«Al usar el móvil delante de un bebé dejamos de mirar y de interaccionar, y esto tiene graves consecuencias»
Anna Ramis, autora del libro 'De 0 a 3, ¿nada de pantallas?', explica lo que le ocurre al cerebro del bebé cuando se le expone a pantallas
El 'sabbat digital' y otras medidas gratuitas de un experto en ciberseguridad para proteger a tu hijo en internet
![En las maternidades de San Francisco (EE.UU.) recomiendan no usar el móvil](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/familia/2023/08/16/PANTALLAS-2-RMmuBdpfQzyKNWqDeTB03nO-1200x840@abc.jpg)
Fotos, llamadas de teléfono, mensajes de texto, redes sociales… ¿Estás pegada a tu móvil mientras pasas tiempo con tu bebé o, incluso, le das el pecho? Es el momento de parar. Así lo advierten ya, por ejemplo, en las maternidades de San Franciso, EE. ... UU. y corroboran investigadores de la UC Irvine de ese país, que han encontrado que el cuidado caótico y fragmentado de la madre puede afectar al correcto desarrollo de los bebés e, incluso, desembocar en graves problemas en el futuro.
Tiene «todo el sentido del mundo», afirma Anna Ramis, autora del libro «De 0 a 3, ¿nada de pantallas?» (Octaedro). Este es, determina esta maestra y profesora, «el periodo clave del desarrollo humano. No quiero ser catastrofista, pero todo lo que pasa antes de esa edad define con qué herramientas salimos al mundo».
Así, tal y como advierte Ramis, «el primer punto sería darnos cuenta las madres, los padres, los educadores, toda la sociedad en general, de que los menores son sujetos de derecho, a los que no pueden apelar y que quienes les rodean, las personas que están más cerca, deberían reivindicar y poner palabras. El adulto es el responsable».
Y no solamente porque los menores van a ser adolescentes y adultos el día de mañana, prosigue la autora, «sino porque un niño de tres meses o dos años tiene derecho a tener la salud de un niño de tres meses o dos años. Tengamos claro que estamos invirtiendo en futuros adultos, y es una inversión en una sociedad más sana».
«No me gusta hablar de culpa -aclara- pero ahora mismo los papás y las mamás no tenemos ninguna referencia de cómo criar a los bebés y desde que nacen lo estamos colonizando todo con los dispositivos. Incluso antes de nacer, el smartphone entra en la ecografía, que poco después ya circula en redes. Creamos una huella digital a un niño que no ha nacido, un rastro que prosigue luego en el paritorio, en la sala de lactancia… Vamos a pensar que nos está pasando, qué consecuencias tiene esto en la salud de los niños y de las niñas».
De 0 a 3, ¿nada de pantallas?
Después, en el periodo que va desde los cero meses a los tres años, explica Ramis, «la salud del niño se ve comprometida si le tenemos demasiadas horas amarrado digitalmente. Tener a un niño parado muchas horas es un desastre para su desarrollo porque necesita descubrir todas las posibilidades de su cuerpo. Solo deberían estar así cuando duermen o cuando ellos mismos, a partir de su quietud, empiezan a observar».
Por eso las pantallas en este periodo de su desarrollo, advierte, «incluso si ofrecieran un contenido de buenísima calidad, tienen lo que llamamos un 'coste de oportunidad'. Es decir, que cuando un crío pequeño está sentado viendo una pantalla no está haciendo miles de otras cosas que le interesan y que son necesarias y vitales para su desarrollo, como son moverse, jugar, interaccionar con el entorno, con los adultos iguales.. Esto es vital. Se está perdiendo muchas cosas que tenían que hacer».
Por otro lado, continúa Ramis, «tenemos a los adultos pegadísimos a los avisos de su smartphone y el que acaba perdiendo en el entorno digital del adulto es el crío. Los móviles capturan la atención de los mayores, que dejan de prestar atención a los niños y niñas». Así, advierte, «les dejamos de mirar y de interaccionar, cuando la neurociencia ya nos ha aclarado y puesto negro sobre blanco que el desarrollo neuronal de las capacidades primeras depende de las neuronas espejo y de la validación de alguien externo que te quiere y aprecia. El bebé o el niño buscan con la mirada a alguien que les diga: te he visto».
Esto, en lo que respecta al desarrollo del lenguaje, explica esta experta, es también muy importante. «El adulto con sus palabras construye la simbología del lenguaje. No es que tenga que enseñar al niño a hablar ni hace falta estar todo el rato diciendo 'muy bien campeón', pero si el adulto que está ahí delante no pone palabras a lo que le pasa el niño este no va a aprender bien. El lenguaje y el pensamiento van continuamente relacionados. A menos palabras, menor capacidad de pensar».
El doctor Rojas Marcos, rememora esta maestra, decía: «bendita costumbre mediterránea de hablar en la mesa. Esto nos salva. Es más, hay ciertos adultos que relacionan el ser parlanchín con el éxito escolar. No solo ampliamos vocabulario sino que gestionamos emociones y enseñamos cómo situarnos delante de la vida. Las pantallas durante las comidas levantan muros».
De esto, sugiere Ramis, se extrae un mensaje clarísimo: «Si un crío desde que nace ve que el adulto va siempre con una patata en la mano, y que antes de salir de casa comprueba que la lleva en el bolsillo porque no puede salir sin llevarla encima, que incluso en los momentos vitales e interesantes o de más diversión saca la patata o se la muestras a los otros y que estos se ríen… Ese niño querrá patata porque todo objetivo al que un adulto le concede valor es un objetivo valorado por el crío».
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¿Cómo gestionar esto? «No es fácil, nadie va a prescindir de su smartphone -reconoce-. Pero sí hay que pedir a los adultos que, sin tener que hacer milagros y volver al siglo XVII, tengan conciencia y saquen de la presencia del niño los dispositivos digitales».
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