'Rayuela', de Julio Cortázar: los fantasmas de un gigante infeliz
Taller de reeducación literaria
«A este Gigante Feliz de la literatura argentina se le perdona todo. Desde su apoyo a la Revolución cubana hasta, lo más grave del asunto, su misoginia»
Capítulo 1: La Ilíada
Capítulo 2: Neruda, 20 poemas de amor tóxico y una canción acomplejada
Alrededor de esa cofradía de la testosterona literaria latinoamericana llamada el Boom, se ha dado una discusión bizantina en la cual, por puros motivos ideológicos y de ternura, mucha gente prefiere al tándem García Márquez y Cortázar, frente al conformado por Fuentes y ... Vargas Llosa. La incuestionable guapura y virilidad de estos últimos les ha servido a los primeros, más feos y simpáticos, para escapar de los dardos más afilados del tsunami feminista que ha anegado nuestra época.
En estos asuntos, como traté de advertirlo en mi artículo sobre Pablo Neruda, los peorcitos son los más sensibles. Y ningún escritor ha sabido construir una imagen tan cuchi, tan de masculinidad deconstruida de vanguardia, como Julio Cortázar. A este Gigante Feliz de la literatura argentina se le perdona todo. Desde su apoyo a la Revolución cubana hasta, lo más grave del asunto, su misoginia. Al creador de esa ignominia llamada 'el lector hembra' se le quiere como a un aliade. Y no puede ser.
Yo me he tomado el trabajo de releer para ustedes su supuesta obra maestra, 'Rayuela', que está cumpliendo 60 años de publicada, y prácticamente no hay página que no deba ser reescrita. Leer a Cortázar hoy y decirle cada tres líneas «hey, ¿qué crees que haces?» es una misma cosa. Piensen en el tristemente célebre capítulo 7, ese que dice: «Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano». Párese ahí, Monsieur. Querrás decir: «Si me lo permites, toco tu boca. Con mi dedo cochino toco el borde de tu boca, voy ensuciándola como si saliera toda la porquería que llevo en mi mente de machito abusador». Este sería apenas un comienzo aceptable para la rehabilitación del susodicho escritor. El problema es que el capítulo 7 es un manifiesto feminista comparado con ese espanto, sobre el que los lectores de 'Rayuela' corren un tupido velo, que es el capítulo 5. Cito in extenso las palabras de Horacio Oliveira. Ustedes me dirán:
«Solo esa vez, excentrado como un matador mítico para quien matar es devolver el toro al mar y el mar al cielo [Red flag: justificación del feminicidio], vejó a la Maga en una larga noche de la que poco hablaron luego [violación y coerción para que no denunciara], la hizo Pasifae [entonces el hermanito del bebé Rocamadour es un Minotauro], la dobló y la usó como a un adolescente [Red flag 2: vindicación de la pederastia], la conoció y le exigió servidumbres de la más triste puta [Red flag 3: estigmatización de las trabajadoras sexuales], la magnificó a constelación [¿le hizo ver las estrellas gracias a su «magnitud» inhiesta, tal vez?], la tuvo entre los brazos oliendo a sangre [violencia pura y dura]...», y cosas peores, como entender su propio semen como »el desafío al Logos… [¡¡¡¿WTF?!!!]».
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Vista la gravedad del asunto, creo que lo más expedito sería encargar una nueva versión de 'Rayuela', escrita por alguna compañera aguerrida que ponga los puntos sobre la íes y sobre las ingles (pienso en Marta Sanz o Cristina Morales). Si les interesa, tengo el título: 'Lo que Julito no dijo'. Sería un éxito rotundo.
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