Nadiuska, vampira mayor del destape
la dorada tribu
Es inolvidable, aunque la teníamos más bien olvidada, igual que olvidada está aún ella de sí misma, hace años, en algún centro de cuidados clínicos para quienes dimitieron de la vida
'El enigma Nadiuska': «Es la historia más triste del cine español y su primer 'mee too'»

Tuvo los ojos de un color no inventado, y Francisco Umbral, cuando la movida, la llamaba «Nadiuska, 'amorg'», jugando a copiar la pronunciación tórrida, torcida y extranjerizante que hacía nuestra guapa del castellano. Ha habido muchas maravillosas, pero Nadiuska sólo ha habido una.
Lo habitual es recordarla con poca ropa, de vampira mayor del destape, pero ahora, demás, se ha convertido en documental de tres capítulos, bajo la batuta de Valeria Vegas, que es la mitómana alegre que más sabe del destape y de otras épocas del oro o la lentejuela nacionales.
Otras tribus doradas
Con Nadiuska, se rememoran algunas musas del destape, de Agatha Lys a Carmen Platero. Nadiuska es inolvidable, aunque la teníamos más bien olvidada, igual que olvidada está aún ella de sí misma, hace años, en algún centro de cuidados clínicos para quienes dimitieron de la vida. Nadiuska hizo mucho camping de manicomios, hasta que le dieron salvación de monjas, a las afueras de Madrid, donde aún se pinta a veces los labios para nadie. Ilustra una biografía de la fama, cuando la fama se tuerce, y no incluye agenda de champán, sino calendarios de veneno. El asunto es antiguo.
El derrotado, o la derrotada, quedan bien, o muy bien, de coro novelesco, o de foto de retrato lírico, pero luego resulta que hay derrotados de la fama, que no ven de dónde pescar un pan de pensión, y del hospedaje se ocupa la caridad, si hay suerte, previo paso por el desvarío del sonambulismo sin horas de las calles de Madrid, que es la capital de los famosos sin techo.



A la incalculable Terele Pávez le hicieron un día unas fotos de vagabunda, y cundió el relato de que dormía entre cartonajes, con su ración de estrellas, eso sí. Terele negó entonces la escena, negó el momento, pero Terele sabía bien que el pánico vive vecino de un plató. Frecuenté a Amparo Muñoz, cuando era una resurrección, y la nevera se la asistían unos pocos amigos de la prensa, o las variedades. Quería que alguien escribiera lo suyo, pero en rigor lo que quería era encontrar en el trabajo su droga. Amparo fue la más bella del universo, titulación incluida, pero arrastró la existencia torcida, demencial y amarga.
Tina, una de las dos gitanas emocionantes de Las Grecas, se pasó pronto al flamenco del peligro, y cumplió una existencia de fantasma de la nocturna ciudad desvelada. Nadiuska pronunciaba mal el castellano, lo que le añadía calentura a la dicción, y tenía una boca carnívora que lo decía todo sin decir nada.
Nació Roswicha Bertasha Smid Honczar, en una localidad alemana, de madre polaca y padre ruso, y se rebautizó Nadiuska en Barcelona, allá por los setenta, cuando logró sitio como maniquí exótica y actriz de echarse siempre por encima el medio chal de su desnudo. Damián Rabal, el hermano de Paco, la descubrió y la manejó. Hoy es una señora que está sin estar, y ni recuerda que fue la diabla principal del destape. Tina, la de las Grecas, escapaba de sanatorios para vagar en Madrid las lejanías que llevaba por dentro.
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