El peor viaje de Natalia Verbeke... no sin mi abuela y mi perra
Con 11 años, la actriz tuvo claro que no pensaba salir de su Argentina natal sin dos compañías que para ella eran irrenunciables
La nostálgica revolución liberal de Milei
![Natalia Verbeke en 'Todos mienten'](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/12/06/todos-mienten-RAKaWtYs1CtfvbFkNY5b18M-1200x840@abc.jpg)
Mudarse de Argentina a Madrid en los años ochenta, con tres críos de entre 9 y 12 años, la abuela y una perra no debió ser tarea fácil. Justo por eso, ahora la actriz Natalia Verbeke ve a sus padres como «unos héroes», aunque ... entonces no lo tuviera tan claro. «El peor viaje de mi vida fue cuando tuve que dejar Buenos Aires con 11 años, en 1986, para venirme a España», me cuenta, para matizar, a renglón seguido: «Fue el peor y el mejor, porque en aquel momento fue lo más doloroso que me pudo pasar, pero a día de hoy no puedo estar más agradecida a mis padres de que tomaran aquella decisión».
Hay que ponerse en la piel de ella y de sus progenitores. Para ellos, que aún no habían cumplido los cuarenta, marcharse de Argentina era dejar «una vida buena» para «proyectar un futuro mejor para nosotros, a nivel de seguridad y a nivel económico, también«. En aquel momento, Argentina acababa de salir de una dictadura militar. El presidente democrático Raúl Alfonsín impulsaba reformas, pero la incertidumbre era palpable. Los padres de Verbeke temían una regresión, y eso fue lo que les empujó a evaluar irse a vivir a Toronto, Barcelona o Madrid, que fue la ciudad escogida para un nuevo inicio.
Más viajes dramáticos
Su padre sentó a los tres hermanos un día y les expuso sus planes, dándoles libertad para decidir: «Nos dijo que si alguno de nosotros no quería, se anulaba todo y nos quedábamos en Argentina». Todos accedieron, aunque la pequeña Natalia puso una condición: «Traerme a mi abuela y a mi perrita«. Fue así como Natalia, Andrea, Sebastián, su madre, su padre, su abuela y su perra acabaron embarcando en el aeropuerto de Buenos Aires rumbo a España.
Desde el punto de vista de la actriz, ilusionarse por el cambio, de entrada, era imposible: «Yo abandonaba lo que conocía, los amigos, la familia, para iniciar una nueva vida por una decisión tomada por mis padres». Era un viaje «hacia lo desconocido, sin saber a dónde me iba, que en realidad era lo de menos». Una vez aquí, encontró un país muy similar, pero también muy diferente, «con una lengua que era la misma, pero no lo era».
Agradecida
Un país, también, hostil con los inmigrantes. «En colegio sufrí un poco de 'bullying' porque hablaba distinto y me llamaban 'sudaca'«, me cuenta. Les costó adaptarse. »Aunque seamos cercanos culturalmente, no dejamos de ser otra cosa, y los niños a veces son muy crueles y marcan diferencias que yo creo que es porque lo escuchan en casa: no entiendo cómo una niña de 11 años llega al insulto de 'sudaca'«. Aun así, »en cuestión de dos años ya no nos habríamos vuelto porque teníamos la vida hecha aquí«. Ahora se comunican con familiares y amigos gracias a internet, pero durante muchos años el contacto se limitó a la relación epistolar, ya que »llamar era prohibitivo, a lo mejor eran 10.000 pesetas de 1986 (60 euros) por dos minutos«.
Natalia Verbeke mira atrás y se admira de la hazaña de sus padres. «Yo tengo ahora 48 años y con 40 me sentía todavía como si tuviera 20, nunca hubiera tomado esa responsabilidad de irme con tres niños a lo desconocido, con el sacrificio que supone eso: es una ruptura, un desarraigo, un exilio», reflexiona en voz alta. «Yo estoy muy agradecida, porque creo que me ha hecho una persona muy fuerte y empática con los demás, comprendo mucho el dolor ajeno«, añade.
Ahora, pasadas más de tres décadas, Verbeke es uno de los rostros habituales en nuestras pantallas. Estos días se prepara para el estreno, el próximo día 14, de la segunda temporada de la serie 'Todos mienten', en la que encarna el personaje de Ana, «un personaje al límite constantemente, que es un reto brutal porque en esta temporada todavía es otro triple salto mortal». Asegura que este trabajo «tiene un lugar especial en mi corazón», no solamente por el papel, sino también y especialmente «porque trabajar con el director Pau Freixas es de lo mejor que me ha pasado»: «El amor que tiene por los actores, la libertad que les da, cómo nos dirige... Es un regalo».
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