VÍA PULCHRITUDINIS
Unos juegos excluyentes
Los que se levantan a las seis van a acabar pensando que, efectivamente, lo normal es ser como los de la inauguración de los Juegos Olímpicos de París
En defensa de la democracia
Ultras de mercadillo
![Representación de la Última Cena durante los juegos olímpicos de París](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/29/JJOOALARGADO-RO3jv6jhw7wUsLs6d11C0gK-1200x840@diario_abc.jpg)
Un viernes cualquiera te levantas por la mañana y te vas a trabajar. Te encuentras con gente adormilada porque los críos no les han dejado dormir o porque están dando vueltas a esa hipoteca que nunca se acaba. A media mañana te vas a tomar ... un pincho de tortilla porque ya no recuerdas lo que desayunaste a las seis cuando amaneciste. A mediodía esperas que los abuelos no olviden recoger a la pequeña del campamento y, por fin, llega la tarde. Te vas a la piscina y te enfundas ese bañador que compraste con la esperanza de que no se te noten los michelines y que tu piel deje de parecerse a un anuncio de leche desnatada.
No tienes el cuerpo para fiestas y a las siete intentas recolocarte en el sofá para ver la inauguración de los Juegos Olímpicos porque dicen que Rafa Nadal va a ser una de las sorpresas. Cada año eres más consciente de lo viejo que eres porque los favoritos podrían ser tus hijos pero obvias esa realidad y lo envidiable de los cuerpos fibrosos de los atletas. Sacas una cerveza cero cero y te dispones a ver un derroche de originalidad entreverado de esos valores olímpicos de excelencia, esfuerzo y deportividad.
Lo que sale por la tele, sin embargo, nada tiene que ver con lo esperado. La originalidad no es disculpa para arrebatar al olimpismo y al mundo las bondades de ese deporte que va más allá del fútbol. Señoras o señores en tanga con ligueros y pelo en el pecho, presuntos bailarines al borde del ataque epiléptico, grandes mujeres sacadas de su contexto para extirparlas sus méritos y convertirlas en marionetas dentro una burbuja que sólo reconoce su sexo. Los portadores de todos estos estandartes exhiben expresiones de enfado, agresividad y de esa guisa se arrogan para si el rostro de la modernidad, el paradigma de lo que debiera ser Francia, Europa y el olimpismo. Apuras la cerveza y piensas «debo de ser muy raro» y lo peor de todo es que a base de insistir los que se levantan a las seis van a acabar pensando que, efectivamente, lo normal es ser como los de la inauguración de los Juegos Olímpicos de París.
En mi pueblo había una señora rica y otra señora pobre que siempre hacían cosas raras. La gente decía que una era tonta y la otra bohemia. Averigüen ustedes quién era quién.
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