Buenos días, vietnam
España era una fiesta
El día que perdamos las ganas de juntarnos, aunque no haya nada que celebrar, estará todo perdido.
¡Viva el absolutismo!
![Concentración en defensa del Estado de Derecho y la Igualdad de todos los españoles y en contra de la amnistía.](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/11/18/cibeles_20231118205300-RWKsw9ico5zLeDV0hfpMwML-350x624@abc.jpg)
Madrid, el sábado, era una fiesta. Como si España hubiese ganado algo –un mundial o Roland Garros, que es únicamente cuando la izquierda tolera que las calles se llenen de banderas– en vez de haber perdido la categoría de país serio. Esa categoría que no ... nos la daba pertenecer a la zona euro, ni siquiera la Unión Europea, sino que se la habían concedido los españoles a sí mismos yendo de la ley a la ley y combatiendo la cobardía de los asesinos que intentaban acabar con la democracia por la espalda con todo el peso del Código Penal. Madrid, digo, era una fiesta y había padres con críos, hipsters, millennials, pensionistas, señoras de toda la vida que llevaban la bandera sobre los hombros como si fuese un echarpe de seda oriental. Nietas que sujetaban del brazo a su abuela… Señoras que corrieron delante de los grises como corrían estos días sus nietos de las porras que azuzaba Marlaska en la calle Ferraz. Y así los abuelos se dan cuenta de que, pese a cómo están los tiempos, algo habrán hecho bien si la gente joven todavía está dispuesta a salir a la calle para defender la libertad. En este caso la libertad de todos esos contrapoderes, empezando por el judicial, que el Gobierno intenta maniatar desde que Pedro Sánchez exilió en Chafarinas a Montesquieu. Porque la Constitución no son sólo los artículos que le cuadran al Gobierno, si no ciento sesenta y nueve, más disposiciones, pasando por el 155.
Ayer Madrid era una fiesta, porque cuando se juntan dos españoles es difícil que no se entiendan tomando unas cañas y ayer Madrid era una ciudad de manifestantes y terrazas. Riadas de gente que iban desde Cibeles en todas direcciones a tomarse una caña, que es el abrazo que hoy pintaría Juan Genovés. Porque en España, la exaltación de la amistad empieza por un vermú los sábados leyendo el periódico, que es la única receta exitosa para cuarenta años de paz. Una terraza es el último sitio en el que se puede hablar sin levantar la voz. Una terraza, al sol y una cerveza es la forma en la que se entienden las dos españas, incluso las tres… Hace tiempo que las tertulias tienen más vocerío que argumentos igual que ocurre en el Congreso. Y preocupará la situación nacional, pero es imprescindible que después la gente se disgregue por los bares a tomar el vermú. El día que perdamos las ganas de juntarnos, aunque no haya nada que celebrar, estará todo perdido.
No es que esto sea París del 68. Es Madrid del 2023. Tipos a los que les duele unamunianamente España porque, como dijo Julio Iglesias –último gran filósofo de nuestro tiempo– respondiendo a la pregunta de Jesús Quintero: «Si no me doliese España, no sería español».
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