LAPISABIEN
Vistillas morales
Pensaba en las miles de vida que se pueden vivir. Desde la de los flamencos a la de los zumbados con media doctrina 'zurda'
Llueve en mí
Con A.J. Ussía en la familia, creo tener ya bula suya para hablar de las Vistillas después de leer su maravilloso libro 'El puente de los suicidas'. Para hablar de las Vistillas morales. De esa quebrada del viejo Madrid donde los impacientes, al ... alba, no vencían contradiciendo a Puccini a la gravedad. Porque la gravedad está ahí, para Junqueras y para las bombas de racimo.
En el duermevela, en mi falso dormir, siempre ha aparecido el edificio de al lado del Viaducto, con balcones como de edificio marbellí, sometido a los vientos que pasan por ahí, por esa vaguada que nace en San Pedro el Viejo y va al Manzanares, donde le tengo copiado a Lorca que sólo reman los suspiros.
Ya, con bula inventada de A.J. Ussía, hablaré de mis noches en las Vistillas. Noches que empezaban en el Corral de la Morería, con un duende flamenco que se metía por el pie y acababa en la lágrima por mi cuarterón de sangre andaluza. O días, con sol, cuando dieron un premio, allí casi no se cabía y yo dije a Raúl del Pozo, el homenajeado, y a José María García, que parecía la boda de Lolita. Y Lolita apareció a mi lado, que los gitanitos buenos tenemos estas cosas de la sinceridad y la casualidad y el 'arrejunte'. Aún sin clarear el alba, los hermanos Del Rey me habían llevado al cielo. Su cuadro flamenco me trataba con amistad y yo quería salir al frío, a la intemperie, para asumir lo que había visto. Emoción jonda tras la pandemia.
Por la otra orilla, bajando esos desmontes que parecen sacados de un pueblo del Rif, aparecí por estirar la luna llena en un bar de estos de diana de dardos, de parroquianos habituales, donde pasaban de Marisol a Dylan; no estaba el hombre al piano, pero casi. Y para qué se me cruzó un bilbaíno, que me vio el libro en el sobaco y ya me dio la noche y la turra. Llevará en el barrio desde el Cretácico, y me quiso meter el argumento 'podemita' con cuchara de palo. A ratos. Si le ponían a la Carrá me lo alejaban, y yo lo agradecía. El pollopera era de los vascos danzones, que se sabe que son pocos pero bien avenidos.
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Luego, con la linterna del móvil, antes de las claras del día, miré a los barrancos del Viaducto. Una muñeca de flamenca apareció entre los matojos, arriada, con esa tristeza de las muñecas que vienen de China y las someten a rituales satánicos o a gamberradas. Tanto da.
Cuando amanecía, salía de allí rumbo a Argüelles, con la sierra aún durmiendo el sueño de los justos en un lugar de muerte. Pensaba sobre las miles de vida que se pueden vivir en unos pocos metros cuadrados. Desde la de los flamencos a la de los zumbados con media doctrina 'zurda'. Madrid, 'la nuit'. Pues eso. Vistillas morales, que las llamo. Y se las llamo a A.J. Ussía con voz impostada de Calamaro.
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