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«Cada hermano tiene una madre distinta, aunque ella sea la misma»

Marta Segrelles, psicóloga y autora de 'Querida mamá: me dueles', explica las principales razones por las que se producen heridas en el vínculo entre madres e hijos

María Velasco: «¡Qué tontería es esta de creernos que podemos trabajar fuera de casa, dentro y estar perfectas!»

Marta Segrelles, especialista en trauma y apego, al comienzo de la entrevista Ignacio Moreira / Ernesto Agudo
Laura Peraita

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Marta Segrelles es psicóloga especialista en trauma y apego. Acaba de publicar 'Querida mamá: Me dueles', un libro en el que invita a los lectores a hacer un viaje al pasado y también hacia el interior de uno mismo para reflexionar sobre el vínculo que tenemos con nuestra madre y la huella que nos ha dejado para el resto de nuestra vida.

¿Por qué es importante hacer una reflexión sobre el vínculo que tenemos con nuestra madre? ¿De qué manera nos determina nuestro desarrollo después como adultos?

Muchas personas llegan a terapia con sensación de no dar respuesta a lo que les ocurre: ¿por qué no puedo pasar demasiado tiempo con mi madre? ¿Por qué cuando estoy de vacaciones con ella se me hace muy duro? ¿Por qué si voy a verla salgo de casa con una sensación rara? El vínculo con ella determina muchas cosas en nuestra vida de adultos..

Marta, ¿cuándo duele una madre?

Es una buena pregunta, y la respuesta puede ser amplia porque hay hijos que se sienten heridos por una falta de reconocimiento, por no sentirse validados en sus emociones...., pero también los hay que se sienten dolidos porque piensan que merecen aquello malo que les ha ocurrido. Por ello, una madre duele de muchas maneras. Al final tiene que ver siempre con nuestra experiencia y con cómo esa herida se ha podido hacer y crece con el tiempo, o si son heridas del pasado. Eso también marca la diferencia.

¿Cuáles son, entonces, los mayores estresores del vínculo?

Para mí un vínculo seguro tiene que ver con que exista la posibilidad de una reparación y para ello es necesario que nuestra madre nos pueda ofrecer empatía, y que cuando hay algo que nos ha dolido ella pueda identificar esa responsabilidad. Es decir, si le digo que algo me ha hecho daño, ella escucha, tiene capacidad para ver si puede hacerlo de otra manera y tratarme mejor.

Todos en algún momento hemos dicho cómo me gustaría que mi madre fuera de esta manera o, incluso, nos parece que las madres de nuestros amigos cuando somos más pequeños son mucho mejores que la nuestra. ¿Existe la madre ideal?

Para la sociedad sí hay una madre ideal porque tenemos una referencia de cómo tiene que ser una mujer que después se convierte en madre: más dulce, más atenta, cariñosa.. Cuando empezamos a crecer, comparamos y es normal pensar «yo quiero la madre de mi amiga que le deja hacer de todo». De adultos nos damos cuenta de que no todo era tan perfecto, y quizá la amiga a la que le dejaban hacer de todo se sentía muy sola. Como hijos tenemos unas necesidades que se tienen que cubrir, y es lógico comparar.

¿Deben percatarse los hijos de que una madre también es una persona, una profesional, una pareja...?

En el libro hablo justamente de ello, de la mujer antes de ser madre. En terapia no se lo digo a mis pacientes el primer día, pero es cierto que hay que entender a una madre que cumple esta faceta lo mejor que puede. A veces conocer su historia, lo que ha vivido..., ayuda a entender un poco más la relación y a pensar: «pues ella igual reaccionaba así y no estaba relacionado conmigo, sino con sus circunstancias».

Cuando hay varios hijos, ¿a todos les duele igual su madre, o no depende tanto de ella, sino de los hijos?

Exacto, nada que ver, porque al final cada hijo tiene una madre distinta, aunque sea la misma. La razón es que cada uno de los hermanos ha nacido en un contexto distinto, con una edad diferente, con una experiencia concreta. Entre hermanos ocurre que uno se siente muy dolido en relación a su figura materna, y la hermana, sin embargo, tiene un buen vínculo. Aunque la madre sea la misma, es diversa.

¿Es hoy más complicado el vínculo por el hecho de vivir en una sociedad de ritmo frenético, siempre con prisas, estrés... lo que nos impide tener esa tranquilidad en casa y tiempo de calidad con los hijos?

Las prisas dificultan el vínculo, lo que hace que la crianza hoy sea más complicada que hace varias generaciones. Vivimos en un contexto más difícil que el de nuestros abuelos o madres, pero tenemos que ser responsables y transmitir igualmente a los hijos ciertos valores.

Cuando los hijos sienten ese dolor porque perciben que ese vínculo no es el que ellos querrían tener en ese momento, ¿por qué lo callan, lo interiorizan y no lo expresan?

Es importante que exista comunicación siempre y cuando la otra persona esté dispuesta a escucharme. Necesitan una conversación. Hay cosas que sabemos de nuestra historia, de nuestro pasado, que las hemos entendido y que quizá no necesitan verbalizarse, pero hay otras que, si lo que queremos es construir, sí que necesitamos decirlas. Si yo quiero que mi vínculo contigo continúe necesito decirte qué es lo que no me gusta, qué es lo que me duele... para que tú también me ayudes a estar más cómoda a tu lado.

A veces las madres, cuando tratan de explicarse, dicen «ya me entenderás cuando tengas hijos». ¿Es una excusa o realmente es importante?

Es una realidad. Es así porque podemos sentir esa empatía, pero también hay hijas que al ser madres entienden menos a la suya por el trato que recibieron por su parte e intentan criar con mayor respeto del que recibieron en su infancia. Otras hijas, por el contrario, piensan que fueron muy duras porque al convertirse en madres comprenden lo difícil que es la crianza y que no entendieron en su momento.

¿Es el vínculo más complicado entre madres e hijas o entre madres e hijos?

Creo que hay un factor que hace que sea más difícil entre madres e hijas por su condición femenina, ya que ambas sufrimos esas presiones de cómo tiene que ser una madre, cómo tiene que ser una mujer... Muchas veces todo aquello que hace nuestra madre por nosotras para protegernos es, en definitiva, enseñarnos lo que ella ha vivido y a veces eso nos perjudica.

Cuando se sufren heridas hacia la figura materna, ¿basta con ese diálogo y con un perdón para curarlas o hace falta algo más?

Si el perdón es reparador, de palabras y acciones, no hace falta más. Puede ser que sintamos como ese alivio después de una relación complicada. Pero sí que es verdad que a veces tenemos la sensación de 'yo creo que ya lo hemos hablado y me ha pedido perdón, pero siento que sigo igual'. Entonces, ha sido un perdón que no ha sido realmente tan sanador como puede ser verme a mí y decirme 'pues me duele lo que me estás diciendo, y que la madre asuma que ha hecho daño, que se dé cuenta y quiera cambiar la situación, ahí sí puede mejorar la relación. Entonces, si esa conversación da lugar a una reparación segura y con acciones, sí que es probable que podamos como navegar con esas heridas y construir.

¿Cómo influye el vínculo que tuvimos con nuestra madre en la posterior crianza de nuestros hijos?

Nuestra madre es quien también nos marca cómo funcionan las relaciones. El hecho de cómo nos habla, cómo nos trata, nos enseña a lidiar con las adversidades... tendrá mucho que ver con cómo nos relacionamos con nosotras mismas, en cómo nos hablamos, nos tratamos, nos acompañamos en los días difíciles y, en consecuencia, cómo nos relacionamos con otras personas, ya que es a lo que estamos acostumbradas a recibir.

¿Qué es lo que nunca debe hacer una madre para que el vínculo no sea doloroso?

Esto es difícil porque muchas veces nos damos cuenta de la influencia y responsabilidad que tenemos y es importante percatarnos de cuando cometemos un error y, de esta manera, poder repararlo, porque muchas veces, si pensamos en generaciones anteriores, quizá no hemos tenido una disculpa por parte de los adultos porque se suponía que ellos eran los que sabían cómo se hacían las cosas. Creo que una madre que está dispuesta a reconocer que se ha podido equivocar, que no se ha dado cuenta de algo y que está dispuesta a construir y a reparar, vale mucho.

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Sobre el autor Laura Peraita

En ABC desde 1994 como periodista de formación, empresa, motor. Desde 2011 al frente de ABC Familia, donde escribo y modero debates de lo más importante en la vida: nuestros peques, parejas y mayores.

Laura Peraita

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