RUIDO BLANCO
Maneras de irse
Uno debe despedirse en silencio si se siente comprometido de todo este ruido blanco que ha dejado por escrito
Las reconstrucciones
Ineficacia reincidente
![Maneras de irse](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/11/16/despedida2-RU5Howw9exU3fpfc6Cn0ucP-1200x840@diario_abc.jpg)
Si alguna vez desea definir a alguien no utilice como referencia la primera vez que lo vio o lo leyó. Las primeras impresiones las carga el diablo, los nervios, la vanidad y hasta la prudencia. Sin embargo, las despedidas suelen describir con precisión de relojero ... el fondo de las personas a través de las formas. Por eso resulta tan fácil llegar y tan difícil despedirse. En las maneras de irse ya no hay expectativas, pesan los hechos consumados, cada uno carga con sus éxitos y errores, ha hecho su trabajo el tiempo y habitualmente adquiere una relevancia inmerecida la teatralidad con la que se decide abandonar la escena.
Estamos asistiendo a buenos ejemplos de todo esto en los últimos días con la desbandaba de la red social X de Elon Musk que está sobreactuando el progresismo vacío. Apóstoles y charlatanes de izquierdas anuncian a bombo y platillo su huida a Bluesky como si estuvieran prendiendo fuego a La Bastilla o esperaran funerales de Estado (les espetaba con acierto Jorge Bustos). Como si el apoyo de Musk a Donald Trump acabara de revelarse al estilo Watergate, X no fuera un lodazal desde pajarito y no estuviera científicamente demostrado que el algoritmo alimenta el monstruo más fiero que todos llevamos dentro. Migran a otra red sin orden establecido para colonizarla de manera asamblearia igual que quisieron, no hace tanto, asaltar España. Tampoco debería sorprender si los referentes en maneras de irse de esta izquierda posmoderna son Pablo Iglesias, José Luis Ábalos e Íñigo Errejón.
Recuerda este espectáculo pirotécnico de despedidas folclóricas a aquella anécdota que contaba el novelista y periodista argentino Roberto Artl. Una mujer italiana de treinta años, de nombre María Augusta Montecucchi, llama al diario Crítica para comunicar que piensa suicidarse. Para consumar el suceso pide que el periódico le envíe un redactor y un fotógrafo a la pensión donde se aloja con la única misión de retratarla una vez que estuviese muerta. Al llegar les recibe pistola en mano. «Pasen a mi dormitorio, me voy a matar». Art y el fotógrafo logran evitar el suicidio pero consiguen unas impactantes fotografías de la mujer acostada en la cama con la pistola en la sien mientras se intenta impedir el disparo. Un buen Montcucchi es Óscar Puente pregonando resistir en X para seguir siendo Juana de Arco.
Yo para irme elijo el silencio. Uno debe despedirse en silencio si se siente comprometido de todo este ruido blanco que ha dejado por escrito. Más aun si cumplió el sueño de compartir durante años cabecera y papel con gran parte de sus referentes actuales y pasados en esto del columnismo. Todo está dicho. Solo queda añadir un gracias y hasta siempre.
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