LAPISABIEN
La del libro...
Como el poeta, he leído todo, pero mi cuerpo está triste
Tangos y tanguillos
La Feria del Libro en 1947
El Retiro, el oasis, viene ya cerrando con una apertura a la ciudad abierta: valga aquí el contraste. La Feria del Libro, a la sombra del solano, trae a este cronista la remembranza de los autores a los que quiso. El botellín ... de agua, los cercos de sudor a lo Camacho. La sonrisa del librero.
El cazautógrafos, que siempre es el mismo y ha hecho un pacto con el Diablo. Todo eso acontece en el núcleo de la cultura española por la primavera agonizante.
Decía Camilo José Cela, uno de mis dilectos, que novela era todo lo encuadernado que se vendiera o se considerase como tal. Y literatura, casi lo mismo.
Los chefs guapos, los 'influencers' a doble espacio. El político con las memorias y un jaleo de comas. Todo eso es la Feria del Libro de Madrid. Uno iba, curioseaba. Preguntaba por su último libro y la palabra descatalogado aparecía como un golpazo en el ordenador de la atenta librera, la de la sonrisa sempiterna que antes hemos dicho.
En el Retiro cae un sol inapelable; y si llueve, llueve aguarrás, que va achicharrando ya las pieles requemadas. Pero me gustaba la Feria del Libro, sin tiempo. Ir, ver y comprar. Comprar un libro de senderos recónditos de la sierra, con mapas desplegables donde aparece la promesa de un baño en los neveros. O la biografía de un ciclista.
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ContinuarSucede que, como el poeta, he leído todo, pero mi cuerpo está triste. Es el mercado, y como tal hay que aceptarlo. Lo bueno de la Feria es que evita a los plomazos, barrocos de sapiencia, y es un entrecruce de 'runners', poetas inopinados y otras faunas que da el pelotazo editorial y los 'followers'.
Siempre que pienso en la Feria, se me viene, en aquellos tiempos de promesas, una entrada para Las Ventas de alguien, acatarrado, que se acordó de mí.
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Y de vuelta, elegante, con melenitas, a la fiesta de una editorial, de otra: el 'canapeo' de los libros, donde intimamos con algún mito en este sacerdocio de la escritura.
A la Feria del Libro hay que quererla en la salud y en la enfermedad. La existencia de pelotazos editoriales nos permite publicar a los escritores minoritarios... (Nótese el sarcasmo, tan real como autodestructivo).