Fútbol
Agresiones y robos tensan la final de la Copa Libertadores entre Fluminense y Boca Juniors
Alerta en Río de Janeiro por la sucesión de incidentes entre seguidores del Fluminense y del Boca Juniors antes del partido decisivo de esta noche
Resultados y equipos clasificados en la primera eliminatoria de la Copa del Rey
La Policía brasileña vigila las calles de Río de Janeiro en la previa de la final de la Copa Libertadores
Hace casi una década, con motivo de la final de la Copa del Mundo de 2014, 100.000 aficionados argentinos invadieron Copacabana y otras zonas de Río de Janeiro durante cuatro días. La población local, que se sentía humillada por la derrota en semifinales (1-7) frente a Alemania, aguantó con admirable paciencia los cánticos de la inigualable afición de Argentina, su máximo rival, mientras se debatía entre dos males: una victoria de su odiado vecino del sur o del equipo europeo que les había zarandeado en Belo Horizonte como ninguna selección lo había hecho antes.
El mismo templo futbolístico donde se disputó aquella final, Maracaná, acoge este sábado (21.00 horas, LaLiga+ Plus) el partido decisivo de la Copa Libertadores (equivalente a la Champions League en Suramérica) entre Fluminense, uno de los grandes equipos de Río, y el club argentino más popular, Boca Juniors. Pero esta vez el recibimiento a los hinchas desplazados desde Argentina no ha sido tan estoico y la tensión, también los enfrentamientos y las peleas, se han desatado en muchas zonas de la ciudad brasileña.
Algunos discursos en los días previos han ayudado a calentar la temperatura de una final donde la seguridad se ha convertido en motivo de preocupación. Y más tras manifestaciones como las del alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, o el exfutbolista Romario arengando a los hinchas locales; particularmente agresivas fueron las palabras del exdelantero: «Fluminense debería tomar la iniciativa. Que se jodan los argentinos, esos cabrones. Ya está, a Boca se lo va a dar por el culo. Soy Fluminense desde que nací».
Esa violencia verbal ha terminado por contagiarse a las calles. Hace días, los ultras del Fluminense amenazaron directamente a los barrabravas de Boca a través de las redes sociales. Las agresiones durante la semana han sido numerosas y los incidentes han ido empeorando con los días, llegando a registrarse el pasado jueves disparos en la playa de Copacabana (donde está situada la 'fan zone' organizada por la Conmebol). También hubo numerosas detenciones pese a las críticas de los aficionados visitantes sobre la pasividad de la policía local.
«Nos están tratando mal. Vinimos a ver a Boca. Hemos respetado y no hemos provocado desórdenes, pero ahora la policía nos quiere desalojar de la playa disparándonos balas de goma y lanzando gases. Aquí hay niños, familias, esto no puede ser», describió en las redes un hincha argentino tras esa batalla campal que se desataba junto al mar entre seguidores de Fluminense y de Boca Juniors.
Es seguro que cuando el organismo que dirige el fútbol suramericano designó Maracaná como sede para la final esperaba cualquier partido menos éste, un encuentro de muy alto voltaje. Los duelos entre brasileños y argentinos son históricamente calientes y mucho más si hay un título en juego. Por ahora, se hablado mucho más de violencia que de fútbol en Río, en Buenos Aires y en redes sociales. Hay temor a que la tensión aumente y hoy pueda desatarse la violencia en los alrededores del estadio. Daniel Scioli, embajador argentino en Brasil (exvicepresdente de su país), ha advertido a los hinchas de que «se abstengan de provocaciones, que no respondan y no realicen insultos o expresiones sobre aspectos de religión u orientación sexual», ya que «son delitos que no están sujetos a fianza alguna». La Conmebol se ha visto obligada a emitir una breve declaración en sus redes sociales pidiendo a ambas hinchadas «compartir todos juntos momentos de alegría y celebración».
Falsificación de entradas
Los enfrentamientos entre hinchas, sin embargo, han ensombrecido la final. También numerosos robos a seguidores argentinos. «Me quitaron las entradas, el dinero, los documentos, me quedé con lo único que tengo puesto», explicaba una de las víctimas.
Los aficionados del xeneize (Boca) abarrotan las calles y playas de Río mientras la embajada argentina en Brasil hacía llamamientos a la calma y auguraba la presencia de más de 100.000 hinchas en la ciudad este sábado. Las rocambolescas historias de aficionados que han llegado por cualquier medio a la 'ciudad maravillosa' desde cualquier punto de Argentina han llenado la prensa nacional desde hace varios días. El caso más comentado es el vídeo de un aficionado que vendió la consola PlayStation de su hijo para viajar a la final (curiosamente, el niño es hincha de River Plate, eterno rival de Boca).
Para hoy hay alertas de seguridad en Río, especialmente en los alrededores de Copacabana. Una preocupación máxima de los aficionados argentinos es conseguir una de las 78.000 localidades del nuevo Maracaná, que estará a rebosar (y donde Fluminense suele jugar sus partidos como local). El temor a las falsificaciones es otro ingrediente del peligroso cóctel de estos días. Tendrán los 'bosteros', sin embargo, un arma secreta: se calcula que unos 10.000 aficionados de Flamemgo, el acérrimo rival del 'Flu', tienen entradas en la llamada 'zona neutral' del estadio. Se da por seguro su apoyo a Boca y, probablemente, su propensión a vender la entrada.
Los más de 80.000 argentinos desplazados que no consigan localidad serán concentrados en el Sambódromo (escenario del gran desfile del Carnaval), que ya fue usado para albergar a los hinchas argentinos durante aquella final perdida del Mundial 2014. Lamentablemente, el ambiente es mucho menos civilizado ahora que entonces.
En términos futbolísticos, Fluminense busca su primer trofeo Libertadores (sólo llegó a la final en una ocasión, 2008, que perdió) ante un Boca Juniors que ansía su séptima Copa desde 2007 (con el escozor de la final perdida ante River Plate en el Santiago Bernabéu hace cinco años). Tradicionalmente la final de la Libertadores fue siempre a doble partido, pero desde 2019 se juega a partido único; desde entonces, curiosamente, todos los campeones han sido equipos brasileños. Si ganase Boca, igualaría a Independiente de Avellaneda como el club más campeón de América.
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