RUIDO BLANCO
¿Ideología o democracia?
Defender la democracia es una buena estrategia para salvar los muebles y salir satisfecho del colegio electoral
El guía ciego
![Una persona introduce su voto en una urna en una imagen de archivo](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/06/04/urna2-R4ANVgVZkEyiOlh6oYsqqVI-1200x840@diario_abc.jpg)
Hay una pregunta que compartimos los que hace tiempo quedamos huérfanos de siglas y nos hemos visto arrastrados por esa fea costumbre de votar por descarte cuando hay domingo de elecciones. Las encuestas (menos el CIS que seguro los suma como sanchistas poco fervorosos para ... no ofender al presidente) nos incluyen en el quesito gris de los indecisos.
En ese grupo al que los asesores dicen a los candidatos que hablan en los mítines de final de campaña aunque solo les escuchen y aplaudan los suyos. Más que indecisos estamos desamparados, hastiados, resignados y distantes. Nuestro voto es volátil y sacrificado porque solo responde a una aprendida pulsión del deber democrático que nos impide lanzarlo hecho un gurruño al cajón de la abstención este nueve de junio sin sentirnos incómodos los siguientes cinco años.
Esa pregunta es la pregunta, pero ha quedado tan al margen del 'mainstream' político que podría ser considerada una incorrección. La sacrificaba lanzándola a las redes sociales el politólogo Alberto Sotillos que se ha vuelto transversal de tanto rebuscar a la izquierda. Él se cuestionaba: «¿Soy antes de izquierdas o demócrata?». Cambie si lo desea la ideología. ¿Es antes conservador, liberal, verde o populista que demócrata? Esa es la pregunta en este momento exacto de la historia. Y la respuesta no es tan sencilla.
Jamás se lo cuestionarán los que han acatado sin rechistar que simpatizar con un partido supone una disciplina de voto reñida con la coherencia o la crítica. Pero si se encuentra en ese difuso demoscópico quesito gris responda. Los partidos políticos y sus líderes han demostrado con hechos que anteponen la ideología y el poder a una democracia asediada por el debilitamiento de las instituciones, la polarización, el acoso a la separación de poderes y el señalamiento a los medios de comunicación. Por desgracia, no sucede solo en España.
Tampoco sería la primera vez que las ideologías devoran la democracia. Defender la democracia es una buena estrategia para salvar los muebles y salir satisfecho del colegio electoral a pesar de volver a votar por descarte.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete