buenos días, vietnam
Contra la vanidad
Mi chimenea engulle mala poesía, como la piscina de Umbral tragaba libros malos
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![Contra la vanidad](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/11/25/chimenea-RtT4qLQ3pDBlhWHeHXGX35H-1200x840@abc.jpg)
La casa se queda fría por los muros y yo digo que me quedo frío por los pies. Así empieza cada invierno. Con las plantas congeladas como en aquel soneto de Lope. Destemplado no hay idea buena, no se llega al fondo de ningún sitio ... si la superficie está congelada. No tienen forma las ideas en otoño. Con los pies fríos algunos pensarían que lo único que se puede hacer de provecho es escribir una novela rusa. Los rusos se enrollaban tanto -Ana Karenina, Guerra y Paz…- para no pensar en el frío de fuera. En realidad destemplado lo que se escribe son obviedades como escribe cualquier poeta malo. Uno de esos que proclama la democratización de la poesía porque no han leído a Rilke o a Foxá nunca. La democratización de la Cultura es el invierno del alma. La cultura es elitista por principio, aunque en estos tiempos sea una idea herética, no porque lo exija ninguna clase social, sino porque la cultura requiere esfuerzo. Un esfuerzo que consiste en tiempo y dinero. Tiempo para leer, para escuchar, para pensar, para entender sin ningún propósito de facturarlo.
Mi amigo José Delfín dice que yo empecé en este oficio ejerciendo de poeta, todavía me lo recuerda con sorna. La verdad es que no sé de qué otra forma se puede empezar a escribir. Ahora mi chimenea la alimento de vanidades, me desprendo de mis versos sabiendo que me habría gustado ser poeta. La inflamo de versos a estas alturas del año y de alguna metáfora buena. Y escribo columnas para calentarme. Escribo para tener las manos calientes: hacer artículos, asar castañas. El columnista escribe en periódicos sólo para poder quemarlos mañana. Los periódicos son una calefacción eficiente, los rescoldos de lo que fueron, que nunca se apagan. Es otoño entero ya en los árboles, en las hojas y en mis pies. Es irremediablemente otoño en las horas. Las encinas del páramo están pidiendo una chimenea y las chimeneas de mi casa exigen versos malos, vanidad de vanidades. Mi chimenea engulle mala poesía, como la piscina de Umbral tragaba libros malos.
Sucede que el otoño «a veces necesita la palabra / precisa que lo nombre. / Sucede que el otoño es un poeta.»
En algún momento a los quince yo también fui un místico como Santa Teresa, como San Juan… en eso consiste la adolescencia. Un místico de la actualidad. Después se me pasó y por eso sigo en esta noche oscura. Ahora es otoño y la noche empieza a quedarse helada. Yo continúo escribiendo artículos -a ser posible buenos, mejores-, uno detrás de otro, y después otro. E intento no hablar de política los domingos para, si no los pies, conservar templada el alma.
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