Rosalía, la vampira en chándal
La dorada tribu
Tiene club de fans, más bien una hermandad ardiente. No sabemos muy bien qué hace esta chavala, entre el tiktok de bulería y el tikitaka del trap, pero en lo que hace ya va siendo única
Los 'Latin Grammy' torean lo español

Rosalía es una estrella con un deneí donde pone Rosalía Vila Tobella. Resulta popular, aunque nunca antigua. Aúpa algo de virgen laica, de diosa de extrarradios, porque la siguen en romería, y la escuchan como si le rezaran. Durante cualquier gira, hay una joven ... parroquia creciente que la escolta a todas partes, dejándose los ahorros y el sueño. En Rosalía hay quien encuentra no una artista sino un designio. Ha logrado que quienes la aman persigan la semejanza con su estampa exótica, donde ella ata una diva que pide hora para la manicura de vampira. De modo que naturalmente tiene club de fans, pero más bien una hermandad ardiente. Rosalía canta para muchas Rosalías que no cantan, o cantan a coro, y para esas mismas baila. Digo que la contemplan como si le rezaran, pero en rigor, la que reza es ella, que resuelve canciones que son susurros que son artefactos donde enreda el quejío, la travesura, el neologismo, y un chándal. No sabemos muy bien qué hace esta chavala, entre el tiktok de bulería y el tikitaka del trap, pero en lo que hace ya va siendo única.
MÁS miembros de esta tribu dorada
Hay más hombres que mujeres, entre los solistas de fama españoles, pero ahí está Rosalía que ocupa un podio principalísimo, como si no fuera una artista sino varias, que es quizá lo que es, en el fondo. Ahora cunde en los papeles que tiene un novio nuevo, después de Raw Alejandro. El nuevo se llama Jeremy Allen White, se desempeña de actor, y yo intuyo que va a durar tres ratos. Yo creo que Rosalía es un éxito de artista, y entre canción y canción va a ir cambiando el novio, como quien renueva el ropero de faena.
Con Raw Alejandro metió en un vídeo el anuncio de boda, con lo que el reguetón se cruzaba de «sí quiero». Esta pareja no se cansaba de inventar, hasta que decidieron inventar solos. Pero antes reunieron la primicia de la boda con la primicia de una primera canción juntos. Rosalía echó al viento el compromiso de su amor, y antes había echado a rodar la palabra 'Motomami', que es una grata invención donde se aúpa el poderío hembra, y la cilindrada femenina, algo así como una estampida que nombra también el estar de pie de la mujer ante el mundo, ante el amor, ante todo.
Bendecida
El nombre, Rosalía, bello y escueto, romántico y en pie, es otro hallazgo, porque cunde, y funciona, y prende como sólo arden los pseudónimos, que es lo que se lleva en su gremio revuelto, desde Ivi Queen a Maluma. Yo le veo la electricidad de una folclórica, y los enigmas de una flamenca. Da conciertos populosos, y reúne en su público a duquesas con Belén Esteban. Para la portada de 'Motomami' salió vestida sólo de casco. Se divisa en ella una Pantoja por la punta contraria, por la punta de hacer canciones con algo incalculable donde están el reguetón, Rocío Jurado, y un compás que parece pop, pero no es pop del todo. Las letras ya son un idioma inventado donde da igual la mayor o menor comprensión, porque todo va de chulería, juventud, sexo, y toda la pesca del ahora mismo. Entre la lentejuela y el gimnasio.
Le dio una bendición Pedro Almodóvar, hace ya tiempo, acreditando la modernidad de la cría, pero la cría ya venía muy aupada desde 'Malamente', su hit primero, y acaso último. Cuando lo canta en directo, se incendia el sitio. Si uno mira sus inicios, se aprecia una chica tirando a tímida, que traía el eco de lo flamenco remoto, o ancestral. Pero ya es una voz propia que pudiera abrir boutique con su propia indumentaria. No estamos ante una artista sino ante una estrella. Levanta noticia si cambia el color del esmalte, y los bulos le sientan como premios. Ha rescatado el barroquismo de lo hortera y el linaje de polígono.
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