RUIDO BLANCO
Apadrina un bar
Es la única medida real contra la despoblación tras décadas de planes y estrategias
Alma Máter
¿Ideología o democracia?
![Apadrina un bar](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/06/25/gago-RpMgveM3iO4nk8AI0l3jLZO-1200x840@diario_abc.jpg)
Para Buñuel el bar era un lugar de recogimiento sin el cual «la vida es inconcebible». Puede que por eso un pueblo se muera más rápido desde el momento en que su bar ya no abre la puerta. Cuando en el letrero de Mahou comienzan ... a despintarse las letras, uno de asoma entre los barrotes de las ventanas y solo percibe polvo flotante y taburetes sobre la barra, dejan de golpear las fichas de dominó en la sobremesa, no hay niños con helados de hielo en las tardes de verano, cuando la plaza o la calle se quedan sin ese murmullo amable de la terraza que es ruido blanco de una comunidad que late. Un pueblo sin bar queda en monótono conjunto de casas. Como esas urbanizaciones mellizas de las afueras de todas las ciudades donde uno solo puede pasearse por cristales entreabiertos y verjas cerradas. Un lugar apático, automático, sordo y mudo.
Dudo que Buñuel solo meditara en los bares, él que llamó «padres deliciosos» al tabaco y el alcohol, pero desde luego que para un pueblo su bar custodia tanta identidad como los retablos de la iglesia o los legajos del archivo del ayuntamiento. En los pueblos sin bar los jubilados deambulan perdidos en las calles vacías que alborotaron en la niñez. Palomas sin palomar buscando hornilla. Las mujeres parecen tristes apoyadas sobre los brazos en las ventanas cuajadas de geranios. Los repartidores no paran el motor de la furgoneta. Se vislumbra siempre una calima que en realidad es soledad. Los visitantes pierden el interés por la historia. Se extingue el sol y sombra, el chato y el carajillo. Las noches de verano se hacen largas y huelen a invierno. Nadie sabe cómo toma el café el vecino. En los pueblos sin bar está más cerca el cementerio.
La Junta acaba de aprobar una línea de ayudas para salvar los bares de localidades de menos de doscientos habitantes. Aquí apadrinamos bares igual que apadrinan pingüinos en el Antártico. Es la única medida real contra la despoblación tras décadas de planes y estrategias. Lo dejó escrito la estadounidense Lucía Berlín en unos de sus cuentos. «En la profunda noche oscura del alma las licorerías y los bares están cerrados».
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