Aprender a prevenir

Han pasado 65 años desde que el 9 de enero de 1959 reventó la presa de Vega de Tera y arrasó Ribadelago, en la provincia de Zamora. El agua, con una fuerza descomunal, destruyó el pequeño pueblo ribereño del Lago de Sanabria, con el trágico balance de 144 muertos entre los 532 vecinos que tenia la localidad. Entonces, con mucha menor capacidad de comunicación de la que tenemos hoy en día, la información corrió también como la pólvora y generó un movimiento de solidaridad general que llevó, con más errores que aciertos, a la reconstrucción de la localidad. No tengo duda que ahora sucederá mucho mejor.

Basta echar un vistazo estos días a todos los medios locales en Castilla y León, para comprobar que hay un movimiento general para ayudar, comprendiendo la tragedia que están viviendo los habitantes de una zona, que tardarán muchos años en superar lo que han vivido. Y muchos no lo harán, porque los bienes materiales pueden recuperarse, pero las vidas perdidas son irreparables.

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PUNTO DE VISTA

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Luis Jaramillo

Castilla y León ha vivido riadas importantes a lo largo del último siglo. Los daños han sido importantes, pero las vidas no han corrido riesgo. Es verdad que nuestro clima y nuestra orografía parece que nos preserva de una tragedia como la valenciana, pero bueno será que de lo que hoy sucede se aprenda para prevenir riesgos. Hoy los mapas de zonas inundables existen y se aplican y ahí la Confederación Hidrográfica del Duero impone su norma. Bueno será que también haga un esfuerzo por la limpieza y drenaje de cauces de ríos y arroyos, una demanda reiterada por numerosos alcaldes de localidades que ven riesgo cada vez que el calendario señala los periodos de lluvia. El organismo de cuenca tiene un papel esencial en los campos de la información y el mantenimiento de la estructura fluvial de la cuenca y no se debería esperar a que sucedan los desastres para comenzar a actuar.