LAPISABIEN

'Arrejuntarse' con la Gran Vía

Los señores de la radio fumaban mirando al vacío, y, abajo, aquello se iba despejando

Llueve en mí

'Señoritas paseando por la Gran Vía de Madrid', de 1952 F. CaTAlá-roca

Aquellas calles traseras a la Gran Vía (Ballesta, donde la muy prestigiada pensión Vasco-Leonesa) traían el relente de la noche, algún actor despistado entre honradas colipoterras que querían un papel en el escenario, los hombres y mujeres de la radio bajo la ... lluvia fina de madrugada que quería ser nieve y que quizá no lo fuera por el calor de los neones.

De ahí que Catalá Roca la fotografiara con nieve, y con señoras posando sin posar en un verano que ya no se estaba en guerra desde hace más de una década. Hay días que hay que traer a estas páginas la Gran Vía, que todo español ha vivido aun sin pasarla/pisarla. Olor a Brummel de alguien de importancia, después a hamburguesería franquiciada. Más allá, academias de secretariado y de azafatas. La época era que era. Y la Gran Vía ahí, elemento que es Madrid y no lo es.

Paseos con el padre, ya difunto, con esa admiración de que estábamos en Nueva York como dijo Ehremburg que era un ser, por lo demás, detestable.

Aquel toro que se escapó y tuvo allí su suerte suprema. Paseos con Clara, con sus ojos glaucos que se me fueron por siempre cuando la recorríamos. Sin ir de la mano, pero pegados por el frío. Otras madrugadas saliendo de la radio, cuando ya uno, desde provincias, se venía a ver a Pepe Domingo, y después al de Brunete, y se asomaba a la terraza y las luces de ciudad no eran tantas. Los señores de la radio fumaban mirando al vacío, y, abajo, aquello se iba despejando. Los pueblos del piedemonte del Guadarrama brillaban menos.

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He contado aquí el miedo que le he cogido a la Gran Vía, por ese fantasma que recuerda Sabina de que al lugar donde se ha sido feliz no hay que tratar de volver. Pasando el tiempo hice de tramoyista, llevé a escena como un espectáculo de columnistas por el que me pagaron poco. Pero también, otras tardes de primavera, nos asomábamos a la vida. Mucho más que centenaria, es un decorado, incluso de cretona, pero es nuestro decorado.

Abajo las cigalas de tronco asomadas al mundo, y las caras felices. Por detrás, rimmel, minifaldas y alguna jeringuilla que se vio a mitad de los noventa. Decía Paco Umbral que ir a la Gran Vía era sacar un tema.

Yo saqué varios. Se la imitó en provincias, pero no era lo mismo. He de volver a recorrerla sin tiempo, quitándole esa pátina de tiempo y tiendas de mogollón. No sé si me recibirá bien o indiferente. La Gran Vía daría para un poema, pero las musas ya no son las que fueron. Pero yo quiero 'arrejuntarme' de nuevo con la Gran Vía.

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