Las claves de cuatro expertos en educación para lograr que tu hijo se esfuerce en los estudios
Aseguran que un niño se esforzará si observa que consigue buenos resultados porque es lo que le motiva a seguir y disfrutar de esa sensación tan satisfactoria al lograr un objetivo
«El gran reto ante la inteligencia artificial es educar el pensamiento crítico de las generaciones futuras»
![La inmediatez e impaciencia no beneficia a la cultura del esfuerzo, que requiere constancia](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/familia/2023/10/13/ninoestudiarmesa-RouQWn8fUVMp7d2yhtEFxxL-1200x840@abc.jpg)
Como todo comienzo de una nueva etapa, el deseo de los buenos propósitos no se hacen esperar. Bajo esta premisa de pensamiento positivo, miles de padres se empeñan en lograr que en este curso escolar que acaba de empezar sus hijos se esfuercen por sacar ... buenas notas. Pero desearlo no basta. Hace falta un gran empeño previo para no caer en la desesperación ante la llegada del primer boletín de notas. ¿Por dónde empezar para lograr este objetivo en casa?
María Vicario, profesora del Doble Grado de Educación Infantil y Primaria en la Universidad Pontificia de Comillas, especializada en Neuroeducación y certificada en Disciplina Positiva, parte de la base de que el esfuerzo está directamente asociado con la motivación, el entusiasmo y la emoción. «Un niño sólo se va a esforzar si observa que consigue buenos resultados porque es lo que le motiva a seguir por disfrutar de esa sensación tan satisfactoria al lograr un objetivo. Los adultos sabemos que el esfuerzo no te asegura siempre un propósito, pero lo que está claro es que si uno no se esfuerza, nunca logrará lo que persigue. Eso es así, y hay que transmitirlo sin temor».
Sin embargo, la cultura del esfuerzo que los padres tratan de inculcar a los hijos debe presentar dos caras, según Jesús Jarque García, pedagogo, máster en Psicología y Gestión Familiar y orientador educativo en un colegio público de Infantil y Primaria en Castilla-La Mancha. «Por un lado, la idea de que, para la mayoría de nosotros, las cosas realmente importantes requieren una dedicación, un esfuerzo, un trabajo que no siempre es agradable. En segundo lugar, que no se trata de un esfuerzo puntual, sino de una actitud continuada y prolongada en el tiempo».
María Vicario explica que cuando los niños son muy pequeños es habitual que se les enseñen conceptos a través del juego porque así no se percatan de que realizan un esfuerzo por aprender, «aunque sí que lo hacen». Cómo especialista en Neuroeducación, hace referencia también a «la estructura cerebral que posibilita generar conductas que entrelazan la emoción, la afectividad y la cognición, que también media en algunos tipos de aprendizajes y en el procesamiento del sistema de recompensa. Este último es el encargado de mediar la sensación de placer en nuestro organismo. Su fin es reforzarnos para repetir una conducta».
Puntualiza que hay diversas investigaciones que corroboran que mediante el juego se activa esta zona del cerebro y la sensación de placer, lo que hace que queramos repetirlo; es decir, se consigue que tras la satisfacción de lograr unos buenos resultados en las materias académicas después de un esfuerzo, se active esta sensación placentera. «Desde casa necesitamos ver los estudios y el esfuerzo como algo positivo y ayudar a nuestros hijos para que las horas de deberes sean productivas y eso se consigue entre otras cosas con un buen clima a la hora de hacer estas tareas. Sin motivación –insiste– no hay esfuerzo; sin esfuerzo no hay aprendizaje. Aunque la motivación es una respuesta emocional que surge del interior, los padres nos tenemos que presentar como facilitadores del proceso; nosotros mismos debemos estar motivados y tener expectativas positivas sobre las capacidades de nuestros hijos».
El problema para jarque, autor de 'Consigue tu mejor versión', es que nuestra cultura occidental actual ha interiorizado algunas ideas, valores y creencias que no siempre casan bien con el fomento del esfuerzo. «Los niños, jóvenes y los papás tienen interiorizadas la inmediatez e impaciencia, queremos las cosas aquí y ahora, si lo quieres no tienes que esperar. Además, se destierra la idea del fracaso o la frustración: 'si quieres puedes', ocultando la realidad: muchas veces quieres, y no se puede. Y, por si fuera poco, también se transmite (especialmente en el mundo de las redes sociales) el ideal genérico de éxito entre los más jóvenes: ser guapo, rico y famoso… algo que parece asociado a 0 esfuerzo».
En la misma línea se manifiesta Ana Roa, autora de 'Cómo educar en la cultura del esfuerzo', quien apunta que ser un procrastinador no es una excusa para eludir nuestras responsabilidades. «Hay tres variables que explican la procrastinación: la impulsividad (tendencia a buscar recompensa inmediata), el valor de la tarea (las que más alargamos en el tiempo son las que nos resultan aburridas) y las expectativas de éxito (cuando la tarea es complicada, la procastrinación aparece para librarnos de un posible fracaso). Es importante que los padres motiven hacia el esfuerzo para que los estudiantes sean responsables y sepan tolerar sus frustraciones».
Para María Caballero, profesora, doctora en Neuroeducación y máster en Neuropsicología y educación por la Universidad Internacional de La Rioja, también hay grandes cambios que están afectando a la capacidad de esfuerzo de los niños. «Permanecer constantemente conectados a la tecnología está cambiando sus cerebros, la forma de percibir el mundo, y su forma de aprender. Aumenta su desatención y disminuye su motivación. Además, es imprescindible que las técnicas de aprendizaje tradicionales sean revisadas y ajustadas a cada etapa e incidir en la necesidad de ayudar a los escolares a planificar, organizar su estudio y desarrollar estrategias de tolerancia y frustración».
Sin esfuerzo no hay aprendizaje
Lo que está claro, según los expertos, es que no hay dos niños iguales y cada uno tiene unas necesidades. «Las familias necesitan trabajar con sus hijos este asunto de manera transversal –prosigue Vicario–. Es decir, hay padres muy preocupados porque no ven a sus hijos sentados estudiando. Se focalizan en que no se muevan. Es un error. Que estén en su mesa de estudio no da la seguridad de que se estén esforzando en una materia y aprendiendo».
Recomienda, por tanto, mantener una buena comunicación y preguntar directamente al escolar por qué no le gusta estudiar. Quizá se le haya atragantado la asignatura, ha tenido un problema con el profesor, tiene un conflicto externo que le quita el interés por la materia... «Ir al origen del problema y buscar soluciones de forma conjunta y ofrecer herramientas útiles a los alumnos para que logren motivarse es un buen comienzo. Lo mismo ocurre si debe hacer un esquema y no sabe. No hay que perder tiempo en si ha atendido en clase o no. No hacen falta culpables. Sólo soluciones, en este caso enseñarle a hacer un esquema».
María Vicario, no obstante, pide calma a las familias. Asegura que el 99% de los padres lo hacen bien con sus hijos en este asunto, «solamente por el hecho de preocuparse por intentar que sus hijos aprendan dice mucho de ellos. Lo que ocurre es que en la actualidad se sienten más presionados porque los grupos de padres de whatsApp hacen mucho daño ya que hay quienes quieren mostrar a sus hijos como perfectos. Y eso no es real. Todos tenemos fortalezas y debilidades».
Pautas prácticas para fortalecer el esfuerzo en el estudio
-Hay que poner en práctica ciertas herramientas tradicionales que fomenten la autonomía del estudiante: la planificación semanal de las asignaturas, ordenar y controlar todo su materia, que sepan hacer esquemas, subrayar el texto, resúmenes…
-Partir de la base de las características de nuestro hijo: Analizar qué necesidades tiene. No es lo mismo un niño que se concentra fácilmente a otro que tenga Tdah y necesite más tiempos de descanso.
-Permitirle opciones: determinar si va a estudiar cada día todas las materias o solo las que va a tener al día siguiente. También ser flexibles ofreciéndole la posibilidad de que en el fin de semana termine varias tareas que no sean urgentes.
-Fijar horarios: No tiene sentido que esté dos horas sentado por la tarde después de salir del colegio y haber hecho dos extraescolares. Nadie rinde tanto. Es mejor que esté menos tiempo, pero de manera concentrada para que el estudio sea de calidad y disfrute después de momentos de ocio o descanso.
-Referirnos a que hagan los deberes como una actividad positiva, no como un suplicio. Los estudios son una gran oportunidad para aprender, saber más, ser más libre y ascender socialmente.
-Celebrar los éxitos que van consiguiendo en el camino, pues son más importantes que el resultado final.
-Los padres siempre deben transmitir la idea de que los estudios son una gran oportunidad, no son un castigo o una losa pesada.
-Orientar los propios avances de nuestros hijos en lugar de imponer nuestras directrices.
MÁS INFORMACIÓN
-Saber que infravalorar sus esfuerzos y progresos puede desembocar en actitudes de frustración y abandono.
-Enseñarles a comprender el significado de 'perseverancia', no todo puede lograrse 'aquí y ahora'.
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