Javier Zulueta debuta robando titulares
El sevillano deslumbra con su obsesión por el temple y sale a hombros con Marco Pérez, el número 1 de los novilleros, en una matinal de gran expectación en la Feria de Olivenza
Qué gozada de novillada extremeña
![Marco Pérez y Javier Zulueta salen a hombros](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/03/03/hombros-RmFs2UxKqIUeYNnNe9c2rFM-1200x840@diario_abc.jpg)
Habían peregrinado desde Portugal, Córdoba, Sevilla y Salamanca para ver a la nueva cuadrilla de jóvenes toreros que hacía el paseíllo por la mañana. Un entradón registró otra vez el coso de Olivenza.... ¡para una novillada! Qué salud la de esta plaza, la más ... fructífera de Extremadura. Aunque para lujo el don de la espera y la obsesión por el temple de Javier Zulueta, que embelesó en su debut con picadores frente al lote que más se dejó del conjunto de Talavante, tan bien comido como escaso de clase y casta en líneas generales -y eso que séptimo y octavo tuvieron toda la calidad que les faltó a los otros-. Qué maravillosa sorpresa para los que no habían visto sin caballos a la nueva ilusión de la Maestranza. Y sorprendente una vez más la cabeza privilegiada de Marco Pérez, que se presentaba en la tierra oliventina con el runrún de los llamados a tocar grandeza. No hay novillero con tal capacidad hoy: primero Marco; después naide, y luego, Zulueta. ¡Mucho ojo al sevillano! Abran paso a los novilleros, señores empresarios, que traen más ambiente que muchos veteranos y en ellos habita el futuro.
Ambos salieron a hombros y el asombroso oficio de Tomás Bastos, el otro debutante, se quedó a las puertas, mientras que Manuel Román pechó con un incómodo dúo en una actuación vivida con frialdad en los alegres tendidos de la novillada monstruo. Cómo sería de entretenida que ni a los contrarios a los festejos de ocho se les hizo larga. Así vivimos el novillo a novillo en las tres horas y media de mañana:
Incómodo el primero, que enseñaba las puntitas con un genio que Manuel Román trató de limar desde el inicio genuflexo hasta lograr en el epílogo la tanda más rotunda, dejándole la muleta muy puesta. En medio, un cambio de mano para la ilusión.
Había un runrún especial con Marco Pérez, de celestial primera comunión. Se marchó a la puerta de chiqueros para recibir al colorado segundo con un farol de rodillas y de esa guisa siguió a la verónica frente a un Hozaino que andaba con las fuerzas justas. Brindó a Daniel Luque, con quien comparte apoderado, una faena en la que demostró que la edad no está reñida con la inteligencia. Qué cabeza la suya ya para sacar al novillo de las tablas. La facilidad de Ponce, la listeza de El Juli y el valor de Roca se reunían en las series, pero con una personalidad propia de un torero al que le caben muchos y que es sólo él: Marco Pérez, llamado a ser la esperanza de la Fiesta. Cómo esperó al animal, con valor del verdadero, encajado e imprimiendo profundidad al muletazo. Se jugó la voltereta, de la que al final no se libró. De mala manera cayeron torero y toro, pero el salmantino regresó a la cara para aprovechar la inercia de los adentros con una maestría impropia de quien aún cuenta primaveras. No fue la estocada ideal, pues Hozaino perdió una mano y cayó baja, pero la oreja no se la quitó nadie.
Trasero y contrario el puyazo al tercero, que empujó en el peto (y en la carioca). Lacio había querido mover el capote el debutante Javier Zulueta, obsesionado con la despaciosidad desde la apertura. Sereno siempre, en torero. Bajó las telas y echó los vuelos con suavidad, con esa manera de reducir el viaje, con es temple de privilegiado, mientras aprovechaba el ritmo zurdo de Encumbrado. Ahí quedaron cambios de mano, unos ayudados y el aroma de lo distinto. Un chaval con cositas tan buenas no necesita de tanto vociferio y palmadita desde el callejón: flaco favor le hacen esos «¡vaaamos a verlo; venga los toreros buenos!». Era la una menos cuarto cuando paseaba el trofeo de su debut.
Con el capote sobre la segunda raya esperó Tomás Bastos a portagayola al apretado cuarto, que apuntó notas de interés desde la salida. El novillero portugués, de la Escuela de Badajoz -brindó a sus maestros Luis Reina y El Cartujano-, venía sin la aureola de pitiminí de otros, pero con ganas novilleriles de ser. Había contado la mañana anterior que cincuenta euros era todo lo que había conseguido hasta ahora y que no había tenido al suerte de sus compañeros en eso de los regalos de vestidos y trastos. Arriesgó en banderillas, sobre todo un par por los adentros que puso al público en pie. Con la muleta arrancó dispuesto con un Ponderado que cantó la gallina demasiado pronto. Manso y sin fondo, acusó los kilos de más y la casta de menos. A los pies del novillero se echó en unas luquecinas finales y sin opciones se quedó el de Vila Franca de Xira.
Feria de Olivenza
- Coso de Olivenza. Domingo, 3 de marzo de 2024. Tercera de feria (matinal). Casi lleno. Novillos de Talavante, bien comidos y de juego dispar, pero sin romper hacia delante de verdad y falta de clase en general; destacaron los buenos 7º y 8º.
- Mnauel Román, de rosa y oro. Pinchazo y estocada delantera atravesada. En el quinto, estocada corta atravesada y tres descabellos (silencio).
- Marco Pérez, de celeste y oro. Fea estocada caída (oreja). En el sexto, estocada trasera (oreja con petición de otra).
- Javier Zulueta, de celeste y oro. Pinchazo y estocada desprendida tendida. Aviso (oreja). En el séptimo, dos pinchazos y estocada desprendida (oreja).
- Tomás Bastos, de gris perla y oro. Pinchazo y estocada (saludos). En el octavo, dos pinchazos y estocada. Aviso (oreja).
- Se desmonteró Curro Robles en el tercero,
A la una y diez salía el quinto del ya mediodía. Bien comido estaba también este ejemplar de Talavante, al que Román veroniqueó con su aquel. Cabeceaba mucho Labrador y aquella labor se vivió con la frialdad de esos toros dela merienda -era la hora del aperitivo y la cerveza-, pero el joven cordobés, con el peor lote, compuso pasajes que merecían mayor reconocimiento.
Más toro que muchos anunciados como tal era el sexto, al que Marco Pérez recibió otra vez a portagayola. Sin soltar el capote. Vibrante siguió ya erguido, creciéndose mientras el animal expresaba pronto sus dificultades, especialmente por el derecho. Y más rápido lo observó el joven prodigio, que resolvió con desparpajo el quite. Brutal su conexión con los tendidos, a los que correspondió con un brindis antes de que asistieran ensimismados al principio pendular. Qué bemoles, qué asiento. Engañó a muchos el temperamento inicial de Cristal, geniudo e informal, sin clase -tónica a estas alturas del conjunto ganadero-. No pudo construir una faena redonda Marco, pero de nuevo asombró su capacidad para resolver problemas. Mosqueado remató su labor un torero inconformista que ambiciona mucho más.
Para contradecir la ficha, el noble séptimo acunó mucha calidad. Y, cómo no, la clase venía escondida en una torre de plastilina. Para enmarcar la foto del brindis a sus compañeros, la imagen del futuro. Torerísimo el comienzo, con sevillanía. Qué manera de imprimir suavidad a cada trazo, que eran dibujos al ralentí. Descomunal el cambio de mano a Panaderito, aprovechando todo su ritmo, que oxigenó con listeza y enseñoreó en un sobrenatural, el más inmenso. Ojo también a cómo borda la belleza del toreo a dos manos. Todo medido, sin violencias, con ese sabor que se paladea durante y después del festejo. Mucho se va a hablar de Zulueta, con el don natural de los tocados por la varita del arte del toreo. Y con la 'baraka' en el sorteo del lote que más y mejor se dejó. «¡Torero, torero!», gritaban los aficionados con acento hispalense, que eran legión este domingo.
Se jugó Bastos la cornada con los palos en el octavo, que brindó a Cristina Sánchez y Alejandro Da Silva. Si antes no tuvo fortuna, ahora le tocó el ejemplar más completo, Pajarito, y se ganó los plácemes del tendido en esperanzadoras series, con un cambio de mano que deslumbró y un oficio impropio. El acero frenó la doble petición y tuvo que conformarse con una oreja.
El triunfo sería de Marco Pérez y Javier Zulueta, que viene pidiendo titulares para robárselos al prodigio salmantino.
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