La mano abierta de Pedro
La campaña catalana ya no tiene otro interés que las sorpresas de Sánchez. Qué viejo parece Puigdemont a su lado
Se presentó por sorpresa a repartir besos y 'selfies' mientras los independentistas continuaban enredados en su interminable guerra fratricida y la izquierda estaba en sus folclóricas manifestaciones. A Pedro en Cataluña le basta con llegar como cuando mitificamos la relación de Woody Allen o ... Bruce Springsteen con Barcelona. El presidente es el nuevo juguete catalán, uno más de la familia y por eso se fue a almorzar al Set Portes con los Illa. El presidente es un héroe, un ídolo, un peluche y nosotros lo llevamos a todas partes porque somos unos niños.
La campaña catalana ya no tiene otro interés que las sorpresas de Pedro Sánchez. Qué viejo parece Puigdemont a su lado, sentado en el cartel electoral en el asiento trasero de un coche con el cinturón de seguridad abrochado. Pedro te sacó del maletero de la Historia, pero ni estás al volante ni a tiempo ya de decidir dónde vamos.
Qué vieja ha quedado la nueva política y la semana que viene Ciudadanos desaparecerá del Parlament. Qué vieja la independencia en un mundo en que ya sólo se habla de Begoña.
Sánchez reflejado en el espejo de Madrid da la mejilla aplastada de Feijóo en el táper. Pedro reflejado en Barcelona da la victoria de Salvador Illa y el fin del oprobio de la mayor independentista en el Parlament. Lo que da rabia y lo que da esperanza. Los madrileños le odian y los catalanes lo adoran y no les importa que quien se inclina suavemente ante ellos sea un carterista si disimula acariciándoles las piernas. La música fluida de tus derechos. La oscuridad revuelta de su pelo. Una conversación sobre la democracia que no va a ninguna parte. Diviértete con el gran embustero que te mira a los ojos y te dice: «No llores». La mano abierta de Pedro lo quiere todo.
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