La triunfal entrega de Tomás Rufo maquilla un tostón de vulgaridad tras el sueño de Morante
Se tira a matar o morir y sale a hombros en una corrida del Pilar con calidad pero sin poder, con animales inválidos, dentro de una destemplada tarde de las dos figuras del cartel
Andy Cartagena se inventa un rabo
![La estocada, con todo, de Tomás Rufo al sexto](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/07/24/estocada-RAhiLPX8wOMICdLwb17k3bJ-1200x840@diario_abc.jpg)
El recuerdo de lo imborrable nos perseguía: se hablaba de Morante en el barrio Pesquero, en las terrazas del Sardinero, en las puertas del Mejillón, en los cacharritos de la feria y en la cola para subir a los barcos turísticos. «Morante del Pueblo», ... escuché a uno con acento británico. Y con mi acento extremeño le pregunté si lo había visto torear. Asintió, hizo así, hundió el mentón y movió la sudadera de 'Alguien que te quiere mucho te llevará a España' simulando una verónica. O más bien a una prima lejanísima del lance capital, como el que sacude las migas del mantel. Pero con el pensamiento en Morante, que era donde todos estábamos, de donde no nos queríamos marchar. Aunque fuese con una corrida tan a modo, de tan agradable y discreta presencia, su toreo engrandeció todo. Continuaba en el tendido el runrún morantista, el runrún de la pureza y la despaciosidad, el murmullo de lo distinto.
Pero este miércoles nos trajo una dosis de formidable realidad con las dos figuras del cartel. De toreo sin torería. De faenas comunes. De sonrisas sin alegrías, de reír por no llorar. Qué destemplada espesura sobre la arena con una corrida sin fuerzas del Pilar, de querer y no poder. Ya el paseíllo fue un preludio de lo que se avecinaba: de nazareno tres matadores para dar cuenta de la procesión de inválidos, aunque hubo toros para estar mejor, como ese quinto, en el que Talavante, tan fácil como sin alma, pudo cortar una orejita que no llegó por la espada. ¿Estuvo mal? No, pero bien, a la altura de una figura que se pasea por todas las plazas, tampoco. Y eso que hubo tres estupendos naturales que despertaron la esperanza. Porque su izquierda tiene una moneda de oro para cambiar el sino cuando quiera. Lo de Manzanares fue otro cantar: qué buena voz y qué poco temple.
![El torero de Pepino, por la puerta grande](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/07/24/hombros7-U82153113076zOw-760x427@diario_abc.jpg)
En medio de aquella penitencia, la gente se agarraba a cualquier clavo ardiendo y se divertía con las guasas del sol: «¡Que se jodan los de sombra!». El pique lo devolvió la sombra cuando dobló el quinto. «Os jodéis también los del sol». Todos jodidos con tan tullida corrida y con faenas de variada vulgaridad. Hasta que salió el sexto y Tomás Rufo, uno de los jóvenes con más talento, se plantó a por todas.
Fue esta obra la de mayor querer, la de mayor templanza, la de mayor acople y la de mayor entendimiento. Siempre predispuesto, arreando con todo, el torero de Pepino saludó a Busconito con una larga cambiada. Ambicionaba el triunfo y seguir sumando argumentos para estar en las principales ferias, de las que se está quedando fuera sin el paraguas de El Juli. Encomiable su actitud en este último pilarico, al que sostuvo con la medicina del temple. Un silencio de expectación se hizo cuando lo llamó con la manita y brotaron los oles ya en el pase por la espalda. La gente estaba loca por ver lo que fuera tras el soberano tostón que se había tragado. Más de uno, con el hartazgo en lo alto, mentó desde el tendido de malas maneras al ganadero. Claro que luego habría opiniones para todos los gustos: los que se quedaban con la calidad del sexteto y los que, sin paños calientes, maldecían su pobre fortaleza. Pero Rufo vio algo al sexto, lo brindó y construyó una notable labor por ambos pitones. Si condujo bien la embestida a derechas, más luciría en unos buenos naturales y un cambio de mano con sello propio. El toledano apostó, se lo creyó y trasladó su fe a la parroquia mientras se recreaba y lucía más lo bueno del toro en los terrenos precisos. Sabía que el premio estaba en su espada y se tiró a morder, a cara de perro. De tú a tú en un encuentro terrible. Sin aire quedó en la arena. Hasta que se recompuso y paseó feliz las dos orejas. Otra más había sumado del bonito tercero, con generoso cuello, en una labor con ganas, pero más atacada y deslavazada. Se llamaba Niñito, como dos de sus hermanos.
Había despertado la ilusión el laureado bautismo de tres ejemplares: el 142, el 25 y el 137. Llevaban el nombre de aquel de Sevilla de David Mora y que se llevó todos los premios. «Ese toro fue el sueño de todo ganadero», dijo entonces Moisés Fraile. Ninguno sadría con tal categoría: pese a sus buenas notas de nobleza, suspendieron en conjunto en poder, tan blandos y sin apoyo.
Feria de Santander
- Coso de Cuatro Caminos. Miércoles, 24 de julio de 2024. Quinta corrida. Tres cuartos de entrada. Toros del Pilar, correctos de presencia, con calidad y nobleza, pero blandos, sin poder ni emoción; mejores 5º, 6º y 3º.
- José María Manzanares, de nazareno y oro: estocada (silencio); media estocada tendida (silencio).
- Alejandro Talavante, de nazareno y oro: pinchazo tendido sin soltar y bajonazo (silencio); pinchazo y estocada baja (petición y saludos).
- Tomás Rufo, de nazareno y oro: estocada desprendida (oreja); estocada (dos orejas). Sale a hombros.
En el autobús, camino del Santemar, los generosos aficionados me regalaban titulares: 'Una castaña', 'Tarde tediosa', 'Manzanares no está ni se le espera', 'Talavante deja gotas de su esencia sin arrimarse', 'Las ganas de Rufo'.... La corrida se pintará según el prisma de cada cual, pues hubo algún toro -como el quinto- para estar mejor, pero no se puede tapar la realidad de una preocupante merma de poder. «Menos fuerza que en un asilo», decían en el autocar. Menos mal que Rufo maquilló con su entregada actitud el tostón.
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