales
Para abordar el tema de forma clara y sencilla, María Caballero opta por centrarse en dos de los grandes cambios que se han producido en los últimos años y cuyo impacto está afectando directa o indirectamente al aprendizaje. En primer lugar se refiere a los cambios tecnológicos. «Los avances en tecnología han invadido cualquier ámbito de nuestra vida, modificando no solo nuestra forma de vivir, sino también nuestros cerebros y especialmente el de nuestros jóvenes. Estar permanentemente conectados al exterior a través del móvil o del ordenador está cambiando sus cerebros, la forma de percibir el mundo y, entre otras cuestiones, su forma de aprender. En este sentido, son muchos los estudios que señalan la relación entre la desatención en el aula y la permanente conexión a las nuevas tecnologías. Esto podría justificar el hecho de que cada vez tengamos un mayor número de niños con déficit de atención y, en consecuencia, problemas de motivación y finalmente de aprendizaje».
Entender el cerebro al aprender
La segunda de las variables que está modificando la sociedad actual son, en su opinión, los avances científicos. «Todos damos por hecho que el médico o el ingeniero están al tanto de los avances en su campo antes de abordar un nuevo trabajo. Algo tan básico en cualquier otro campo del saber, todavía no ha entrado ni en las escuelas ni en las familias y seguimos educando a nuestros niños según nuestra propia lógica. Todo ello a pesar de que ahora la ciencia, en concreto la neurociencia, nos está abriendo una ventana para entender el cerebro al aprender».
Añade Caballero que todo ello conlleva que las técnicas de aprendizaje tradicionales deberían ser revisadas desde la evidencia científica ayudándonos a diseñar modelos de enseñanza ajustados a las necesidades individuales en cada etapa de la vida, porque saber aprender no es algo que ocurra solo y, mucho menos, de forma espontánea«.
Esta docente insiste en que las habilidades para aprender se adquieren de forma progresiva. «Ahora sabemos que los niños no nacen con una caja de herramientas llenas de habilidades para autorregularse y gestionar su propio aprendizaje, más bien estas habilidades se adquieren de forma gradual, desde el principio en las casas y, después, en las escuelas, a través de interacciones con sus iguales, con otros compañeros más capaces, con la familia y, en general, en muchos ámbitos de la vida».
Sin embargo, puntualiza que las habilidades necesarias en el contexto escolar, como son la planificación, la organización y entre otras, la autorregulación, necesitan tiempo para desarrollarse. «Ahora también sabemos que dichas habilidades han de ser apoyadas de la mejor manera posible y eso muy a menudo significa, o ha significado, un trabajo explícito de habilidades como organizar la tarea, desarrollar estrategias de tolerancia a la frustración, de técnicas para perseverar a través de desafíos, mantener la calma en momentos de estrés o para seguir enfrentándose al reto que supone aprender cada día».
Explica que los adultos somos los que de alguna manera hemos creado en la mayoría de los niños las habilidades y hábitos necesarios para que se esfuercen por aprender y, sobre todo, para que sepan cómo hacerlo, «porque como dice una de mis alumnas, «además de querer hay que saber». Eso implica, entre otras cuestiones, un adecuado control de la tecnología y asumir que cada niño tiene unas necesidades diferentes».
Añade que es importante que tanto padres como profesores tengan muy claro que aprender a aprender es una de las competencias más importantes que podemos transmitir a los jóvenes, «asumiendo que si bien la genética marca el punto de partida, definitivamente nunca marca el punto de llegada y, mucho menos, el camino a recorrer. El motivo es muy simple, el pilar fundamental para la adquisición de esta competencia es la capacidad de autorregularse y para lograrlo la actitud de la motivación y la confianza son cruciales, pero también la habilidad de conocer y regular los propios procesos de aprendizaje, porque esas habilidades no vienen en una caja que simplemente podemos abrir, sino que han de aprenderse de forma gradual».
Para que las familias puedan ayudar a sus hijos y fomentar en ellos la cultura del esfuerzo, Ana Roa, licenciada en Ciencias de la Educación y autora de 'Cómo educar en la cultura del esfuerzo' recomienda las siguientes pautas.
Las pautas que recomiendan los expertos
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Transmítele el gusto por hacer las cosas con ganas e interés.
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Contágiale energía positiva, optimismo y fuerza de voluntad a diario.
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Elimina las quejas continuas de tu lenguaje.
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Plantéale pequeños retos diarios que pueda ir superando.
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Dale tiempo necesario para que sus expectativas no lo asfixien.
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Potencia su autonomía personal y la toma de decisiones.
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Enséñale a tratarse con respeto y sin necesidad de sentirse perfecto.
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Aplaude sus logros conseguidos por no quedarse de brazos cruzados.
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Enséñale a elegir a sus aliados para recorrer el camino que nos ofrece la vida.
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Explícale que el error permite el nacimiento de nuevas oportunidades para aprender.
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Orienta los propios avances de nuestros hijos en lugar de imponer nuestras directrices.
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Ten en cuenta que infravalorar sus esfuerzos y sus progresos puede desembocar en actitudes de frustración y abandono.
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Acepta sus errores, el esfuerzo está acompañado de las equivocaciones.
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Hazles comprender que los errores cometidos están en el camino que recorren y pueden convertirse una fuente de aprendizaje.
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Celebra los éxitos que van consiguiendo en el camino, pues son más importantes que el resultado final.
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Ayúdales a que encuentren soluciones y respuestas utilizando la pregunta poderosa y fructífera «¿para qué?» basada en el momento presente.
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Enséñales a que cuiden los detalles y conozcan el valor de las cosas.
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Ayúdales a controlar su impulsividad y poca paciencia.
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Explícales para que comprendan el significado de «perseverancia», no todo puede lograrse «aquí y ahora».
Jesús Jarque añade que los padres siempre deben transmitir la idea de que los estudios son una gran oportunidad, no son un castigo o una losa pesada. «Los estudios son la gran oportunidad para aprender, para saber más, para ser más libre, para progresar, para conseguir la mejor versión de cada uno, son el ascensor social que tenemos la mayoría. Valorar los estudios incluye muchas cosas: darles la máxima prioridad, transmitir la idea de que el gasto en los estudios y en la propia formación es una inversión; el interés acudiendo a las reuniones, a las tutorías con el centro educativo. Incluye ofrecer ayuda a sus hijos si lo necesitan, hacer un seguimiento y supervisión; ser ejemplo positivo respecto a los estudios, la formación y el aprendizaje».
Recomienda a los padres que ayuden a sus hijos a mantener una rutina a lo largo del curso y para ello una buena herramienta es disponer de un horario de la tarde. Matiza que es un horario similar al que tienen en el colegio o instituto, pero que, en este caso incorpora las actividades que se tienen fuera del horario escolar: en ese horario aparecen las horas dedicadas al estudio, a las actividades extraescolares, tiempo libre, etc. Disponer de él y tratar de ser lo más fiel en todos los aspectos puede ayudar.
En su opinión también es fundamental lo siguiente:
• Que la cultura entre en casa. También incluye que se valoren desde casa aspectos culturales. La lectura, los libros, pero también el gusto por la música, las visitas culturales en el propio entorno…
• que se trabajen competencias que se van inculcando y desarrollando desde bien pequeños:
◦ Por un lado, la capacidad de esperar y de aplazar la recompensa. No todo puede ser satisfecho inmediatamente, cada cosa tiene su momento: no podemos comer hasta que la comida no esté terminada y todos sentados a la mesa, por ejemplo. En chicos un poco más mayores, el tema del ahorro les va a ayudar. Si disponen de una pequeña «paga semanal» aprenden dos estrategias. Que si se lo gastan inmediatamente pueden adquirir algo de menos valor, pero que si son capaces de no gastarlo durante varias semanas, pueden adquirir algo de más valor económico.
◦ La capacidad de tolerar la frustración. No se trata de evitar las frustraciones, sino de aprender a gestionarlas cuando estas aparecen. De alguna manera enseñarles que la frustración, el fracaso… también forman parte de las reglas de la vida.
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• Hacerles conscientes experiencias de logro. Eso quiere decir, hacer ver de manera explícita, situaciones concretas que los hijos viven en las que, gracias al esfuerzo consiguen determinados logros y objetivos.
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