SAN ISIDRO
Y Juan Pedro puso orden y trajo el toro de Madrid
Seria e interesantísima corrida, que se marchó intacta y no pudo verse en toda su dimensión por el infernal viento; Luque hizo lo de mayor peso
El palco de las rosquillas del santo

Puuummm. Como un estruendo sonó el golpetazo. Para reventarlo por la cintura, para hacerle mil pedazos. Se había colocado Ángel Téllez en los medios con el capote a la espalda en medio del vendaval. Una locura. Se libró en el primer viaje, pero al ... segundo se le vino directamente al cuerpo. Puuummm. De lleno. Tiniebla se llamaba el toro y envuelto en tinieblas quedó el torero. Inmóvil en la arena, con una rigidez que asustaba y que traía fantasmas de hace no tanto. Sobrecogidas quedaron las veinte mil almas que miraban a la enfermería, desde donde llegaron noticias positivas: saldría a dar cuenta de su lote. ¡Y qué lote! De posible Puerta Grande en otras circunstancias.
El percance había llegado en el quite al animal que abrió plaza. De Daniel Luque era. Y de él fue la única luz capotera de lo que va de feria, por sabrosas cordobinas. Con una pancarta gigante desplegada en el tendido 7 arrancó la tarde: «Palcos exigentes, no al triunfalismo», se leía. Y mire usted por dónde llegó Juan Pedro, sí, ¡Juan Pedro Domecq! –tan denostado por muchos en Madrid–, a poner orden. Tremendamente seria la cinqueña corrida y con buenas hechuras en su conjunto. Y algo más: con mucho que torear, como ese gran sexto en el que terminó de ganarse el respeto de los más exigentes. Lástima que el viento impidiese ver los toros en su total dimensión y condicionase toda la lidia. Así no se podía torear. Unas veces por el viento y otras porque el torero no les cogía el aire, los galanes del Castillo de las Guardas se marcharon intactos entre una voz coral del sol: «¡Mulilleros mercenarios!». No hubo ocasión ayer de que se hicieran los remolones en el arrastre. La única petición, sin cuajar lo suficiente, fue para un Luque en sazón.
Ocurrió con el mencionado Tiniebla, con una cara bien colocada y su mazorca blanca. Qué calidad tenía, potenciada en esa eficaz lidia de Iván García, sin olvidar el sensacional par de Contreras. Soplaba y soplaba Eolo, pero a Daniel no le importó y arrancó con escalofriante firmeza, enjaezada de una belleza por bajo. Hasta el burladero de areneros hubo de marcharse para dominar esa bandera de barco pirata en medio del oleaje. Qué mérito torear así. Olvidando el viento, olvidando el pellejo, olvidando todo. Sólo había toro en su preclara cabeza. Hubo momentos en que ya no se sabía si toreaba con la muleta o con la palma de la mano. Su hombre de confianza del Bosque le aconsejó acercarse al refugio del 4, y ahí cosió una templadísima ronda mientras exprimía la nobleza de Tiniebla. Ay, si llega a tener más vida... Y cuando el depósito se agotaba se lentificó en unos zurdazos en las cercanías, donde Luque se siente como el que toma un café en el bar de la esquina. Entre los mismísimos pitones se desplantó, con un gesto de raza muy Benítez. Sonó un aviso en el epílogo, porque el de Gerena quería arrasar con la última gota del Domecq, al que cazó de un contundente espadazo.
Por el percance de Téllez se corrió turno. Sólo un capítulo transcurrió entre Tiniebla y Lingotazo, que así se llamaba el que debería haber salido en cuarta posición. Un tío con toda la barba y menos cuello, que se arrancó con viveza al caballo, pero luego no se empleó. Nada humillaba este toro, en las antípodas del otro, andandito y a lo suyo. Luque no se anduvo con contemplaciones y desde que tomó el trapo escarlata se puso a torear. Lo que tenga que ser, que sea pronto. La técnica del sevillano perseguía imantarlo, pero ahora no había nada que rascar. Se agradeció que no alargara y su crédito quedó intacto.
Eran las ocho y cuarto cuando Téllez abandonaba la enfermería para dar cuenta del primero de su lote, segundo de la tarde, en cuarto lugar. Un galimatías. Había que mirar a Verderón a los ojos y no a esas puntas que enseñaba mientras Eolo no daba tregua y a Madrid se le ponía cada vez más cara de Valdemorillo. De aquella frialdad se contagió la faena, con unos cuantos recriminándole la colocación. Ángel debía de pensar: ¿por qué el año pasado sí y éste no? Porque el Espíritu Santo no aparece todos los días y porque el matador no terminó de dar el paso para que Verderón rompiese hacia delante con todas sus cosas buenas y un notable pitón izquierdo. De apuesta y triunfo era el sexto, el mejor, que gustó por dentro y por fuera. Pero Téllez, con la paliza aún en lo alto, tampoco encontró la comunión con Teatrero.
Feria de San Isidro
- Monumental de las Ventas. Viernes, 12 de mayo de 2023. Tercera corrida. 20.000 espectadores. Toros de Juan Pedro Domecq, cinqueños y serios, de variado y buen juego en conjunto.
- Daniel Luque, de grosella y oro. En el primero, estocada desprendida. Aviso (petición y saludos). En el tercero, estocada (silencio).
- Ángel Téllez, de lila y oro. En el cuarto, pinchazo y estocada tendida. Aviso (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).
- Francisco de Manuel, de azul marino y oro. En el segundo, dos pinchazos y estocada. Dos avisos (silencio). En el quinto, dos pinchazos y estocada. Aviso (silencio).
Infinito también traía ese nosequé de los toros que ya sonaban en corrales. Pese a su tendencia escarbadora, acudía luego con transmisión a las telas: había que dejárselas puestas y evitar que las tocara. Imposible por el vendaval. Francisco de Manuel lo intentó con empeño, barriendo por momentos la arena, en aquel largometraje de dos avisos. Sin eco sus voluntades ante el más deslucido quinto dentro de una impecable corrida en la que Juan Pedro salió de la famosa lista negra y trajo el toro de Madrid a Madrid. Que ya es noticia en estos tiempos. Aleluya.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete