VIAJE A LA MEMORIA (I)
La sangre invisible de Basilio Altuna: «Lo mataron ahí»
Después de 44 años, Ángel regresa al lugar donde asesinaron a su padre, el frontón de Erentxun en Álava, la provincia que puede dar la victoria a Bildu la próxima semana: «Tengo la incomoda sensación del cornudo»
El CIS de Tezanos da ahora la victoria a Bildu con hasta un 35,1 por ciento de los votos
Así vista, tan plana, sin cuestas, ni montes, ni peñas altas en las que se enredan las nubes, la tierra que se llama Cuadrilla de Agurain en los alrededores de Vitoria podría no pertenecer a esa Euskadi de imaginario con repechos y bosques impenetrables, zarzas ... y limacos en la que siempre está lloviendo. Es domingo, hace sol, el trigo ha prendido en las llanuras en un verde decidido y a lo largo de la carretera se suceden unos pueblos tan pequeños y con unas iglesias tan grandes. La primavera extiende sobre el paisaje su manto de flores pequeñas, alegres, inocentes, ajenas a cualquier noción de dolor, de muerte y de miedo. Flores tan distintas a las de las coronas de los cementerios. En esta Álava, que para entendernos es orográficamente castellana, se van a decidir las autonómicas vascas y el posible 'sorpaso' de Bildu al PNV, no digo ya a los partidos constitucionalistas. Por primera vez, no se habla del terrorismo y la posible victoria de Bildu se construye sobre la promoción del olvido de los muertos y la conclusión de un blanqueamiento amnésico de sus verdugos y los partidos que los representan. Aquí, donde parece que nada hubiera ocurrido, arranca este viaje a la memoria.
Sobre la mancha de sangre, oscura y grande, que extendió sobre el frontón de Erentxun el cadáver de Basilio Altuna juegan dos niños mellizos con raquetas y camisetas de Lewandoski. El 6 de septiembre de 1980, mientras disfruta con su familia de la verbena de las fiestas de Erentxun —suena la canción de 'Carrero voló'—, un terrorista con camisa verde se le acerca por detrás y —pum— lo mata de un tiro en la nuca. La sangre ya no está, claro, porque la limpiaron con esfuerzo aquella noche de hace 44 años, o es que aún permanece de alguna manera. Porque Ángel, el hijo de Basilio, la sigue viendo allí extendida en la parte de la cancha que da a la plaza, como si estuviera aún allí, casi negra en la noche en que ETA mató a su padre y que recuerda en un desconcierto balbuceante... «Estoy bloqueado».
![Lugar tras el atentado y foto de Basilio Altuna](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/11/efespseven448613-U14405117137EmR-760x427@diario_abc.jpg)
En 40 años, es la segunda vez que vuelve a Erentxun. «La otra vez vine por un funeral, pasé sin mirar». Hoy se ha quedado al otro lado de la plaza, sentado en un pretil junto a la iglesia, a 25 metros de donde mataron a su padre. «No puedo acercarme más. Lo siento«, se justifica en un gesto a mitad de camino entre el terror y la sonrisa como esos tipos que sufren vértigo y quince metros antes de llegar al acantilado ya se tiran al suelo, aterrados como si estuvieran al borde. Como si fueran a caer. El vacío es allí mismo y sigue su abismo intacto por mucho que en la tarde del domingo paseen en bici niñas lindísimas que se llaman todas Naroa y en los campos de ahí atrás rebuzne un burro, ruidoso, salvaje y ajeno a nuestra congoja.
Todo se le aparece fuera de contexto: el propio frontón, la casa de la familia, el callejón por el que escapó el terrorista. También la calle por la que fue con su tío a buscar el único teléfono del pueblo, haciéndose adulto de repente, para llamar a Radio Nacional de España a que dieran un aviso de socorro. «Buscamos a Lourdes Altuna, que debe andar en un camping en Málaga… Qué desastre. Todo era patético». Él se enteró por la tarde noche, cuando recibió algunas llamadas extrañas de un amigo de su padre, también policía. Cuando llegó a comisaría, le dijo que había tenido un accidente. «No tenía cojones de decírmelo». Delante de él, le vio agarrar el teléfono y soltar: «Basilio Altuna, asesinado por ETA».
Unos años antes, la banda terrorista había comenzado a trazar un círculo que él pensaba no se cerraría: el secuestro de Abaitua, el asesinato de Hergueta… En ambas acciones estaba relacionado Arnaldo Otegi. Cuando llegaron las fiestas de Erentxun, el pueblo de Angelita Urcelay, su madre, el padre fue allí como cada año, aunque sospechaba algo y era reticente a salir de la casa. «Cuentan que un tío estuvo todo el día vigilando metido en un coche aparcado aquí mismo», explica un vecino del pueblo. «Hoy le hubieran hecho una foto, pero no había móviles».
El olvido es una forma de injusticia. El asesinato de Altuna es uno de los más de 300 que están sin resolver. Pasó así: «Lo matan el 6 de septiembre. Vino un juez a levantar el cadáver, seis folios de atestado, un tipo con camisa verde, se fue por allí… Nada, una mierda».
El 23 de diciembre se abre el caso en la Audiencia Nacional y Carlos Dívar, que más tarde sería presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo, lo cierra al día siguiente. Feliz Nochebuena. Tardó 24 horas. No había encausados. «No se investigó». Ángel le entregó una carta tras una conferencia en la que Dívar dijo que, si las víctimas no tenían justicia aquí abajo, la tendrían allí arriba. «Lo que pasó es que estaban negociando el final de los 'polimilis' y a todos les pareció muy bien que dejaran las armas a cambio de nada. En realidad, obtenían la impunidad», recuerda Ángel, que empezó una investigación por sí mismo para hallar al pistolero de su padre. «Sabes que mucha gente sabe quién fue y tú no, y tienes esa incomodidad del cornudo, pero me estoy acercando a la verdad y me da paz. Tengo identificadas a varias personas en ese comando«.
![Fernando, hermano de Ángel, en un monolito dedicado a las víctimas del terrorismo](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/11/CF0QA2X3-U68502066448OoF-760x427@diario_abc.jpg)
Uno de aquellos terroristas de los 'polimilis' era Arnaldo Otegi. El líder de la izquierda abertzale participó en el secuestro de Luis Abaitua y estos días se ha sabido que la Guardia Civil apunta a que consiguió información para el posterior asesinato de Luis Hergueta.
—¿Cómo te sienta que Bildu pueda ser primera fuerza en las elecciones del día 21?
—No me sorprende. Este ayuntamiento ya es de Bildu desde las últimas municipales. Hemos visto el blanqueamiento que se ha hecho de ellos y la evolución de todo esto. Yo entiendo que la gente prefiera mirar al futuro que al pasado, pero por lo menos, que se respete que esto para nosotros fue ayer. Me molesta el olvido institucional y político porque el impacto que esto ha tenido sobre las vidas de la gente ha sido tremendo. Tuvo ecos muy fuertes en nuestra vida.
—Tu hermano Fernando, por ejemplo.
—Mi hermano Fernando se tuvo que ir del País Vasco y lo amaba profundamente. No pudo soportar todo esto y por ese sufrimiento no pudo seguir adelante y…
Fernando Altuna Urcelay se quitó la vida en marzo de 2017, a los 37 años del atentado que terminó con la vida de su padre. Ángel, el hermano mayor que se encargó en 1980 de darle la noticia de que habían matado a su padre, fue el encargado de contar a su sobrino que su padre Fernando había muerto. «Yo se lo dije a Íñigo, sí», recuerda mientras cierra los brazos delante de él y abraza un espacio en el que cabe justamente un niño.
El día en el que él se hizo un hombre a la fuerza, Ángel vio a su padre por última vez en el andén de la estación de Vitoria, asomado por la ventanilla del último tren. Le dijo que se quedaba, que prefería el plan que tenía con los amigos. «Durante años pensé que, si hubiera estado con él, podría haber evitado su muerte y me sentí muy culpable».
Algo habrá hecho
La víctima siempre es culpable. Cuando mataron a Altuna, ETA dijo de él que era un peligroso ultraderechista. «Y se acabó». En el pueblo, aquella mancha injusta perdura. Un vecino que estaba allí en el momento del atentado y que Ángel prefiere no identificar la trae al presente con perífrasis. «Dicen que era muy duro, ya sabes». Las declaraciones reproducen el clásico 'algo habrá hecho' con que ETA culpabilizaba a sus víctimas y que, visto lo visto, sigue funcionando.
José Javier tenía entonces 13 años, pero no recuerda el atentado. «Sí que me acuerdo que se nos jodieron las fiestas y tardaron en celebrarse varios años».
—¿Qué le parece que el partido de aquellos terroristas pueda ganar las elecciones?
—Que aquello pasó hace mucho y la gente olvida lo malo.
—Las víctimas sienten que no se les tiene en cuenta.
—No sé, las víctimas están ahí cuando quieren, ¿no?
—¿No cree que se dijeron cosas malas de Altuna para justificar su asesinato?
—Todos decían cosa para justificarse, de un lado y de otro. Esto era una guerra.
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