Rocío, como una ola de incendio
LA DORADA TRIBU
Esta semana venimos aupando los 80 años de Julio Iglesias, pero ahí está Rocío Jurado, que tiene 80 sin haber llegado a tenerlos. La noticia de su muerte llegó a darse varias veces, sin darse nunca del todo
Schiffer, una Bardot de la buena vida
![Rocío Jurado, durante un concierto en Tocina](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/gente/2023/09/22/DAMBin-RXZmT8Atn4vbOET983YsFrM-1200x840@abc.jpg)
En este mes pudiera haber cumplido Rocío Jurado los 80 años. Antes de morir, y después, fue un tema chollo de la telerrosa, y por encima de todo es Rocío Jurado propiamente dicha, o sea, un monumento de lo suyo, que es un ... cruce de aspaviento y milagro. No tengo demasiado entusiasmo en el género de celebrar folclóricas, pero con Rocío hay que hacer una excepción, entre otras cosas porque ella no fue sólo una folclórica, y porque del folclorismo logró otra cosa, con mucho despliegue de túnicas barrocas, con mucha teatralidad de brazos al cielo, con mucho mestizaje de desgarro flamenco.
Era exagerada, y en el exceso cuidaba su mejor medida. Da un poco de pudor citar a Sinatra, pero conviene hacerlo: «Yo no vendo voz, vendo estilo». Porque con Rocío viene a ocurrir lo mismo, sólo que ella tiene una voz de voltaje de terciopelo, de ola de incendio, de aguarrás de rosa. En esta semana venimos aupando los 80 años de Julio Iglesias, pero ahí está Rocío Jurado, que tiene 80 años sin haber llegado nunca a tenerlos. La noticia de su muerte llegó a darse varias veces, sin darse nunca del todo, porque se fue a Houston a tratarse lo suyo, sin remedio. Durante meses agónicos, fue un telediario de sí misma, porque allí acamparon los reporteros, de funeral o prefuneral.
Iba a Houston, regresaba a Montepríncipe, peregrinando al más allá, donde quizá sí había vida, pero no era vida. De modo que se murió de verdad Rocío. No hace tanto, se convirtió en museo, que lleva su hija. Creo que conviene hacer a menudo el retrato intermitente, pero sostenido, de Rocío, que tiene entre los flamencos un swing único, y un podio entre las figuras que cantan más allá de los géneros. Rocío es antes un poderío que una intérprete, antes un tormento que una portada. Sin estar, la veo yo personaje de la semana, porque hay pocas difuntas tan presentísimas. La imitan los 'travelos', y las marujas la escuchan todavía como si le rezaran. Sufrió las maldades del cronismo de navaja, cuando su hija, Rociíto, empezó a ejercer de famosa de plató, entre la altivez y la tontuna.
La conquista de Madrid
La Piquer le dio portazo cuando Rocío, jovencísima, la visitó en su casa porque cantaba sus temas, bordadamente
La colocaron en el santoral del chisme, muy a su pesar. Como madre, gastó maneras de pantera, pero luego la artista lo ponía todo en limpio. Fue temible, por extremada, y por eso mismo inolvidable. Se vino de pobre a la conquista de Madrid, del brazo de su madre. Su padre era zapatero, y la Piquer le dio portazo cuando Rocío, jovencísima, la visitó en su casa de la Gran Vía, porque cantaba sus temas, bordadamente. Se hizo estrella enseguida, en el Duende, y de ahí todo seguido, hasta que se murió para no morirse nunca. Casó con un boxeador, Pedro Carrasco, al que querían los matones y los rapsodas, y luego fue a su funeral, del brazo de su segundo marido, Ortega Cano, con desconsuelo de viuda verdadera.
Un día cruzó los mares para exiliarse a solas con su mal, pero aquí, en la alegre España, la siguieron cantando a diario, como siempre, por taxis y patios, por atardeceres y Andalucías, porque no la retiraron los diagnósticos, ni tampoco, después, la muerte misma. Quiero decir con todo esto, en fin, que hace mucho tiempo que la sobrevivió su talento de melena trágica y escote imposible. La telebasura la resucitaba a veces sin saber que aullaba el flamenco con Tomatito.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete