LAPISABIEN
Las dos Castillas
En Navacerrada entendí hace años que si España es plural, la pluralidad es eso: monte y plano con una tiritona, un 'bocata'
Cuando fuimos los mejores
Navacerrada trae recuerdos de ciclismo, de mi 'tito Chava', de las primeras nieves cuando en España había orden y había estaciones y nevaba, y todos íbamos a buscar la rampa y el bocadillo de ternera.
Saco aquí la memoria de los Fernández Ochoa ... , pero también de cuando mi padre, su padre, los padres, nos/me/les llevaron a conocer el hielo. Y ahí está Navacerrada, con sus setas; con las dos Castillas, con la nieve de un noviembre de amnistía y pantalones bajados, y perdónese el recurso literario tirando del presente.
Nieve que trae, al menos a mí, buenos presagios. Presagios de esos esquís mínimos que son como patines, a 50 euros, y que en la alta mañana de diciembre me permiten, ojalá, el placer de deslizarme. Tampoco pido tanto.
Yo sé que en Sierra Nevada hay discotecas, farmacias, salas de convenciones y hoteles; y hasta el Alejandro Valverde, 'el Balica', cuando se aburre de las cercanas huertas de Murcia.
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Yo quiero decir que Navacerrada apunta más a la nostalgia, ese esfuerzo laxo de hacer de donde se encuentran las dos Castillas una Las Vegas en blanco. O intentarlo. Porque tras el cartel de Castilla y León, al fondo la meseta de Machado, de Delibes, de Peláez, de José María Nieto, de Aganzo, de Garabito, está otro costurón de nuestra esencia.
Ahí entendí que si España es plural, la pluralidad es eso: monte y plano con una tiritona, un 'bocata«, y una vista que quiere atisbar el plateresco de Valladolid y sus cipreses catedralicios. No hay más. Ni menos. Castilla a mis pies.
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