LAPISABIEN
Tan cerca, tan nuestros...
Quizá hubo colapso de línea, quizá muchos hayan perdido el lugar de la infancia, que es una muerte pequeña
Mi capital del mundo

Todo madrileño lleva una lágrima. Las temperaturas cálidas, para hacer doble a la pena, repicaban en los termómetros. Eso se ha sufrido en Madrid, donde, por las calles, los niños iban disfrazados pero silentes. Quizá porque está ciudad se volcó con una festividad ... que no es la suya.
Está, así, Madrid, como en aquella canción de Aute, en aquel baile de muertos que es hoy nuestro costurón más valenciano. Y a la mañana no hay pólvora aunque sea tocando a muerto, pero sí barro y horror en la Valencia más querida, más vivida.
Nadie nos había preparado para esto, y es así que cuando se persigna, lo hace doblemente. Y pasó y pasa en las calles de esta ciudad, que es rompeolas de todas las tragedias. Quizá hubo colapso de línea, quizá muchos hayan perdido el lugar de la infancia, que es una muerte pequeña.
La tragedia no entiende, y menos entre dos ciudades hermanas. Por eso Madrid tiene una pena más grande que la que cantaban las folclóricas cuando moría un torero. La pena de Madrid es inmensa. Las sonrisas son menos sonrisas.
Quisiera que esta columna demostrara la solidaridad no sólo física del pueblo de Madrid con los valencianos. También, espiritual, un compromiso de que aquí, aunque nos hubiésemos en nuestras cuotas de noviembre, sabemos sacar cabeza y empatizar con el prójimo.
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Cuando todo pase. Cuando el recuerdo sea amargo, Madrid entera ha de ir a depositar flores a la Madre Dios de los Desamparados. A abrazar, siquiera mentalmente, al valenciano.
Algo entonces, pues, estaremos haciendo bien. Muchos madrileños ya saben que el cielo se vuelve infierno, acierte o no, el señor del tiempo.
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