Ultras de mercadillo

Ahora ya podrá decir a gusto y en suelo enmoquetado todo lo que sea necesario para parecer más ultra que Alvise. Podrá sacarse fotos con la gente del campo mientras les dice eso de «yo a la cuadra siempre voy con botas» mientras intenta disimular que las suyas no son de goma sino de montar a caballo. Si aparece un inmigrante sin papeles tampoco tendrá que disimular diciendo que los menas están mal pero que los que trabajan sin papeles por la mitad que un español y sostienen una economía en declive son «como de la familia» aunque sean «morenos».

La ruptura de los gobiernos PP-VOX ahorrará mucho a los españoles y depurará el discurso de los de Abascal porque ya no tendrán que «colaborar» con programas de asuntos sociales ni subterfugios de «paguitas». Sus líderes, para seguir siéndolo, ya no tendrán que echar órdagos a pequeña para que el electorado no se les escape por la alcantarilla que ellos mismos crearon y de la que creían tener las llaves de la tapadera. Los «fachas» a los que dicen defender hicieron de la Transición algo tan grande como los socialistas a los que ahora el PSOE también traiciona.

Vox puede escorarse al populismo incongruente de una ultraderecha de clarete y pandereta pero, por favor, que piensen en lo que necesitan España y sus votantes. Si en lugar de a la ultra giran a la derecha liberal de Espinosa de los Monteros a lo mejor pueden volver a gobernar con la «derechita cobarde» y así evitarnos a todos esa dictadura posmoderna a la que nos llevan Pedro Sánchez y su mujer. Los Mandamientos se resumen en «amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo» y ni Sánchez ni Abascal son dioses por mucha brea que le arreen a esa Iglesia que para unos es pura pederastia y para otros un nido de rojos.