Stéphanie Magnin, actriz de 'La Moderna': «En Lavapiés experimenté el sentido de comunidad, eso me gusta»
COLONOS
Aunque en puridad lleva poco tiempo en Madrid, la malagueña asocia barrios con compañeros de oficio
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Stéphanie Magnin mezcla las sangres, como buena malagueña. Como niña nacida en la clínica Gálvez, de la mano de un tal doctor Gálvez, a cuatro pasos de donde antaño llegaba el mar. Esa mezcla de sangres le da un apellido exótico, pero también ... una versatilidad que es fruto del trabajo y de algo mágico que va en los caudales últimos de la sangre.
Anda convenciendo a los críticos más cinéfilos, a los cinéfilos más críticos, con una interpretación de May, aquella bajista de Los Planetas a la que se le perdió el rastro en la película 'Segundo premio', la visión de Isaki Lacuesta sobre la guadianesca y triunfante banda granadina.
Ese papel, tan lírico, tan delicado, a ella le va consolidando, mientras se escriben/imprimen estas letras, en un olimpo al que es difícil llegar con su juventud. Un olimpo al que, si se llega, es para siempre jamás. Stéphanie tiene la fuerza de las genéticas mediterráneas, de Sofía Loren a Núria Espert, pero en su caso hay una timidez que calla cuanto otorga una de las caras que han sido más reconocibles de 'La moderna', la serie de TVE sobre un presunto cafetín en la Puerta del Sol.
Su laconismo es fruto de su empecinamiento en el trabajo. Sin embargo, cuando paran los focos hay un fondo vital, Madrid, que es el motivo en este ahondamiento en su memoria.
Lleva pocos años en la capital, uno y pico, pero ha encontrado en las cafeterías que circundan a los cines Golem, donde las estrellas dejadas de la mano de Dios en el pavimento, un lugar de reposo en mitad de la urbe. El tiempo, en su caso, no es óbice para eludir los lugares donde Madrid exhibe cultura: ella recuerda, como casi todo foráneo, el llegar a la ciudad en los veranos ardorosos y refrescarse en la penumbra de los museos.
El laconismo citado no esconde un carácter; un carácter que no deja que la fama o los halagos, especialmente en esta ciudad de dobles puñales, modifiquen un ápice su quehacer. Es capaz de asociar un barrio a un actor: ahí están la Malasaña de Óscar Jaenada o La Latina de los ojos glaucos de Jordi Mollá. Ella, en esa inquietud del actor, se ha movido mucho por Madrid. Los tientos a la capital que se consagraron hace, como quien dice, dos días.
Si pudiera, interpretaría un 'remake' de 'La virgen de agosto', ese filme de culto de Jonás Trueba. O, más atrás, la almodovariana 'Mujeres al borde de un ataque de nervios'.
—Hay quien dice que una malagueña en Madrid vale doble. Y no nos cansamos de decirlo. Por algo será..
—Bueno, ojalá. Yo vine aquí para buscar oportunidades como actriz. Para poder conseguir trabajo.
—Puede parecer una estupidez, una pregunta obvia, aunque hay que arriesgarse... ¿Se dieron esas oportunidades?
—Sí.
—¿Qué es lo más difícil cuando se llega Madrid? Estamos preparando un manual de aterrizaje...
—A mí Madrid me pareció muy grande al principio; me costó orientarme al principio. Hacerme con el mapa de Madrid.
—El mapa como metáfora. Dígame, ¿dónde empieza y dónde acaba ese mapa que ha citado?
—Empezó en Malasaña. Tengo primos que viven aquí, mi primo tiene restaurantes. Yo conocí primero Malasaña y luego me fui expandiendo.
—O sea, que en el principio fue Malasaña su puerto de amarre en la capital...
—Yo identifico Madrid con las zonas con las que he vivido. Y es verdad que ese recorrido empezó por Malasaña.
—Ha mencionado el concepto «identificación». ¿Sería capaz, aquí y ahora, de identificar zonas, barrios de Madrid, con actores concretos? Va el desafío.
—Uff, difícil me lo pones. Malasaña la asocio con Óscar Jaenada; La Latina con Jordi Mollá, que lo veía cuando salía del curro. Lavapiés lo asocio con Paco León.
—¿Y su barrio? Con el que se identifica, me refiero.
—Lavapiés.
—Permita la intromisión, pero, ¿qué tiene Lavapiés y alrededores que tanto gusta a los actores?
—Pues es que Lavapiés tiene que es un barrio que era bastante barato; ahora ya no tanto. Podías tener una calidad de vida digna en un barrio que estaba bien. Al final, el trabajo del actor tiene mucho paro. Y necesitas que a los lugares donde vayas no sean muy caros. Entonces, en esa situación y ese lugar, nos encontrábamos varios en las mismas condiciones.
—Lavapiés es la parte, está claro. Madrid es el todo. ¿Qué supone Madrid en su existir?
—Pues ahora mismo supone que es mi hogar.
—Vayamos a su película sobre Los Planetas. Cuente.
—Ha sido un sueño hecho realidad. No los conocía mucho, pero ahora ya me van a gustar para siempre.
—¿Hay que decirle a Los Planetas que vengan más a Madrid?
—Eso creo que debes preguntárselo a ellos (ríe).
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—Se lo diré a J. ¿Cómo es su ocio en Madrid?
—Me gusta ir al cine; voy una vez a la semana. Y luego me encanta un plan, que lo hago, entre otras cosas por el calor, que es ir a museos. Por el aire acondicionado. Cuando no tenía mucho trabajo, iba. Hay obras reconocidas mundialmente aquí al lado.
—Ay del día que tenga que abandonar Madrid por Hollywood...
—Bueno. Me gusta mucho hablar en español. Y eso lloraré. Y me gusta cómo somos socialmente. Cómo hay el sentido de comunidad en Madrid, algo que he experimentado en Lavapiés, y eso me gusta de la ciudad.
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