VÍA PULCHRITUDINIS
Unos juegos excluyentes
Los que se levantan a las seis van a acabar pensando que, efectivamente, lo normal es ser como los de la inauguración de los Juegos Olímpicos de París
En defensa de la democracia
Ultras de mercadillo

Un viernes cualquiera te levantas por la mañana y te vas a trabajar. Te encuentras con gente adormilada porque los críos no les han dejado dormir o porque están dando vueltas a esa hipoteca que nunca se acaba. A media mañana te vas a tomar ... un pincho de tortilla porque ya no recuerdas lo que desayunaste a las seis cuando amaneciste. A mediodía esperas que los abuelos no olviden recoger a la pequeña del campamento y, por fin, llega la tarde. Te vas a la piscina y te enfundas ese bañador que compraste con la esperanza de que no se te noten los michelines y que tu piel deje de parecerse a un anuncio de leche desnatada.
No tienes el cuerpo para fiestas y a las siete intentas recolocarte en el sofá para ver la inauguración de los Juegos Olímpicos porque dicen que Rafa Nadal va a ser una de las sorpresas. Cada año eres más consciente de lo viejo que eres porque los favoritos podrían ser tus hijos pero obvias esa realidad y lo envidiable de los cuerpos fibrosos de los atletas. Sacas una cerveza cero cero y te dispones a ver un derroche de originalidad entreverado de esos valores olímpicos de excelencia, esfuerzo y deportividad.
Lo que sale por la tele, sin embargo, nada tiene que ver con lo esperado. La originalidad no es disculpa para arrebatar al olimpismo y al mundo las bondades de ese deporte que va más allá del fútbol. Señoras o señores en tanga con ligueros y pelo en el pecho, presuntos bailarines al borde del ataque epiléptico, grandes mujeres sacadas de su contexto para extirparlas sus méritos y convertirlas en marionetas dentro una burbuja que sólo reconoce su sexo. Los portadores de todos estos estandartes exhiben expresiones de enfado, agresividad y de esa guisa se arrogan para si el rostro de la modernidad, el paradigma de lo que debiera ser Francia, Europa y el olimpismo. Apuras la cerveza y piensas «debo de ser muy raro» y lo peor de todo es que a base de insistir los que se levantan a las seis van a acabar pensando que, efectivamente, lo normal es ser como los de la inauguración de los Juegos Olímpicos de París.
En mi pueblo había una señora rica y otra señora pobre que siempre hacían cosas raras. La gente decía que una era tonta y la otra bohemia. Averigüen ustedes quién era quién.
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