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VOLCÁN LA PALMA

El pueblo fantasma de Puerto Naos: «Ya me he mentalizado de que no volveré a pisar mi casa»

Secuestrada por los gases, la lava no se llevó su casa pero «casi», asegura, «ahora mismo mi casa la tiene el volcán»

Jonás Pérez frente a las coladas del volcán de Tajogaite LAURA BAUTISTA

Laura Bautista

La Palma

«Mi casa está allí» pero ahora mismo «es del volcán». Después de un año en el 'limbo', Jonás Pérez y su pareja, guías turísticos de Isla Bonita Tour, se han hecho a la idea de que «no la volveremos a pisar más». Secuestrada por los gases, la lava no se llevó su casa en Puerto Naos pero «casi», asegura. Con profunda tristeza pero con una visión realista, Jonás cree que este problema silencioso e invisible de los gases volcánicos «va para largo».

Ya llevan casi un año fuera de casa y apenas han podido acceder a la oficina. «Fuimos a recoger algunas cosas, unos minutos y tras esperar 45 de ventilación», aunque el problema se solucione con el tiempo «no podemos dejar nuestra vida en suspenso 4 o 5 años, o más», afirma.

Con dos niños de 5 años «no me arriesgo» porque los científicos no pueden garantizar que esta grieta que desgasifica en la costa no vuelva a emitir gases con el tiempo. «No podemos vivir con medidores», alega, «al menos esa no es la vida que yo quiero».

Él y otras 1.300 personas viven en la incertidumbre desde hace demasiado tiempo «la salud mental de la gente está tocada», asegura. Insomnio, falta de respuestas, ansiedad, todo alimenta la paranoia y el miedo. Un año después sigue siendo el tema de conversación porque «el paso del tiempo no ha quitado que sea el problema, no un problema, sino EL problema». Al tener su casa en pie solo han recibido la parte del seguro por inhabitabilidad, y tras varios meses viviendo en casa de sus padres con toda la familia, ahora están de alquiler en Los Cancajos. «Paciencia» se repite, «no hay otra opción». Con el problema de los gases «esperar es lo único que nos queda».

Ellos encontraron, «nos movimos rápido y conseguimos un apartamento, pero un poco después la cosa se puso muy complicada» para conseguir un piso. Aún no han recibido la ayuda de alquiler. «Tenemos suerte y podemos pagarlo, pero hay gente que no es tan afortunada». La vida es ahora, no después, «no todos pueden permitirse esperar la ayuda durante un año».

«Cada día me planteo irme, es una idea que me ronda la cabeza». En la isla tienen la empresa y a la familia por lo que no es tan fácil. «Al final es una decisión que tendremos que tomar», pero en el caso, tal y como empezaron en la isla «podemos empezar una nueva vida en otro lugar». A otras personas eso le será imposible, «tenemos suerte», repite, y ese sentimiento lo mantiene a pesar de tener su casa «en cuarentena» por CO2.

Reinventarse o morir

A él, Tajogaite le ha mostrado sus dos caras. Mientras le ha arrebatado su hogar, le ha dado un empujón a su negocio, ya que esta ruta ha funcionado de palanca para suplir los meses de cierre que llevan a la espalda. Jonás es un ejemplo del dicho «una de cal y otra de arena».

Una pandemia y un volcán. «No ha sido un tiempo fácil». Arrancar tras la erupción volcánica fue un baile de emociones. Mientras los turistas lo disfrutaban como un espectáculo, un hecho histórico, a él le destrozaba. Desde que la erupción cesó, el interés por el volcán les abrió una nueva puerta.

Con miles de euros perdidos en las cancelaciones masivas que provocó Cumbre Vieja, había que buscar una manera de salir adelante. Parte de su familia lo perdió todo bajo las coladas de Todoque, y varios de los miembros de su equipo de trabajo también tienen una vida entera enterrada en lava. «Cerrar o seguir», y eligieron la segunda. El volcán ha sido una desgracia, también la de parte de los suyos, al igual que una «oportunidad».

En verano las rutas al volcán «se han llenado», y eso ha sido una buena noticia, al fin. Ahora el futuro se presenta muy incierto, «el verano ha respondido pero si el mercado alemán no viene en invierno, estaremos mal».

Jonás, con años en el negocio, pide más flexibilidad «para que la gente pueda levantar cabeza». La ley no está pensada para catástrofes como la que ha sufrido La Palma «y a la gente que tiene un negocio bajo la lava, o sus plátanos, o su oficina en Puerto Naos se le debería facilitar que abra en otro lado». Con los precios desbocados y los alquileres por las nubes, el sector inmobiliario y la economía palmera ha sido arrasada también por la erupción.

«Nos ha aplanado un volcán», recuerda, con algunas facilidades por los próximos años «los palmeros tiramos y salimos del hoyo». A nadie se le esconde que es un pueblo fuerte.

Una vez al mes, las rutas que organiza Isla Bonita Tour están dedicadas únicamente a los vecinos. «Algunos vienen para ver el volcán de cerca, frente a frente, y hacer las paces», otros aún no pueden ni mirarlo. «Esta isla está en duelo» y eso es algo que cada uno gestiona con sus propios tiempos.

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