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ABC Cultural

Manuel Díaz 'El Cordobés', no sin el padre

la dorada tribu

A Manuel Díaz 'El Cordobés', siempre le faltaba un abrazo paterno, y antes le faltaba la prueba de ADN. Lo ha logrado todo

Y El Cordobés se retiró de los ruedos con apellido y con fortuna

El Cordobés padre, Manuel Benítez, tras cortar la coleta de su hijo Manuel Díaz 'El Cordobés, en su despedida de los ruedos EFE
Ángel Antonio Herrera

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Pareciera que Manuel Díaz se hizo torero por embelesar al padre ausente, y ahora que el padre es ya presente pues va Manuel y se corta la coleta. Bueno, se la corta el padre, como si toda su carrera hubiera sido la espera de ese momento donde hijo y padre, al fin, son un abrazo en un ruedo.

Manuel Díaz 'El Cordobés', digámoslo ya, era un huérfano de padre, hasta que al fin la ley le puso la vida en su sitio. De modo que su padre era, y es, Manuel Benítez 'El Cordobés', aquel exótico que sostuvo doctorado de matador en los setenta, y más allá de los setenta. Un figura, y una figura. Manuel Díaz se fue un día a torear de pleito, y ganó, completando su biografía y también la de su padre, que a rachas son la misma. Hoy son dos hermanos de sonrisa que se han encontrado al cabo de una vida con mucha vida pendiente.

Hay gente que es lo que parece, y en ese linaje toca incluir a Manuel Díaz 'El Cordobés', que no es de la Córdoba lejana y sola del poeta, sino del Madrid puro y duro. O sea, un tipo directo, simpático y de buen rollo. No conozco a nadie que nos negara la adjetivación, si le ha tratado, siquiera un rato. Manuel es «un natural», que dicen los castizos, un tipo de ley, un optimista del riesgo. El apodo le viene de lo que le viene, porque según le avaló su madre, y según él mismo porfió, su padre era Manuel Benítez. Era, y es.

Trabajó de lavacoches en una gasolinera y se hizo matador por llamar la atención del padre

De modo que Manuel empujó un día la demanda de paternidad, con mucho trueno de polémica, y su padre, o sea, su entonces supuesto padre, siguió por ahí mirando a otro lado, no sabemos si con cabreo, o con indiferencia, pero siempre con todo ese empaque del matador al que le asoma, ya veteranísimo, el bronceado interior de haber toreado mucho en Las Ventas, y en la vida. A Manuel siempre le faltaba un abrazo paterno, y antes le faltaba la prueba de ADN. Lo ha logrado todo. Manuel siempre creyó la versión ofrecida por su propia madre, María Dolores Díaz González, que confesó amores con Benítez, y salió embarazada, para enojo y hasta represalias de su padre, al que llamaban 'el Serio'.

Manuel Díaz no viene del hambre, como tantos toreros, pero sí conoció un largo calendario de privaciones, porque a veces la vida no es noble ni buena, como arriesgara un clásico. Trabajó de lavacoches en una gasolinera de Córdoba, entre otros oficios de inclemencia, y se hizo matador de toros por llamar la atención del padre. Hoy es dueño de una finca, porque los grandes se compran una finca, o los mata el toro, y está casado con una dulce venezolana, Virginia Candia Troconis, que no da un ruido. Antes de Virgina, Manuel fue el hombre de Vicky Martín Berrocal, una sultana de lámina de la que se separó por el rito de lo cordialísimo, según hábito infrecuente, entre famosos.

El empresario José Luis Martín Berrocal le ponía el Rolls a Manuel a la puerta de los hoteles, antes incluso de que fuera el novio contento de su hija fastuosa. El Cordobés, padre, fue un personaje de leyenda, en los sesenta, como un Beatle de los toros, y Manuel también lo ha sido, a su manera, como un chaval que se va metiendo en edad bajo una misma obsesión inquebrantable, la de inaugurar el padre, que está ahí, desde siempre, pero que mejor no quería estar. Hasta que sí. La coleta le ha cortado al hijo.

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