Hay un presidente peor que Sánchez: ¡váyase, señor González, váyase!
El palco roba la segunda oreja a Borja Jiménez tras cuajar la Dulce bravura y le compensa con un trofeo en el sobrero para que cruzase su merecida y ganada Puerta Grande como triunfador de San Isidro
ABC acompaña a Borja Jiménez en la furgoneta desde Las Ventas al hotel en su tarde de Puerta Grande
La corrida más rara del mundo

¡Váyase, señor González, váyase! Y no vuelva. Madrid no merece un presidente tan acomplejado ni tan mal aficionado. Un altercado de orden público estuvo a punto de provocar por su ninguneo a los más de veinte mil espectadores que habían pasado por la taquilla. ... Un atraco el que perpetró negando las dos indiscutibles orejas –con una fuerza inapelable– que Borja Jiménez había conquistado en su completa y emocionantísima faena a un grandioso toro de Victoriano del Río. Nadie, ni el peor aficionado, podría imaginar que no asomarían los dos pañuelos blancos de una tacada en una mano y el azul en la otra. Pobres ilusos: ¿acaso no sabemos que, salvo una que se salva, no hubo nunca presidencias tan nefastas? Va a ser verdad eso que dijo el filósofo de que hay que asomarse a las plazas para ver la situación de España. La Moncloa del toreo no anda mejor que la de Sánchez. «Hay un presidente peor que Pedro», dijeron en preferente. ¡Con lo alto que ha puesto el listón! ¿Y los asesores? Si Joselito Calderón tuviese dignidad, se habría levantado de su escaño ante semejante atropello. Es hora de una renovación antes de que los abonados indignados recojan firmas pidiendo ceses y dimisiones. «¡Fuera, fuera!», coreaba la plaza al unísono, con ecos que llegaban hasta Ferraz...
Todo comenzó a las siete y media, la hora en la que se anunciaba la obra más apasionante. Se encendieron las luces entonces, como si los focos quisieran marcar el camino de la luminosa bravura de Dulce, que así se llamaba el toro de Victoriano del Río, un superclase que rivalizará con el Tejonero de Santiago Domecq. Tan profundo Dulce, con un cuello y unas hechuras que rozaban la perfección. Una ‘paradinha’ hizo antes de llegar al sitio de Jiménez, que aguantó el trago en medio del vendaval. Era un ahora o nunca. Era el último paseíllo de su triplete en una semana, el de su debut en San Isidro –difícil será que le arrebaten el trono al triunfador–, donde le han embestido casi todos los toros y ayer le embistió hasta el que echaron para atrás. ¡Qué ‘baraka’! Muy decidido salió Borja, con lances a pies juntos y unas chicuelinas de enorme mérito. La calidad de aquella pintura victoriana se adivinó pronto, pese a ese breve amago de poder rajarse en la lidia. Pero el fondo de bravura de Dulce creció y creció en la faena, descorchada con un muletazo rodilla en tierra en terrenos del 6. Tan entregado iba el victoriano que se pegó un durísimo volatín en los inicios, pero ni eso mermó su bravura. Qué fantástica manera de embestir por el derecho, con el de Espartinas toreando en redondo, sin tiempos ni espacios de por medio. La ligazón calaba en la capital, que se frotó los ojos cuando en un cambio de mano zurdo Dulce se desplazó hasta el infinito y más allá. Excelso entonces Borja, relajado y asentado, encajado y sintiéndose torero, ¡muy torero! Hasta la llegada de unos naturales que contenían la profundidad, con aquel tándem entregadísimo y la emoción desbordada. ¿Y qué es el toreo sin emoción? Aquella bravura categórica de Dulce bien la hubiese echado el ganadero a las vacas. Tras los ayudados por abajo, los tendidos se cruzaban los dedos. En la espada se hallaban el edén y la gloria. O eso pensábamos todos, menos uno. Contra todo pronóstico, la enterró a la primera. En un sitio cabal. Y Dulce se tragó su brava muerte, tan bella. Qué momento, el de la victoria, arrebatada por el usía, de cuyo nombre no quiero acordarme. Dos apoteósicas vueltas al ruedo dio el sevillano con la rácana oreja antes de que el pueblo venteño se levantase en armas.
En compensación, cuando no era, sí le otorgó el trofeo del quinto, un sobrero de Torrealta que colaboró para la causa de la salida a hombros. Moralmente ya ganada una hora antes. Hasta dos veces más se iría a portagayola, tanto con el devuelto titular, que prometía cositas buenas y le cuajó un saludo sobresaliente, como con el notable remiendo, con el que la disposición fue la marca de la pieza. Pura entrega Borja, con un prólogo y un epílogo para enmarcar. «¡Torero, torero!», gritaba Madrid al que ayer era el ‘débil’ del cartel (las exigencias eran para Roca). Y ni el pinchazo frenó lo que había merecido ya antes. Multitudinaria la Puerta Grande, con jóvenes que soñaban con atravesar el arco que cruzaba en volandas Jiménez.
Fue su tarde y su feria, la de su debut, en la que le han embestido mucho los toros, pero por otra vía, y ninguno con el ritmo de Dulce, candidato a premio. No habría otro como este número 70 en la desigual corrida de Victoriano, de dispares hechuras y juego, pero manteniendo siempre el interés y con un fondo de casta. Mucha tuvo Tordillo, con un carbón que se violentaba en cuanto tocaba las telas de Emilio de Justo en una faena de viento. Con el cuarto, sin el trapío exigido y con ciertas opciones, no pudo remontar. El peor lote se lo llevó Roca, con un deslucido tercero y un manso sexto, con una tralla que se rajó en cuanto el peruano, que puso el ‘No hay billetes’ más cuajado, impuso su mando. Alguien voló sobre el nido del Cóndor, que hubiese deseado las embestidas de Dulce, el toro soñado.
Feria de San Isidro
- Monumental de las Ventas. Viernes, 7 de junio de 2024. Corrida de la Cultura. Vigésima quinta de feria. Cartel de 'No hay billetes'. Toros de Victoriano del Río y un sobrero de Torrealta (5º bis), de desiguales hechurasy juego, muy interessante en conjunto; destacaron el excelente 2º, de bravísima clase, y el buen sobrero.
- Emilio de Justo, de turquesa y oro: media (palmitas tras aviso); estocada caída (silencio tras aviso).
- Borja Jiménez, de visón y oro: estocada (oreja con fortísima petición de otra, dos vueltas al ruedo y bronca al presidente); pinchazo y estocada caída (oreja). Sale por la Puerta Grande.
- Roca Rey, de azul noche y oro: estocada (silencio tras aviso); estocada (silencio).
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