Catalina Hoffmann: «He entrenado el cerebro de cientos de niños que han pasado de sacar ceros a sobresalientes»
La especialista en desarrollo cognitivo explica en esta entrevista cómo es el funcionamiento del cerebro desde que nacemos y el daño que produce el abuso de pantallas al proceso intelectual de nuestros hijos
¿Por qué hay niños que se esfuerzan más que otros en los estudios?
Catalina Hoffmann es terapeuta ocupacional, especialista en estimulación cognitiva y creadora del método neurofitness, un entrenamiento del cerebro. Explica a ABC que existen una serie de herramientas que se pueden practicar, incluso desde casa, para el control de nuestro propio manejo cognitivo. «Tenemos un estilo de vida siempre bajo presión: una persona no puede concentrarse, otra tiene estrés y se bloquea, otra lee y tiene que volver al principio porque no se acuerda… El neurofitness enseña a cambiar situaciones como esta».
¿Cómo es la evolución del cerebro y de qué manera se puede entrenar desde pequeños?
Yo trabajo con madres embarazadas para que aprendan que ya existe una conectividad con su bebé. Tenemos evidencia científica de que nuestras neuronas conectan con las de nuestros hijos cuando están en el útero materno. Es importante que conozcan que deben trabajar su propio estado porque todo se lo están reflejando al bebé, aunque no quieran. Si están nerviosas, patadita que te da el bebé porque lo está sintiendo.
Cuando nace no tiene todavía su visión desarrollada y su cerebro responde a través de estímulos que recibe en la piel, el tono de voz con que le hablamos… En esta etapa hay que trabajar mucho con él el tacto y el oído.
Al ir creciendo empieza a ver estímulos visuales, por eso se le muestran muchas cosas, se cuelgan juguetes en su cuna... porque desarrolla más la combinación ojo-mano, todo lo ven, cogen y se lo quieren llevar a la boca.
Todos esos estímulos hacen que haya mayor conectividad entre sus neuronas, que es lo que marca la experiencia. Lo que diferencia a un niño de un adulto no es el número de neuronas per sé, sino las conexiones neuronales que te da el aprendizaje.
Cuando tienen dos, tres, cuatro añitos ya gatean, hablan…, pero cuando cumplen cinco, incluso seis años, entran en una fase importantísima porque son esponjas y aprenden de todo lo que les rodea, de lo que escuchan. Su cerebro necesita muchísimo estímulo en este momento. Necesitamos volver a antaño, y dedicarles tiempo de calidad para ayudarles a manipular, jugar con piezas, plastilina… y no que estén con pantallas.
La neuroplasticidad de su cerebro es maravillosa y está en constante aprendizaje, pero si les damos las pantallas, su cerebro se queda muy focalizado en un único sitio durante muchas horas. Aquí está el problema.
¿Qué es lo que le ocurre exactamente?
Si un niño está con una pantalla veinte minutos y luego cambia a otra actividad, se va con la bici, después juega con plastilina... ¡Es fantástico! Pero si está mucho tiempo con la pantalla lo primero que ocurre es que necesita un tiempo de respuesta rápido; en segundo lugar, el cerebro no trabaja para nada la concentración y, en tercer lugar, entra en escena la frustración, porque muchas veces, al estar tantísimo tiempo con la pantalla, si se la quitas, se enfurece porque les estás arrebatando algo que para su cerebro es sano. Su cerebro está desprendiendo una neuroquímica que cree que es positiva, porque ya es una adicción.
Todo es bueno pero en equilibrio. Tenemos que volver a la lectura, pero a la lectura en papel, y a la escritura a mano. En mis charlas en los colegios insisto mucho en que hay que combinar pantallas y papel porque para el desarrollo intelectual del niño es importantísimo.
Desde los seis añitos hasta la adolescencia estamos en un proceso biológico denominado 'podas neuronales', un concepto desarrollado por don Santiago Ramón y Cajal, y que consiste en que el cerebro, por iniciativa propia, decide qué rutas neuronales seguir (las dendritas de una neurona conecta, en lo que se llama sinapsis, con el axón de otra). Cada neurona puede conectar con muchas.
Lo que ocurre es que si yo tengo un patrón y estoy atado a la tablet, mi cerebro empieza a crear conexiones neuronales asociadas a ese patrón de conducta. Pero llega el momento de poda, y el cerebro dice 'yo me voy a quedar con las rutas que he utilizado más'. ¡Atención, no las que más me gustan, no las que más necesito! Y se prepara para podar, como ocurre con los árboles, las rutas neuronales que no ha utilizado. De esta forma se conforma la personalidad de ese niño adolescente. Esto quiere decir que si ese niño no ha tenido los estímulos porque no se les ha estimulado con cosas distintas, es muy posible que su desarrollo cognitivo se vea afectado y no tenga lo que realmente necesita. Es entonces cuando comenzamos con las etiquetas: es que este niño no es suficientemente inteligente, es un vago… Y no es así; es que ese cerebro no ha podido experimentar lo que realmente necesita.
¿Qué te dicen cuando en los colegios les transmites que es necesaria una vuelta al papel y un equilibrio sano con las pantallas?
Al principio me miran como si estuviera majara total. Les explico que tengo muchos programas online de entrenamiento para niños. En diez minutos les doy un reto, una técnica… Les cuento que si tienen diferentes áreas de aprendizaje de maneras distintas, ese cerebro gana en agilidad mental y la mejor prueba es cuando lo ponen en práctica, ven que funciona. He entrenado a cientos de niños que han pasado con este entrenamiento de sacar ceros a sobresalientes.
¿Los padres lo verán como magia? ¿Cómo se consigue?
Estimulando al cerebro para que sepa lo que necesita para aprender. El entrenamiento cerebral lo puede hacer todo el mundo en casa. El cerebro requiere constancia, que todos los días esté diez o quince minutos haciendo un ejercicio, una actividad, según lo que necesite: concentrarse, retener más la información, escribir sin faltas de ortografía… Necesita un patrón de 10 a 15 minutos de lunes a domingo, aquí no hay descanso.
No puedo pretender que estén mucho tiempo más. Al principio se frustran porque no lo consiguen, pero poco a poco sí. Además, les enseño a meditar, a no hablarse ni exigirse, a no compararse… Y cuando el niño coge el ritmo, normalmente en tres meses, empieza a ver resultados.
Si un niño desde los cuatro o cinco añitos tiene la rutina todos los días, de salir de su rutina normal, de su zona de confort, y hacer un reto de entreno, por ejemplo una meditación, todos los días, ese cerebro va a empezar a adaptarse.
¿Este método es efectivo también cuando llegan a la adolescencia y muestran mayor desgana hacia sus estudios en la etapa de la ESO o Bachillerato?
Totalmente. El entrenamiento cerebral funciona a cualquier edad. Lo más importante es la constancia y querer. Somos los escultores de nuestro propio cerebro.
¿Cuáles serían las claves para alentar a los padres con hijos que no tienen esa constancia en el esfuerzo o no quieren estudiar?
Cuando tú tienes a un adolescente que no quiere hacer nada, la primera recomendación es que los padres le digan «imagínate que tuvieras toda la capacidad del mundo, ¿qué te gustaría? Sin pensar en lo que se te da bien o no». Algunos querrán estudiar Químicas, aunque piensen que es imposible. Vale, para ahí. ¿Y si yo te digo que hay herramientas que están demostradas para lograr lo que tú quieres? Lo primero que hacen es no creérselo. Pero, en el fondo, cuando les dices que es posible que cambien, al principio te dan un no y, después, te dicen: «bueno, por intentarlo, no pierdo nada».
Les digo «no te voy a pedir más de diez minutos cada día». Al final ellos mismos se dan cuenta. Les explico que soy su entrenadora y ellos mi deportista de élite. Él decide dónde quiere llegar ¿a las Olimpiadas y ganar un oro? Yo les doy las técnicas para entrenarles, pero el entrenamiento lo deben hacer ellos. Un deportista lo que más trabaja es su mente.
Igual que en el deporte físico hay personas a las que les cuenta tener el hábito, ¿cómo lograrlo con estos adolescentes en su desarrollo cognitivo?
Pues mira, les engancho donde más les duele, con las cosas que más les frustran. Por ejemplo, les digo «¿qué es lo que más te agobia? ¿Lo que más te frustra?» Y muchas veces es que se sientan horas y no se enteran de nada y no se desenganchan de las pantallas. Y yo le pregunto: «¿y si te doy trucos para que eso pueda cambiar?» Y cuando ven que esa atención la logran mantener, cuando eso antes era imposible, les entra una gran motivación porque cuando eres realmente tú quien controla tu cerebro, eso vale muchísimo.
Para acabar con su frustración también les pregunto «¿a ti qué es lo que te gustaría tener que ahora mismo no tienes?» Muchos me dicen sacar mejores notas, ser mejor en esto, lo otro… Entonces les pido que elijan solo una opción y les enseño técnicas para lograrlo, es lo que se llama 'la ampliación de la reserva cognitiva'. Yo le doy al cerebro áreas que no utiliza, estímulo para que conecten y el cerebro empieza a tener un plan B. Lo bonito es que como el cerebro es tan plástico y tan maravilloso mejora. Cuando ven que hay cambio, ya se motivan.
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Ahora apuestas por una escuela de verano y entrenar el cerebro en julio y agosto, ¿ni descanso por vacaciones?
La desconexión tras acabar el curso es importantísima, pero no se puede pasar de cien a cero. Es un desastre de cara a la vuelta al cole en septiembre. He creado una escuela online de verano muy divertida en la que cada día los niños reciben un vídeo de diez minutos (con trucos, juegos, ejercicios de atención, meditaciones…) y un reto. De esa forma, cuando regresan a las clases su cerebro ha estado activo en muchas áreas, sin estar bajo la presión de un examen. Si lo trabajamos, el cerebro va a quedarse con ese rendimiento constante y la vuelta a las aulas no será costosa en septiembre.
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