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La triunfal entrega de Tomás Rufo maquilla un tostón de vulgaridad tras el sueño de Morante

Se tira a matar o morir y sale a hombros en una corrida del Pilar con calidad pero sin poder, con animales inválidos, dentro de una destemplada tarde de las dos figuras del cartel

Andy Cartagena se inventa un rabo

La estocada, con todo, de Tomás Rufo al sexto serrano arce
Rosario Pérez

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El recuerdo de lo imborrable nos perseguía: se hablaba de Morante en el barrio Pesquero, en las terrazas del Sardinero, en las puertas del Mejillón, en los cacharritos de la feria y en la cola para subir a los barcos turísticos. «Morante del Pueblo», ... escuché a uno con acento británico. Y con mi acento extremeño le pregunté si lo había visto torear. Asintió, hizo así, hundió el mentón y movió la sudadera de 'Alguien que te quiere mucho te llevará a España' simulando una verónica. O más bien a una prima lejanísima del lance capital, como el que sacude las migas del mantel. Pero con el pensamiento en Morante, que era donde todos estábamos, de donde no nos queríamos marchar. Aunque fuese con una corrida tan a modo, de tan agradable y discreta presencia, su toreo engrandeció todo. Continuaba en el tendido el runrún morantista, el runrún de la pureza y la despaciosidad, el murmullo de lo distinto.

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