VÍA PULCHRITUDINIS
Propofol
Pinchos y conciertos durante las fiestas y retos pequeños, metas desdibujadas durante el resto del año que sustituyen tener un hijo, una casa o dignidad por apadrinar un perro o poder decir lo que te plazca en Internet
Unos juegos excluyentes
![Imagen de archivo de la Feria de Día de Valladolid](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/09/08/_08MAX202309617807-Rtb1f8PekJXvv15YVxCU4uI-1200x840@diario_abc.jpg)
Un chute de Propofol subvencionado con fondos públicos es lo más parecido a uno de esos pinchos con caña que tanto abundan en las fiestas patronales con las que se despide el verano de los pueblos y ciudades de media España. Un ... agente anestésico de acción rápida con el que todo desaparece y, como zombies, nos lleva a ese estado de catatonia que, después, intentamos prolongar a lo largo del curso. Una caña caliente en vaso de cartón y un arroz pasado se transforman en la respuesta a todas nuestras necesidades. Un esfuerzo titánico por lograr lo que ni queremos ni necesitamos pero que hace sonreír a los parroquianos cuando, por fin, se acodan sobre el hueco de una barra de chapa. Poco importa el precio o la incomodidad, lo importante es lograr aquello por lo que todo el mundo es capaz de pegarse.
Para los que no gustan de la competencia olímpica por la gastronomía de supervivencia hay ferias de alfarería, churrerías o tiendas de petardos y bombas fétidas. Si todo falla, el recetario del final del verano nos ofrece mercadillos, top manta y, como novedad, aperturas de grandes tiendas de ropa que se convierten en otro ingrediente anestésico con la misma potencia que el pincho de feria. Camisetas, toreras y shorts tan baratos como innecesarios pero que son capaces de llevarnos al paroxismo festivo en medio de empujones y atropellos.
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Los ayuntamientos, mientras tanto, compiten por ofrecer ruedas de prensa matinales para criticar el cupo catalán y por la tarde hacer fotos a sus concejales en los mil eventos organizados para honrar a un santo que ya nadie sabe ni cómo se llama. Actividades alejadas hasta de la disculpa de la cultura pero que embuten a los vecinos en una pugna personal por conseguir una caña o una camiseta con brillantina. Inversión pública para homogeneizar masas a base de disponer retos superables para todos los votantes aunque el éxito aporte entre cero y nada a su acervo como contribuyentes o personas. Pinchos y conciertos durante las fiestas y retos pequeños, metas desdibujadas durante el resto del año que sustituyen tener un hijo, una casa o dignidad por apadrinar un perro o poder decir lo que te plazca en Internet. Una anestesia adictiva en forma de éxitos vacuos a la que aferrarnos incluso en lo más duro del invierno y que nos hace seguir adelante como el Propofol a Michael Jackson hasta que todo estalle.
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