Última corrida de Santander: la cara del tendido tampoco miente
Miguel Ángel Perera pincha la faena más notable a un toro de mucha clase de una decepcionante corrida de La Quinta, de tan dulce son como amarga de bravura, sin casta
Cosas del directo, hasta dos minutos de silencio se guardaron en memoria de Pepe Luis Vázquez
Volvió Morante y el mundo se puso a soñar

Se liaba Pepe Luis el capote de paseo en el patio de cuadrillas del cielo. Había llegado el niño del Sócrates de San Bernardo, el ángel sencillo, el hombre que era todo bondad, el torero que esculpió la gran máxima de los tiempos recientes: « ... Es más fácil mentir con la palabra que mentir con la muleta». Tampoco engañó la cara del tendido, de bostezo en bostezo.
Somnolienta la tarde, con un conjunto de La Quinta de tan dulce ritmo como pobre de celo y empuje. En definitiva, tan mermado de casta que todo transcurría sin esa chispa adecuada, sin la humillación necesaria. Perfectos anduvieron los toreros, con una técnica superlativa, pero faltos también del ingrediente fundamental: el sentimiento. Mucho temple y oficio. Inmenso, pero ¿dónde estaba el alma? Pues en el mismo lugar que la raza de los santacolomas, en algún sitio escondida. Bastante tuvieron los del mano a mano -sin atisbos de rivalidad- en trabajarse el celo de los animales.
Sabía el maestro Pepe Luis Vázquez que nada había más transparente que el vestido de luces. Y en Perera se vio un hombre en calma, macizo con capote y muleta, pero desastroso con la espada en su veinte aniversario de alternativa. Suya fue la faena más redonda con un toro de tan exquisito son que derramaba almíbar. Y de dulce fue el trato del pacense en un encuentro no apto para diabéticos. ¡Azúcar!
Eran las ocho y diez cuando aparecía Carretero, el toro soñado por algunos toreros, con esa clase y esas hechuras de zapato de domingo, tan bonito. Con una larga cambiada lo saludó el extremeño antes de ganar terreno a la verónica, muy despacioso. Prometía más que sus hermanos y siguió apuntando su son en la lidia. Perera, que lo sabía mejor que nadie, brindó y quiso prender la llama con dos cambiados por la espalda. Sin tirones. Hasta presentar la zurda, en la que profundizaría aprovechando toda la calidad de Carretero. Combinó distancias, tiempos y alturas con precisión de cirujano, con paciente trato, con las caricias que pedía el ejemplar de los Martínez Conradi, una gran casa ganadera que seguro hubiese preferido una corrida más brava y con más marcha. Con esa Quinta que no metieron. Pero la cadencia de este número 29, que sacó un fondo muy bueno -con toda su nobleza a cuestas no paró de embestir en las telas pereristas-, está al alcance de pocos. Con otro resultado en el marcador, quizá, el ánimo de los tendidos hubiese cambiado. Porque el de Puebla del Prior atrapó con sus interminables redondos y esas bernadinas finales, con firmas por abajo de categoría. A placer anduvo, pero todo lo emborronó con la tizona y perdió un triunfo cantado después de ahondar en las virtudes de Carretero.
Lo cierto es que el marcador pudo ser muy distinto. De no viajar a los sótanos la espada en el que rompió plaza, hubiese aflorado la petición. No ha habido un saludo tan lentificado en toda la feria como el que cuajó al primero. Había embestido con un son mexicano y, si pausada fue la bienvenida, más al ralentí nació el quite. Al cielo alzó la montera Miguel Ángel en el brindis. Hasta dos minutos de silencio se habían guardado en memoria de Pepe Luis, uno antes y otro después del paseíllo (cosas del directo...). Para comer despacio fue la embestida del santacoloma -y por perezas lo hizo el torero, afianzándolo poco a poco-, pero no acabó de humillar y soseó demasiado. Un mundo. El acero ratificó el primer desastre.
Entendió estupendamente al tercero, el de más complicaciones, desentendido y a lo tonto, aunque sin serlo. Una barbaridad le costaba desplazarse al más pesador del sexteto, con casi seiscientos kilos.
El menos equipado de carnes fue el último, un animal que había agradado a las cuadrillas, pero que gustó menos al público. Tan simplón, apenas decía nada. Todo lo puso Daniel Luque, que se quedó en el umbral de la oreja. Como con el Milano cuarto, con su movilidad a saltos. El sevillano se encargaría de limar ese calamocheo en una inteligente y meritoria labor, cerrada con unas luquecinas, ahora más para la galería. Había mandado callar a la banda el de Gerena en el segundo, sin humillar y de corto recorrido -muy malamente lo picaron y lo acusó-. Nada habría que celebrar en aquel muermo de broche. O tal vez sí, porque Capitán hizo hilo a Juan Contreras y de milagro no lo estampó contra las tablas. Un siete de cartas le dibujó en la taleguilla y con cara de póquer se marchó la afición de Cuatro Caminos. Decepción y nostalgias. ¿Se imaginan el ángel de Pepe Luis con algún dulce de La Quinta?
Feria de Santander
- Coso de Cuatro Caminos. Viernes, 26 de julio de 2024. Séptima y última corrida de la Feria de Santiago. Tres cuartos de entrada. Toros de La Quinta, de tan dulce ritmo como faltos de celo, humillación y empuje, de pobre casta en definitiva; destacó la clase del 5º.
- Miguel Ángel Perera, de de nazareno y azabache: bajonazo (saludos tras aviso); estocada corta caída (palmitas); metisaca en los bajos, pinchazo arriba y estocada (saludos tras aviso).
- Daniel Luque, de de verde hoja y oro: estocada (saludos); pinchazo y estocada (saludos tras aviso); estocada (saludos tras aviso).
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