Una salida 'incubada' para dar volumen al canto del urogallo
Son presas habituales y sus hábitats han cambiado, pero el gran hándicap de estas aves es su reproducción. En León, un Centro de Cría puntero trata de sacarles de su peligro «crítico»
Dos oseznos y un destino
![Centro de Cría del Urogallo en Valsemana (León)](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/10/07/1486832584-R6y9VsFoBL9GHeGowIXIJyK-1200x840@diario_abc.jpg)
Redoble, tableteo, taponazo y seguidilla. Es la completa estrofa con la que cada primavera a ras del alba despiertan algunos pocos elegidos bosques de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos. El particular canto del urogallo marca el compás de su temporada de celo y ... uno de los momentos más críticos de su existencia. Sus huevos tienen una baja viabilidad y muchos de los pollos que logran romper el cascarón no llegan a adultos. Así, aunque goza de buena salud en Eurasia, es una de las especies más amenazadas de la Península Ibérica y esa fallida reproducción es uno de sus principales hándicaps. Para echarles una mano, un equipo de especialistas trabaja sin descanso en 'incubar' una salida para estas aves con un proyecto radicado en Valsemana (León) que combina la ciencia más puntera y una labor de cría con dosis de psicología animal. En un año han sacado adelante ochenta ejemplares, que equivalen casi a la mitad de los que vuelan libres por el noroeste español.
En total se calcula que hay mil en la Península, siendo mayor la población de Pirineos. En la Cordillera Cantábrica no llegan a 200 ejemplares y el declive es mucho más acusado. Los motivos que les han llevado a esta situación son múltiples. A una reproducción accidentada se suman otros factores como que son una especie presa, especialmente en esa época de celo en la que los machos vanidosos se pavonean y extienden su plumaje mientras enarbolan su canto; y en la de incubación, ya que el nido lo ponen en el suelo. Además, su 'hogar' ya no es lo que era. El «abandono rural» y la falta de aprovechamiento de los bosques les «perjudica mucho». Escasean claros que propiciaba la ganadería y que dejen entrar luz sobre la vegetación. Unas masas verdes afectadas también por un cambio climático, que, con sus extremos meteorológicos, complica, además, la aclimatación a estos animales nórdicos –desde hace 30.0000 años han ido «evolucionando» en España–. «Lo tienen todo en su contra», explica Gabriel de Pedro, director del Centro de Cría del Urogallo con el que en 2022 se dio un paso más para la conservación de estas especie en situación «crítica» tras una inversión del Gobierno y de la Junta de Castilla y León, que asume la titularidad y la gestión.
Temerosos
De Pedro divide su tiempo entre el Centro de Recuperación de Animales Silvestres (CRAS) de Valladolid y el Centro de Cría del Urogallo de Valsemana, en el que desde hace tres años trata de entender a una especie que aún se le resiste. Con absoluta entrega, narra como él y su equipo – veterinarios, científicos y personal de mantenimiento, manejo y estudio del animal– han ido poco a poco dando con la tecla para sacar adelante a unas aves que, para más inri, son temerosas. Pueden morir de un infarto «sólo con cogerlas». Son ya varias primaveras en las que se ha tenido que restringir temporalmente el acceso a sus hábitats naturales en época de celo para evitarles «molestias». En Valsemana han tenido que planificar una paciente estrategia para que se acostumbren a su presencia. Los ejemplares adultos crecerán en cautividad, pero a sus nietos esperan escucharles en un cantadero.
La primera fase es en el periodo de celo. Los adultos están divididos en grupos en los que conviven machos y hembras, pero tienen un habitáculo al que ellos no pueden pasar –no caben por la trampilla–. Al llegar la primavera «se ponen muy pesados y las pueden llegar a agobiar» De esta forma, cuando están «preparadas» acuden a ese poco discreto cortejo. Una tarea que «cuesta». No siempre se dan por aludidos, y las urogallinas, pacientes, se ponen «en posición» hasta que les prestan un segundo –literal– de su tiempo. Hecha la 'aportación... cada uno por su cuenta. El ochenta por ciento de las hembras suelen elegir «al mismo macho». No ésta claro el por qué. Se cree que optan por el «más fuerte» o «más alejado genéticamente» de ellas. Descartan a otros que tienen un «buen material genético» pero que «no saben conquistarlas». «No los quieren ni ver». Torpes, ruidosos o impacientes les quitan las ganas en unos cortejos con similitudes a los del resto del reino animal o humano.
Aquellos que reúnen unas ciertas características acaban teniendo descendencia pero no de forma natural. Son los elegidos para extraerles semen e inyectárselos a las que no han conocido 'varón' esa temporada. En el laboratorio se evalúa la calidad y viabilidad y se eligen las mejores muestras para fecundar a las hembras e ir dando forma a una reserva genética. Ahí conviven y se combina a distintas subespecies y uno de sus objetivos es asegurar una máxima diversidad a largo plazo.
![Imagen principal - Vegetación, frutas y verduras componen su dieta diaria, A ello añaden sus 'snacks' favoritos: saltamontes. Comen hasta 200 en una sola jornada](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/10/07/1486832580-U08654507762aXY-758x470@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Vegetación, frutas y verduras componen su dieta diaria, A ello añaden sus 'snacks' favoritos: saltamontes. Comen hasta 200 en una sola jornada](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/10/07/1486832559-U60237618773mXz-464x329@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Vegetación, frutas y verduras componen su dieta diaria, A ello añaden sus 'snacks' favoritos: saltamontes. Comen hasta 200 en una sola jornada](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/10/07/1486832582_20241006204456-U84637814528mIv-278x329@diario_abc.jpg)
Comienza tras ello la estrategia del engaño. Y es que esa temeridad que les hace entrar en shock ante un miedo influye también en la reproducción. No sólo porque pueda morir de un susto la madre, sino porque el estrés que les genera, por ejemplo, la simple presencia de un búho o una fuerte tormenta, hace que las hembras abandonen el nido. Por ello, se incuban en máquinas especializadas, pero dejan que las aves crean que bajo su cuerpo crecen sus 'polluelos'. La clave está en una impresora 3D que reproduce los huevos para darles el 'cambiazo' mientras las distraen. No es una tarea sencilla, tras años de trabajo han conseguido la fórmula de peso y tamaño «exacto», pero aún así hay que personalizarlo, ya que cada una los pone con distintos estampados. El tono y la forma o abundancia de motitas varían entre distintas subespecies.
Así, toman sus huevos y los llevan al laboratorio mientras ellas se quedan con los de atrezzo. O al menos así lo hacen la mayoría de las veces. En otras, no hay engaño, sino 'robo', tomando como referencia un sistema que «funcionó a otros compañeros en los Pirineos». Les van quitando sus huevos sin reponerlos para hacer que esta especie acostumbrada a perderlos fuerce un segundo celo y vuelva a acudir al cortejo de un macho. Así lo hacen la mitad de las hembras y logran «el doble de pollos» de aquellas preparadas para asumir ese sobresfuerzo.
Hecha la trampa comienza una de las fases más «delicadas», la incubación artificial. «Cada huevo tienen un valor infinito», explica De Pedro. Pese a que la investigación en este campo con distintas especies se remonta en el tiempo, acertar con la fórmula exacta no ha sido tarea «fácil». Los primeros días están en una maquina que les mueve cada hora y luego pasan a otra que hace de «mecedora». Hasta 15 modelos diferentes han probado. Infinitas consultas a otros centros con investigaciones análogas y el Instituto de Biología Evolutiva del CSIC, el clásico ensayo-error y un equipo de profesionales punteros en su campo han llevado a determinar el escenario y la atmósfera más adecuada en el que la humedad tiene que ser exacta y la temperatura sólo puede oscilar un par de décimas. Un sistema de vídeo vigilancia y sensores vela porque así sea y, de lo contrario, lanza una alerta. «Siempre hay alguien de guardia para acudir volando» al centro. El primer año lograron sacar adelante 15 pollos; el segundo, cuarenta; y este, ochenta, cerca del 90% de los huevos.
Tras 24 días empiezan a nacer con sólo 30 gramos de peso. Al tercer día se abre una ventana para poder sexarles, si no habrá que esperar un mes. Las primeras semanas son «muy delicadas» y están aún en instalaciones cerradas en las que aún se controlan todos los parámetros. Tras ello llegan a sus habitáculos en el exterior, con vistas y ventilación. Están orientados para tener luz suficiente aunque no directa, espacio para esparcirse y areneros, cual mininos. Los usan para desparasitarse y entretenerse. Al principio comen sólo insectos. «Muchos». En verano contratan estudiantes para cogerlos en el campo. Después las ramas son el 80% de su alimentación. Se procura que sea autóctona. Una dieta que complementan con saltamontes –un urogallo puede meterse al cuerpo «hasta 200 al día»– y se refuerza con frutas y verduras. Todo ecológico y libre de pesticidas.
![Imagen principal - Cuando ponen sus huevos se les retiran y sustituyen por unos de 'atrezzo' (arriba) y los verdaderos van a una incubadora. Cuando nacen, pesan 30 gramos](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/10/07/1486832581-U74183384673ZRZ-758x470@diario_abc.jpg)
Allí, con mimo, calma y el silencio de un paraje oculto entre valles de pinos y robles al que sólo se puede llegar por una pista forestal, se les cría. La rutina del centro incluye cada jornada unos minutos de «aclimatación» en los que entran con ellos y comparten espacio. «Vamos de verde, color vegetación», nada de colorido y se acercan despacio, les llaman. El fin es que se acostumbren a los trabajadores y no se asusten. «Desde pequeñitos entramos para que nos conozcan». La mayoría de ellos nunca saldrán de allí. Otros sí. Un grupo nacido este año acudirá al nuevo voladero que se última en Caboalles de Arriba, donde se podrán visitar tras un cristal.
«Al límite»
En general no se obtienen resultados «suficientes para pensar en su reintroducción hasta el quinto año». Recuerda De Pedro cómo con el lince ibérico se estuvo «diez años trabajando hasta tener las primeras crías». Ese tiempo «estaban desesperados». También un centro homólogo al suyo en Polonia vio pasar un década que fue un «desastre». Calcula que en tres años se cree otro voladero cerca del Centro de Cría de Valsemana y de ahí, poco a poco, ir repoblando los bosques con las aves ya en plena libertad. Un escenario ante el que los temores persisten. Se podrán soltar más ejemplares a través de este sistema, pero en la naturaleza, sin el control y la atención 24 horas, seguirán topándose un panorama nada favorecedor. Volviendo a los linces, apunta a que dos tercera partes de los que «se sueltan se adaptan», pero en este caso es «más complicado». Por ello recalca el trabajo en conservación que se hace y debe «seguir» con «manejos forestales» y control de predadores. En definitiva, procurar ponérselo más fácil. «Es una especie que está al límite».
Discretos, asustadizos y con un volumen de población al borde de la extinción, no es fácil verlos en la naturaleza –se mueven por espacios de tres mil hectáreas– pero una vez localizados no pasan desapercibidos. Su plumaje, completamente distinto entre las hembras y los machos –con un diseño de la cola «único» cual huella dactilar–, su «espectacular» vuelo y su particular canto son seña de identidad de una superficie forestal abandonada que juega en su contra. Hay zonas en las que son los únicos que 'trabajan' la vegetación. Sin ellos «el bosque estaría más triste», concluye De Pedro.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete