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ABC se sube a la furgoneta de Borja Jiménez tras salir a hombros en Las Ventas

«Nos han dicho de venir a la Beneficencia, pero torearmos en Vera», dijo el torero

Hay un presidente peor que Sánchez: ¡váyase, señor González, váyase!

Borja Jiménez, feliz en la furgoneta APV

Alicia P. Velarde

Madrid

Parecía que nunca se iba a abrir la puerta grande esta feria. Pero por fin llegó. Hace una semana la rozaba Borja Jiménez con el tercero de Santiago Domecq. Siete días después, el mismo torero ha reventado San Isidro. Reventado, con todas las letras. Pocas veces se ha oído una pitada a un presidente tan estruendosa como la de hoy, cuando asomó sólo un pañuelo blanco del palco. «El robo del siglo, este señor no sabe nada. Pocas veces he visto algo así», decían viejos aficionados. Los tendidos estallaron en una protesta de las que hacen época. Pero, como pocos públicos hay más educados que el taurino, no ardió la plaza ni cayó una sola almohadilla al ruedo. La bronca al palco fue, eso sí, absolutamente ensordecedora, y el torero fue obligado a dar dos vueltas al ruedo. «Me pidieron la tercera, pero ya me daba no sé qué...», comentaba luego en la furgoneta. Aunque, con el público entregado, podría seguir dándolas ahora mismo, que se le seguiría aplaudiendo.

Como si nada hubiera pasado, y con la mentalidad del que quiere ser alguien en esto, se hincó de rodillas en chiqueros para recibir al quinto, como ya había hecho en el primero de su lote. «Hay que tener una gran fortaleza mental para hacer eso, y luego encima pegar las pedazo verónicas que diste», le dijo Gómez Pascual. Aunque no quedó ahí el asunto. Del palco asomó el pañuelo verde para ese Victoriano, al que el torero vio buen aire -«yo creo que habría servido»-, y en su lugar salió un sobrero de Torrealta. De nuevo fue a porta gayola a recibirlo. Y aquello acabó con la concesión de otra oreja, y puerta grande, ante un público rendido, tras un bonito brindis que captaron los micrófonos de OneToro a sus compañeros «que ahora se encuentran en la situación en la que yo he estado durante tantos años, para decirles que, soñando fuerte, algunas veces se pueden cumplir esos sueños». Y vaya si los cumplió Borja.

Sólo que él sueña despierto, y los soñadores a plena luz del día son los más peligrosos, porque no cederán hasta ver sus sueños convertidos en realidad, como dijo T. E. Lawrence. Templado, como estuvo toda la tarde, contestó al micrófono del canal taurino, sin saber aún si iba a poder tocar pelo en el quinto. Estaba contento de «haber podido sentir Madrid». Y más lo sintió en la multitudinaria puerta grande, en la que se agolpaban los aficionados para tocar al que ya es Torero de Madrid. Al subir en la furgoneta, se abrazó con los suyos en unos momentos de mucha emoción, mientras se escuchaba a modo de banda sonora un fortísimo «torero, torero» que los aficionados gritaban por fuera del coche.

Los rostros eran de emoción, pero emoción contenida, como si aún no hubiera terminado de procesar todo lo que acababa de pasar. Pasado Manuel Becerra, unos segundos de silencio: Borja se santiguó, y dio gracias al Cielo por todo lo que había ocurrido. Le habían arrancado los machos, y un niño se había llevado una manoletina, pero nada importaba en aquellos momentos, donde la felicidad inundaba la furgoneta y se felicitaban unos a otros por lo vivido. En el Hotel Wellington seguía esperando gente para felicitarle y hacerse fotos con el ídolo, que hubiera sido el inevitable candidato para sustituir a Morante en la Beneficencia. «Nos lo han dicho, pero toreamos en Vera», dijo el torero, que hoy no perdía la sonrisa por nada del mundo. No pasa nada, ahí seguirá la plaza, y ahí seguirá la Beneficencia.

Borja Jiménez y su familia taurina, al llegar al hotel ABC

Era la Corrida de la Cultura, y numerosas caras conocidas acudieron a la cita, que fue la primera de las tardes del ciclo isidril en colgar el 'No hay billetes'. No faltaron Feliciano López, Espinosa de los Monteros, García Escudero, Javier Conde, ni Victoria Federica, acompañada por Tomás Páramo, ambos amigos de Roca Rey-quien brindó el sexto de la tarde a López Simón: «Me alegro de haber vivido momentos tan bonitos contigo. Toda mi admiración como torero, pero también como persona», le dijo. El peruano cerraba el cartel de una tarde que abría Emilio de Justo, ante toros de Victoriano del Río. La cerrazón de un presidente no hizo sino aumentar el valor de esta puerta grande, tan necesaria.

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